Mostrando entradas con la etiqueta pederastia. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta pederastia. Mostrar todas las entradas

febrero 10, 2014

Woody Allen: Talento artístico vs. conducta comprometida

La vida de Woody Allen parece tan surreal y compleja como la de sus personajes. Se le reconoce por su inigualable talento profesional como guionista y director de películas freudianas; pero, también, por una conducta personal escandalosa, rematada por el matrimonio con su hija adoptiva y porque otra lo acusó de abuso sexual.
A pocas semanas de que consiga otro Óscar, esta vez por Blue Jasmine, la industria del cine quedó en shock y desorientada. En carta abierta al New York Times, Dylan Farrow, hija adoptiva de Allen y Mia Farrow, volvió a denunciar que hace dos décadas su padre la violó en un ático cuando tenía apenas 7 años.
La denuncia sorprendió por extemporánea, máxime porque el pleito pareció saldado en 1993 cuando la justicia cerró el caso pese a “dudas razonables”. Dylan, ahora de 28 años, dice estar arrepentida de su silencio. Cree que exponer al abusador ayudará a proteger a otras niñas. Su motivación se elevó en enero con los Globos de Oro, cuando vio que a su padre depredador le rendían pleitesía por su ilustre trayectoria artística.
Muchos acusan a Dylan de seguir el libreto de su madre, atormentada y despechada desde que Allen la traicionó para casarse con su otra hija adoptiva, Soon-yi Previn. Más allá de lo que se piense, lo interesante es que Dylan se erigió en juez de Hollywood, siempre ambiguo y esquivo a la hora de juzgar a sus talentos.
Más inclinado a la presunción de inocencia de Allen y a restarle credibilidad a Farrow - quien denunció que el hijo biológico de ambos es en realidad de Frank Sinatra – Hollywood no la tiene fácil. La Academia de Artes y Ciencias no suele distinguir entre el talento profesional y la conducta personal. El mismo Allen y otros productores defendieron al director Roman Polanski o al mimado de Elizabeth Taylor, Michael Jackson, pese a que ambos fueron procesados por violación de menores.
Ante esa defensa corporativa que parece premiar el talento creador por sobre la conducta pervertida, Dylan los desafió a todos. A la Academia para que no peque de ingenua premiando a un abusador; y a Cate Blanchet y Alec Baldwin, protagonistas de Blue Jasmine, y al grupo selecto de actrices de Allen, Emma Stone,  Scarlett Johansson, preguntándoles qué harían si la abusada fuera su hija. Contra Diane Keaton, ex pareja de Allen, fue más directa: “Me conociste cuando era una niña. ¿Me has olvidado?”.
Antes de esta denuncia, la Academia la tuvo más fácil, porque los escándalos eran por conductas personales auto infligidas, en el que el consumo de sustancias tóxicas se llevó vidas como la reciente del actor Philip Seymour Hoffman, la de Whitney Houston y la de Heath Ledger, abatido después de su excelente interpretación del joker en la última de Batman.
Y es que en ese mundo histriónico, hasta en el escenario de los Oscar se bromea sobre la desgracia ajena, como las asiduas visitas de Robert Downey Jr, Michael Douglas, Samuel L. Jackson o Drew Barrymore a clínicas de rehabilitación; así como en otros círculos, la malas conductas se reciclan, pasan de Paris Hilton y Kim Kardashian a las actuales de Miley Cyrus y Justin Bieber.
Tal vez algo será distinto este 2 de marzo cuando actores y actrices suban al escenario a recibir sus estatuillas. Habrá que observar si la denuncia de Dylan los obligará a abrazar la causa del abuso sexual infantil, o preferirán seguir abrazando otras causas justas, pero menos controversiales y comprometidas, como el sida, el fin de la guerra en Irak, el cambio climático o los derechos de los homosexuales.
Tampoco hay que olvidar que Allen es inocente. Nunca enfrentó cargos, las acusaciones en su contra prescribieron e investigaciones de fiscales y documentalistas no pudieron comprobar su culpabilidad.
Sin embargo, Woody Allen no debería quedarse con esa inocencia sin sentencia y desconocer las denuncias actuales, de lo contrario corre el riesgo de que su conducta personal siga mancillando su talento artístico. Ante estas denuncias, en vez de acusar a Farrow y Dylan de malvadas, le sería más beneficioso pedir la apertura de un nuevo proceso judicial, para disipar las “dudas razonables” y confirmar su inocencia.
Porque aunque no siempre la Justicia tiene la razón, sin ella la verdad parece esquiva. 

febrero 02, 2013

Curas pedófilos; herida abierta


La herida sigue abierta. Desde que hace años atrás la Arquidiócesis de Boston se vio obligada a actuar en contra de los abusos de menores por parte de sus sacerdotes a raíz de investigaciones de los diarios Boston Globe y Boston Phoenix, las denuncias sobre este problema de la pederastia se extendieron por todas las diócesis del país y del mundo entero.
Ahora la justicia de California, en una pelea de más de un lustro, finalmente pudo obligar a la Arquidiócesis de Los Ángeles a que revele 12 mil páginas de documentos en los que se reflejan, con nombre y apellido, los nombres de 122 curas supuestamente pedófilos que han abusado de menores de edad.
El arzobispo, José Gómez, entre otras medidas, consternado  por los crímenes sobre los que ahora le toca responder, prohibió al ex arzobispo y cardenal jubilado, hablar en público y asumir tareas eclesiásticas como celebrar misa por haber ocultado durante su término el problema y no haber tomado las medidas adecuadas contra los curas pedófilos.
Lamentablemente hasta entonces, la Iglesia veía a este como un conflicto interno solucionable mediante el traslado de los curas pedófilos a otras diócesis para tapar las evidencias. Pero como sucede con los abusadores, esa política permitió que se esparza aún más el problema.
Sobre este tema he repetido en este blog que las autoridades de la Iglesia han pecado por acción y omisión y se han confundido tratando de disfrazar crímenes de pecados. La Iglesia, como la de Los Ángeles, no debiera esperar a ser intimada por la justicia para revelar los nombres de los abusadores o las denuncias reiteradas y sistemáticas que pesan contra algunos de sus miembros.
Para ganar credibilidad y autoridad y para cerrar este capítulo – tan negro en su historia como el de la Inquisición – la Iglesia debería presentarse ante la justicia y desenmascarar a todos los criminales que se cobijan en su seno.
No valen arrepentimientos ni excusas ni penitencias. Se necesita justicia tanto para alivianar la carga de las víctimas como para sanear a una Iglesia en descrédito.

mayo 19, 2011

Curas y delitos sexuales justificados


Según un estudio realizado con la anuencia de los obispos católicos estadounidenses, todos los males provocados por los delitos sexuales de los sacerdotes no tienen su origen en el celibato, en la calificación de pedófilos o en la homosexualidad de los agresores, sino más bien en la mala formación que los presbíteros tuvieron en sus años de formación en los seminarios en las décadas de 1940 y 1950.

El estudio independiente que dice no tener ningún tipo de influencia por parte de los prelados, parece insuficiente para calmar las ansias de entender un escándalo que sacude a la Iglesia Católica desde hace 10 años, que solo en EEUU llevó a que las diócesis pagaran más de 1.800 millones en indemnizaciones y reparación a las víctimas.

El estudio justifica que el celibato obligatorio no incentiva a los curas a cometer delitos sexuales y se basa también en estadísticas de que son muchos menos los curas pederastas como se pensaba, sino que se trata de delincuentes sexuales comunes, ya que las víctimas, en su mayoría, se da en una población de jóvenes y púberes, no de niños; algo, por supuesto, que no exonera a ningún delincuente por más justificación que le anteceda.

Varias cosas llaman la atención sobre esta investigación realizada por el John Jay College de Justicia Criminal, en forma independiente a pedido de la Conferencia Nacional Episcopal de EEUU: 1) que no se pueden expiar los pecados y justificar los delitos culpando al pasado, una reacción tan pueril como si se culpara la deformación tortuosa de las acciones de los militares de las dictaduras a la mala formación en las academias militares; 2) el estudio no dice nada sobre la conducta de los obispos – que es la que se debería investigar – de por qué tuvieron la tendencia de encubrir los delitos y trasladar a los curas de diócesis en diócesis desparramando los males; 3) el hecho de que se indagara sobre archivos que datan de la década de 1970 revela y confirma que las transgresiones sexuales datan de mucho tiempo y 4) para que el análisis tenga mayor credibilidad debería efectuarse en otros países golpeados por escándalos similares, como el caso de Irlanda, Bélgica y Alemania, para que pudiera tener puntos de comparación y mayor cientificidad.
El estudio - que no debe descartarse debido a su independencia y porque aporta otros elementos valederos para entender ciertas conductas – parece inclinado a justificar acciones indecorosas y delincuenciales, lo que eleva el nivel de enojo de aquellas organizaciones no gubernamentales, como la  Red de Sobrevivientes del Abuso por Sacerdotes, creadas para denunciar estos males y crear conciencia sobre las necesidades de reforma dentro de la Iglesia Católica.

mayo 17, 2011

Vaticano: penitencia o cárcel

Por fin el Vaticano se mostró enérgico y ordenó a los obispos del mundo entero que deben luchar contra la pederastia en la Iglesia Católica. Deberán someter a la justicia a cualquier abusador de menores dejando de lado lo que fue práctica común con muchos prelados y en muchas diócesis del mundo, es decir esconder y trasladar a los sacerdotes pedófilos a otras jurisdicciones donde no eran conocidos.

Aunque ya existía esta política en EEUU donde más casos de pederastia se denunciaron y salieron a la luz, y el Papa Benedicto XVI había indicado su política de “tolerancia cero”, lo importante es que en el mundo entero ya dejará la Iglesia de tratar este tema como un pecado que necesitaba debida penitencia, sino como un delito común y grave que debe ser puesto a consideración de la Justicia.

Dos primeras reacciones me nacen de este proceso. Primero, que aunque esta nueva medida será un disuasivo para los delincuentes, a uno le queda la sensación que en la Iglesia todavía quedarán muchos pederastas potenciales, por lo que se necesita una purificación mayor y un acto de contrición y autocrítica muy grande. Segundo, que sin una modificación de los estándares de la Iglesia el problema no se va a acabar, sino que quedará dormido, lo que no contribuye a que regrese la credibilidad y el respeto por una profesión como el sacerdocio, la que ya ha perdido todo su lustre a consecuencia de sus propios pecados.

noviembre 20, 2010

Vaticano: mejor tarde que nunca

El Vaticano lanzó una guía para contrarrestar la pederastia y los demás delitos sexuales – aunque algunos crean que se trata de pecados - cometidos por sacerdotes y curas que se han refugiado por décadas dentro de la Iglesia Católica para atropellar con sus desviaciones a menores, mujeres y hombres.

La guía - emanada de la Congregación para la Doctrina de la Fe que tiene como principal función denunciar a los religiosos delincuentes ante las autoridades civiles para que sean sometidos ante la justicia y recaiga sobre ellos todo el peso de la ley – hubiera tenido que aparecer décadas antes, para que de esa forma la incredulidad no haya hecho estragos entre los feligreses, muchos de los cuales dejaron de asistir a las parroquias o simplemente se alejaron de la Iglesia.

Estuve en San Francisco, Córdoba, mi ciudad natal esta semana, y en una misa a la que asistí con los integrantes de la escuela secundaria con los que me gradué, un cura amigo de la infancia – Daniel Cavallo – anunció que mañana domingo se ordenarán cuatro jóvenes diáconos en su carrera hacia el sacerdocio.

Pensé en ellos y le dije a uno de mis amigos, que ojalá la instrucción de los nuevos sacerdotes esté acompañada por una gran dosis de formación ciudadana y cuán mejor sería para todos que el celibato y la prohibición de la ordenación de las mujeres fueran desterrados de la Iglesia, para que de esa forma esas cuatro vocaciones se multiplicaran.

Entiendo que no se debe mezclar la conducta de los sacerdotes delincuentes con el tema de las vocaciones ni con las enseñanzas de la Iglesia, pero no puedo dejar de pensar que una reforma profunda, más que una guía en contra de los abusos sexuales, sería la mejor forma para sanar a la Iglesia de personas que Jesucristo no hubiera dudado en echar a patadas del templo.

Con esta guía, el Papa lucha en contra de casos masivos de clérigos abusivos que se denunciaron en numerosos países, como Irlanda, EEUU, Alemania, Bélgica, Holanda, Austria, Inglaterra e Italia, y de menos numerosos que se dieron en todos los países.

La “tolerancia cero” declamada por el Papa es una buena medida, muy tardía por cierto, pero ojalá empiece a restaurar la credibilidad de una Iglesia que por los siglos de los siglos estuvo menguada por la conducta de sus propios pastores.

abril 12, 2010

Guía Vaticana: mejor tarde...

“Mejor tarde que nunca” dice el refrán que se puede aplicar a la Guía del Vaticano que establece que las diócesis deben denunciar a la autoridad civil los abusos de menores por parte de los sacerdotes, aunque se trata de una guía que fue dada a conocer ahora pero que había sido escrita en 2003 por el Papa actual cuando todavía era el cardenal Joseph Ratzinger, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe.
La Guía establece que “siempre” se deben denunciar los casos ante la policía y además permite al Papa secularizar a un sacerdote sin tener que pasar por un juicio canónico. En las etapas que se establecen de investigación de parte de los obispos, se dice además que la autoridad eclesial local puede suspender al sacerdote mientras se realiza la investigación sobre sus faltas.
Según la agencia EFE, “el documento fue publicado en la página del Vaticano en la internet, en el enlace ‘‘Abusos sobre menores, la respuesta de la Iglesia'', que incluye los documentos vaticanos para luchar contra esas situaciones, las cartas del Papa a las víctimas, discursos de Benedicto XVI y Juan Pablo II y otros textos relacionados”.
La posición del Papa Benedicto XVI era sabida en cuanto a lo que expresó a la feligresía irlandesa y de Alemania sobre la necesidad de que los curas pederastas terminaran procesados, pero lo lamentable es que si la guía es de 2003 la Iglesia no la haya hecho conocer con anterioridad, con lo que se hubiera evitado problemas de comunicación y acusaciones que en alguna medida se hubieran evitado.
Es conocida la política de discreción de la Iglesia, pero no debiera confundir la amplia línea que separa al pecado del delito, a la misericordia del castigo. La pederastia es un delito y el clero lo vino tratando como pecado.

abril 10, 2010

Pecado o delito: reformas

Si el domingo de Pascua, Jesucristo hubiera reaparecido físicamente, no me caben dudas de que furioso echaría a los abusadores de menores que se refugian en la Iglesia Católica, así como expulsó a los mercaderes del templo porque lo habían convertido en cueva de pecado y corrupción.
No tendría misericordia. Su repulsión sería mayúscula y no le temblaría la mano ni la voz para condenar a los pederastas y a cualquier otro delincuente que se enmascare detrás de una sotana para manosear a un niño. Tampoco toleraría la negligencia ni la manipulación u omisión de quienes encubrieran esos delitos. Su compasión correspondería a las víctimas.
Y diferenciaría el pecado del delito. Entre la actitud de quienes se infligen daño a sí mismos, como la prostituta a la que nadie se atrevió a tirarle una piedra, con la de aquellos que transgreden la moral y la ley causando mal a los demás. Para los primeros existe la confesión, la penitencia y el arrepentimiento, para los segundos la cárcel y el destierro.
Para el líder de la Iglesia, el Papa Benedicto XVI, tampoco existen dudas sobre los pederastas. Prometió “tolerancia cero” contra ellos, asumiendo con firmeza, desde cuando era prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, que se deberían erradicar las porquerías del templo. “¡Cuánta suciedad hay en la Iglesia!”, gritó en su sermón de Viernes Santo de 2005.
A pesar de la postura del Pontífice, muchos de sus detractores piden que renuncie. Unos artículos del The New York Times lo acusan de “pecar por omisión”, al no haber expulsado al cura Lawrence Murphy, un pederasta en Wisconsin que molestó a 200 niños sordos y al alemán Peter Hullermann, otro cura depredador a quien se le habría permitido continuar en su diócesis cuando era arzobispo de Múnich; aún habiéndolo sabido.
Sus defensores argumentan que no hubo omisiones, tal vez distracciones. Es que como obispo, siempre displicente para las tareas diocesanas administrativas, Joseph Ratzinger estuvo más interesado en perseguir descarriados teológicos que depredadores sexuales. No obstante, no le tembló la mano contra más de 200 casos de curas alcohólicos, adúlteros y pedófilos; ni se amilanó cargando culpas ajenas cuando se reunió con víctimas de pederastia en Australia y Estados Unidos.
También, como cardenal, Ratzinger emitió en 2001 un edicto que obligó a los obispos a reportar al Vaticano cualquier abuso, mientras que en su reciente carta pastoral a los católicos irlandeses agravó el castigo contra los religiosos y sacerdotes que “traicionaron” el Evangelio y a la Iglesia, responsabilizándolos no solo ante la justicia divina, sino arrojándolos ante los tribunales ordinarios.
Esta nueva política de asumir la sanción de la justicia donde antes existía la mera posibilidad de arrepentimiento y penitencia, debería incluso aplicarse en aquellos casos como en Alemania, en que las causas prescribieron por el tiempo trascurrido entre el abuso y la denuncia. Sería una fórmula decorosa para limpiar el templo, evitar los encubrimientos e impedir la reincidencia delictiva.
A pesar de que Roma tendrá que asumir costosas consecuencias, como por ejemplo si la Corte Suprema de Justicia de Estados Unidos permite demandas directas contra el Vaticano - además de que varias diócesis se declararon en bancarrota tras pagar compensaciones millonarias a las víctimas; lo que está en juego no es un problema económico, sino la propia credibilidad de un liderazgo que justamente alecciona sobre temas urticantes relacionados a la sexualidad.
Por eso el conflicto actual reviste mayor gravedad y gravitación social que el despertado por otros sismos eclesiásticas, como la controvertida universalidad de Galileo Galilei, la nefasta Santa Inquisición o el aquelarre financiero del Banco Ambrosiano, porque simplemente no tocaban las fibras íntimas del comportamiento moral y sexual de la sociedad.
Lo que no hay que confundir con este caso, es que se condene a la Iglesia como institución o a todos sus representantes sin distinciones, o se llegue al extremo de señalar la preferencia sexual de las personas como causante del mal. En estos tiempos, se necesita la prudencia necesaria para entender que los abusos de menores, y todos los delitos conexos, como la pornografía infantil y la pedofilia, son pecados capitales que no discriminan a grupo o asociación humana alguna.
Creo, por último, y lo repito, que la Iglesia debería ya asumir reformas impostergables, que si bien no van directas a cortar los pecados actuales, seguramente a largo plazo evitarían mayores errores: eliminar el celibato, es decir que las personas casadas también puedan escoger consagrarse al sacerdocio y dejar de lado la prohibición de que las mujeres puedan ordenarse al sacerdocio. Sin estos requisitos, por más que la Iglesia se defienda con argumentos teológicos, no es más que discriminación.

abril 06, 2010

Tolerancia cero

El domingo de Pascua no fue muy bueno. Hubiese preferido que el Papa Benedicto XVI hubiera repetido su lema de "tolerancia cero" sobre los curas pederastas y hubiera pedido perdón por las declaraciones que uno de sus asistentes dio el Viernes Santo comparando las críticas contra el Pontífice como aquellas que sufrieron los judíos tras el holocausto.

Es verdad que el Papa no puede estar todos los días refiriéndose al problema de los pederastas, pero no es menos cierto que los líderes de la Iglesia sí tienen la responsabilidad de no evadir este tema por mas espinoso que sea.

Años atrás, cuando el primer escándalo se destapó en EEUU por la década del 70 y más recientemente se develó en los 90, este problema solo aparentaba ser de los católicos estadounidenses.

Los obispos norteamericanos en el 2002 determinaron la política de tolerancia cero, dejando de encubrir a los pederastas, denunciándolos a la policía y expulsándolos del sacerdocio.

Es menester que los obispos de otros países afectados y no afectados todavía, adopten esta política para que no se encubra el delito.

Cuando ls líderes de la Iglesia tuvieron la oportunidad de defender a los niños o a ellos mismos, prefirieron defenderse a sí mismos, pero al hacerlo perjudicaron a toda la Iglesia y su credibilidad.

En muchos países latinoamericanos el escándalo todavía no saltó, tal vez porque son sociedades más cerradas donde existen mayors prejuicios sobre temas sexuales, o porque el sistema judicial es aún más reacio a demandas sobre estos temas - pero seguramente también pueden saltar en cualquier momento y sería decoroso que los obispos y el clero actúen decorosamente y no cometiendo los mismos errors que los líderes estadounidenses y europeos.

Tensión entre la verdad y la libertad

Desde mis inicios en el periodismo hasta mi actual exploración en la ficción, la relación entre verdad y libertad siempre me ha fascinado. S...