sábado, 2 de febrero de 2013

Curas pedófilos; herida abierta


La herida sigue abierta. Desde que hace años atrás la Arquidiócesis de Boston se vio obligada a actuar en contra de los abusos de menores por parte de sus sacerdotes a raíz de investigaciones de los diarios Boston Globe y Boston Phoenix, las denuncias sobre este problema de la pederastia se extendieron por todas las diócesis del país y del mundo entero.
Ahora la justicia de California, en una pelea de más de un lustro, finalmente pudo obligar a la Arquidiócesis de Los Ángeles a que revele 12 mil páginas de documentos en los que se reflejan, con nombre y apellido, los nombres de 122 curas supuestamente pedófilos que han abusado de menores de edad.
El arzobispo, José Gómez, entre otras medidas, consternado  por los crímenes sobre los que ahora le toca responder, prohibió al ex arzobispo y cardenal jubilado, hablar en público y asumir tareas eclesiásticas como celebrar misa por haber ocultado durante su término el problema y no haber tomado las medidas adecuadas contra los curas pedófilos.
Lamentablemente hasta entonces, la Iglesia veía a este como un conflicto interno solucionable mediante el traslado de los curas pedófilos a otras diócesis para tapar las evidencias. Pero como sucede con los abusadores, esa política permitió que se esparza aún más el problema.
Sobre este tema he repetido en este blog que las autoridades de la Iglesia han pecado por acción y omisión y se han confundido tratando de disfrazar crímenes de pecados. La Iglesia, como la de Los Ángeles, no debiera esperar a ser intimada por la justicia para revelar los nombres de los abusadores o las denuncias reiteradas y sistemáticas que pesan contra algunos de sus miembros.
Para ganar credibilidad y autoridad y para cerrar este capítulo – tan negro en su historia como el de la Inquisición – la Iglesia debería presentarse ante la justicia y desenmascarar a todos los criminales que se cobijan en su seno.
No valen arrepentimientos ni excusas ni penitencias. Se necesita justicia tanto para alivianar la carga de las víctimas como para sanear a una Iglesia en descrédito.

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