El domingo de Pascua no fue muy bueno. Hubiese preferido que el Papa Benedicto XVI hubiera repetido su lema de "tolerancia cero" sobre los curas pederastas y hubiera pedido perdón por las declaraciones que uno de sus asistentes dio el Viernes Santo comparando las críticas contra el Pontífice como aquellas que sufrieron los judíos tras el holocausto.
Es verdad que el Papa no puede estar todos los días refiriéndose al problema de los pederastas, pero no es menos cierto que los líderes de la Iglesia sí tienen la responsabilidad de no evadir este tema por mas espinoso que sea.
Años atrás, cuando el primer escándalo se destapó en EEUU por la década del 70 y más recientemente se develó en los 90, este problema solo aparentaba ser de los católicos estadounidenses.
Los obispos norteamericanos en el 2002 determinaron la política de tolerancia cero, dejando de encubrir a los pederastas, denunciándolos a la policía y expulsándolos del sacerdocio.
Es menester que los obispos de otros países afectados y no afectados todavía, adopten esta política para que no se encubra el delito.
Cuando ls líderes de la Iglesia tuvieron la oportunidad de defender a los niños o a ellos mismos, prefirieron defenderse a sí mismos, pero al hacerlo perjudicaron a toda la Iglesia y su credibilidad.
En muchos países latinoamericanos el escándalo todavía no saltó, tal vez porque son sociedades más cerradas donde existen mayors prejuicios sobre temas sexuales, o porque el sistema judicial es aún más reacio a demandas sobre estos temas - pero seguramente también pueden saltar en cualquier momento y sería decoroso que los obispos y el clero actúen decorosamente y no cometiendo los mismos errors que los líderes estadounidenses y europeos.
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