Hugo Chávez tuvo la tribuna que disfruta en Buenos Aires. La del insulto, de la diatriba, del sarcasmo y de la ironía; junto a la del elogio desmesurado, de la propaganda, de la aclamación desmedida. Se burló del periodismo libre en una ceremonia en el que paradójicamente se le entregó un premio a la libertad de prensa. Si se lo merecía, en todo caso lo hubiera tenido que disfrutar pero no insultar a todo el periodismo y creer, como siempre, en su comunicación mesiánica salvadora de los pueblos oprimidos.
En su discurso al recibir esta noche en la Universidad de La Plata el premio Rodolfo Walsh a la libertad de expresión, negó en reiteradas ocasiones que sea un censor y que en su país, Venezuela, haya cerrado medios o agredido a periodistas.
Chávez hace más de lo mismo, niega con la boca lo que la evidencia demuestra. Pero repito, como lo hice en otros posts, la culpa no es de él, sino de quienes lo idolatran por semejantes “logros”. Chávez es sin duda, el mayor opresor de la libertad de prensa y de expresión en estos momentos, a excepción, claro está, de los gobernantes de Cuba.
El premio es chocante por su naturaleza. Pero repito, me da pena por los estudiantes de la Facultad de Periodismo y Comunicación de esa universidad. Deben tener vergüenza ajena, al menos los que entienden cuál será el trabajo que tendrán en el futuro como periodistas.
Si algo tenía que tener de particular este acto, no solo fue el agravio que Chávez le dispensó al periodismo latinoamericano, sino además que los líderes universitarios no permitieron más que al estatal Canal 7 cubrir el evento. A los demás se les negó el acceso. Todo muy digno de un buen acto donde debía resaltarse la libertad de expresión.
Con el apoyo del gobierno, la ceremonia fue otro acto oficial más.
Quiero contarles sobre los procesos creativos de esta nueva historia sobre la verdad, la libertad y el miedo al futuro. Es mi nueva novela y espero publicarla cuando se sincronicen los planetas (las editoriales) o cuando se me acabe la paciencia y decida autopublicar -- Los contenidos de mi blog Prensa y Expresión están en el archivo. Blog por Ricardo Trotti
marzo 29, 2011
marzo 28, 2011
Bloqueo a los diarios argentinos
Esta es una entrevista que me hicieron ayer en calidad de director de Libertad de Prensa de la SIP, sobre el bloqueo a la distribución de diarios en Buenos Aires, que afectó la distrubicón parcial del periódico La Nación y en forma total a las ediciones de domingo de los diarios Clarín y Olé.
marzo 27, 2011
marzo 26, 2011
¿Una broma de mal gusto, el premio a Chávez?
No salgo de mi asombro y de preguntarme si el premio a Hugo Chávez por su prédica a favor de la libertad de prensa, la comunicación comunitaria y de un montón de justificativos políticos, que le otorgó la Universidad de La Plata en Argentina, es una broma de mal gusto, una tomadura de pelo a todas las víctimas de la represión de la palabra libre o una de esas tonterías de sesgo político para llamar la atención.
Me parece que es un poco de todo. Mi primera reacción, después del asombro, fue pensar en los alumnos de esa universidad, no en aquellos que gustosamente habrán celebrado, que los debe haber, sino en aquellos que comprenden los descalabros que Hugo Chávez ha hecho desde que asumió en 1999, persiguiendo periodistas, insultándolos, agrediéndolos a través de las turbas de camisas coloradas, cerrando 35 emisoras y decenas de periódicos y páginas de internet, abriendo nuevos medios del gobierno para usarlos no como medios públicos sino de propaganda gubernamental, y creando leyes y decretos en contra de la información libre, bloquear el acceso a información pública y limitar, bloquear y filtrar el acceso y contenidos en el internet y las redes sociales.
Si yo fuera alumno de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social estaría muy preocupado y consideraría dejar de estudiar. ¿Por qué? Simplemente porque si la mirada política de la universidad en materia de comunicación y de visión del periodismo y la libertad de prensa es ésta, que garantías tengo de que me ofrecerán una educación imparcial, objetiva, independiente; justamente siendo esos los valores que me deben inculcar como los más importantes de mi formación.
Esto de Chávez me hace acordar a similar premio que recibió Fidel Castro de un colegio de periodista cubano, así como el Premio Internacional a los Derechos Humanos que Muamar al Kadafi le entregó a Hugo Chávez, Evo Morales y Raúl Castro en diferentes oportunidades.
Me preocupa que Florencia Saitout, decana de la Facultad de Periodismo y CS de la Universidad de La Plata crea que en Venezuela hay libertad de prensa. Dijo que para ella es una alegría que Chávez aceptará el premio y que discutirá con los estudiantes. Creo que es bueno que se reúna con los estudiantes, pero de ahí a que el punto de partida sea un reconocimiento a su lucha por la libertad de prensa, huele a hediondo.
El premio Rodolfo Walsh se instituyó en 1997 para estimular la excelencia periodística. Ojalá los estudiantes puedan reevaluar lo que significa excelencia periodística, que más allá de un componente informativo, la profesión tiene una alta carga de responsabilidad sobre la defensa de la libertad de prensa, por lo que obviamente este premio a Chávez termina siendo una flagrante contradicción a los valores de nuestra profesión y de la libertad de expresión.
Me parece que es un poco de todo. Mi primera reacción, después del asombro, fue pensar en los alumnos de esa universidad, no en aquellos que gustosamente habrán celebrado, que los debe haber, sino en aquellos que comprenden los descalabros que Hugo Chávez ha hecho desde que asumió en 1999, persiguiendo periodistas, insultándolos, agrediéndolos a través de las turbas de camisas coloradas, cerrando 35 emisoras y decenas de periódicos y páginas de internet, abriendo nuevos medios del gobierno para usarlos no como medios públicos sino de propaganda gubernamental, y creando leyes y decretos en contra de la información libre, bloquear el acceso a información pública y limitar, bloquear y filtrar el acceso y contenidos en el internet y las redes sociales.
Si yo fuera alumno de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social estaría muy preocupado y consideraría dejar de estudiar. ¿Por qué? Simplemente porque si la mirada política de la universidad en materia de comunicación y de visión del periodismo y la libertad de prensa es ésta, que garantías tengo de que me ofrecerán una educación imparcial, objetiva, independiente; justamente siendo esos los valores que me deben inculcar como los más importantes de mi formación.
Esto de Chávez me hace acordar a similar premio que recibió Fidel Castro de un colegio de periodista cubano, así como el Premio Internacional a los Derechos Humanos que Muamar al Kadafi le entregó a Hugo Chávez, Evo Morales y Raúl Castro en diferentes oportunidades.
Me preocupa que Florencia Saitout, decana de la Facultad de Periodismo y CS de la Universidad de La Plata crea que en Venezuela hay libertad de prensa. Dijo que para ella es una alegría que Chávez aceptará el premio y que discutirá con los estudiantes. Creo que es bueno que se reúna con los estudiantes, pero de ahí a que el punto de partida sea un reconocimiento a su lucha por la libertad de prensa, huele a hediondo.
El premio Rodolfo Walsh se instituyó en 1997 para estimular la excelencia periodística. Ojalá los estudiantes puedan reevaluar lo que significa excelencia periodística, que más allá de un componente informativo, la profesión tiene una alta carga de responsabilidad sobre la defensa de la libertad de prensa, por lo que obviamente este premio a Chávez termina siendo una flagrante contradicción a los valores de nuestra profesión y de la libertad de expresión.
marzo 25, 2011
Derechos humanos y su manipulación política
En el día que se recordará porque Brasil votó a favor en el Consejo de De Derechos Humanos para que se envíe un investigador de derechos humanos a Irán, terminando el idilio de tantos años del ex presidente Lula Da Silva con el régimen iraní, les comparto la columna que bajo el título “derechos humanos politizados”, publicaron varios medios esta semana.
Cuando de violaciones a los derechos humanos se trata, los gobiernos tienden a ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio. De ahí que el presidente venezolano Hugo Chávez propusiera que la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) tenga su propio tribunal internacional, al considerar que los de la ONU y la OEA son títeres de EE.UU. y chantajean en su nombre.
La coartada de Chávez le permite desviar la atención de las violaciones que su gobierno comete, prohibir la supervisión de organismos internacionales en su territorio, expulsar a directivos de Human Rights Watch o desconocer los fallos de la Corte Interamericana, sin temor a reprimendas. Su hipocresía le vale de excusa para intercambiar con Moamar al Kadafi la espada de Simón Bolívar por el Premio Internacional de los Derechos Humanos; o “comprarlo” para que lo exhiban de trofeo sus solidarios colegas Daniel Ortega y Evo Morales.
Los políticos tienen esa extraña forma de solidaridad para omitir las denuncias de los violadores cuando se trata de camaradas de ideología. Así lo resaltó el ex presidente brasileño Fernando Henrique Cardoso para acusar a su sucesor, Lula da Silva, por haber llamado “líder y hermano” a Kadafi, o prodigarle honores a los hermanos Castro.
Salvo excepciones, los intelectuales también se comportan igual. Lo confirma el escaso apoyo que despertó la valiente arremetida del disidente cubano, Oscar Elías Biscet, apenas salido de la cárcel. Rechazando el destierro, pidió a Raúl y Fidel Castro que renunciaran por mantener una dictadura totalitaria de corte hitleriano-stalinista.
Raúl Castro no replicó. Seguro que sus amigos lo harán por él, como en 2009, cuando la Comisión de Derechos Humanos de la ONU reconoció a su gobierno por sus “significativos resultados en la promoción y protección de los derechos humanos para todos''. Entonces, el comité estaba dominado por China y Libia, y la resolución fue promovida por Venezuela, tres gobiernos de sobra conocidos por acusar a otros de los delitos que ellos cometen.
Esa incongruencia entre lo que se dice y hace, también alcanza a EE.UU. El gobierno de Barack Obama promueve erradicar la violencia en la frontera con México, pero su Departamento de Justicia autorizó la operación secreta “Rápido y Furioso”, con la que se infiltraron armas de asalto entre narcotraficantes con la justificación de poder rastrear sus conductas y aniquilarlas.
Algunos insisten en que un fin loable justifica medios espurios, pero el problema es que esas armas pudieron generar más muertes de inocentes. Justificar esa acción, sería como creer que para comprobar la eficiencia de la penicilina, EE.UU. actuó bien a mediados del siglo pasado, cuando sus médicos inyectaron con sífilis y gonorrea a centeneras de presos y pacientes psiquiátricos de Guatemala. Tan abominable fue aquel laboratorio de Estado, como la filtración de armas entre los narcos más violentos del mundo.
El Estado es por naturaleza quien debe proteger los derechos humanos y prevenir sus violaciones, de ahí la gravedad cuando los infringe. Así, no se pueden justificar los genocidios de los militares latinoamericanos o el uso reciente de los servicios secretos en Argentina, Colombia y Perú, para espiar o perseguir a opositores, jueces y periodistas. Por prácticas similares, es que los egipcios destituyeron esta semana sus servicios de inteligencia para garantizar que los vientos democráticos permitan un verdadero cambio.
En derechos humanos, las medidas deben ser preventivas, no solo correctivas. Por eso empezaron a lloverle críticas a los gobiernos japoneses. Nadie duda del estoicismo y la honradez de un pueblo que sobrelleva con orden un terremoto y un tsunami catastróficos; pero no se entiende como uno de los países más previsores del mundo, falló por décadas en inspeccionar y reacondicionar los reactores nucleares de Fukushima, a expensas del derecho a la vida de sus ciudadanos.
El olvido también es una forma peligrosa de politizar los derechos humanos. La desmemoria permite que dictadores sangrientos, como el haitiano Jean-Claude Duvalier, puedan regresar campantes a probar suerte en países que en su momento vilipendiaron.
Si no hay memoria, es decir justicia, algún día también podría volver el “carnicero de Trípoli”, si es que lo destronan o neutralizan, como lo acaba de autorizar el Consejo de Seguridad de la ONU.
Cuando de violaciones a los derechos humanos se trata, los gobiernos tienden a ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio. De ahí que el presidente venezolano Hugo Chávez propusiera que la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) tenga su propio tribunal internacional, al considerar que los de la ONU y la OEA son títeres de EE.UU. y chantajean en su nombre.
La coartada de Chávez le permite desviar la atención de las violaciones que su gobierno comete, prohibir la supervisión de organismos internacionales en su territorio, expulsar a directivos de Human Rights Watch o desconocer los fallos de la Corte Interamericana, sin temor a reprimendas. Su hipocresía le vale de excusa para intercambiar con Moamar al Kadafi la espada de Simón Bolívar por el Premio Internacional de los Derechos Humanos; o “comprarlo” para que lo exhiban de trofeo sus solidarios colegas Daniel Ortega y Evo Morales.
Los políticos tienen esa extraña forma de solidaridad para omitir las denuncias de los violadores cuando se trata de camaradas de ideología. Así lo resaltó el ex presidente brasileño Fernando Henrique Cardoso para acusar a su sucesor, Lula da Silva, por haber llamado “líder y hermano” a Kadafi, o prodigarle honores a los hermanos Castro.
Salvo excepciones, los intelectuales también se comportan igual. Lo confirma el escaso apoyo que despertó la valiente arremetida del disidente cubano, Oscar Elías Biscet, apenas salido de la cárcel. Rechazando el destierro, pidió a Raúl y Fidel Castro que renunciaran por mantener una dictadura totalitaria de corte hitleriano-stalinista.
Raúl Castro no replicó. Seguro que sus amigos lo harán por él, como en 2009, cuando la Comisión de Derechos Humanos de la ONU reconoció a su gobierno por sus “significativos resultados en la promoción y protección de los derechos humanos para todos''. Entonces, el comité estaba dominado por China y Libia, y la resolución fue promovida por Venezuela, tres gobiernos de sobra conocidos por acusar a otros de los delitos que ellos cometen.
Esa incongruencia entre lo que se dice y hace, también alcanza a EE.UU. El gobierno de Barack Obama promueve erradicar la violencia en la frontera con México, pero su Departamento de Justicia autorizó la operación secreta “Rápido y Furioso”, con la que se infiltraron armas de asalto entre narcotraficantes con la justificación de poder rastrear sus conductas y aniquilarlas.
Algunos insisten en que un fin loable justifica medios espurios, pero el problema es que esas armas pudieron generar más muertes de inocentes. Justificar esa acción, sería como creer que para comprobar la eficiencia de la penicilina, EE.UU. actuó bien a mediados del siglo pasado, cuando sus médicos inyectaron con sífilis y gonorrea a centeneras de presos y pacientes psiquiátricos de Guatemala. Tan abominable fue aquel laboratorio de Estado, como la filtración de armas entre los narcos más violentos del mundo.
El Estado es por naturaleza quien debe proteger los derechos humanos y prevenir sus violaciones, de ahí la gravedad cuando los infringe. Así, no se pueden justificar los genocidios de los militares latinoamericanos o el uso reciente de los servicios secretos en Argentina, Colombia y Perú, para espiar o perseguir a opositores, jueces y periodistas. Por prácticas similares, es que los egipcios destituyeron esta semana sus servicios de inteligencia para garantizar que los vientos democráticos permitan un verdadero cambio.
En derechos humanos, las medidas deben ser preventivas, no solo correctivas. Por eso empezaron a lloverle críticas a los gobiernos japoneses. Nadie duda del estoicismo y la honradez de un pueblo que sobrelleva con orden un terremoto y un tsunami catastróficos; pero no se entiende como uno de los países más previsores del mundo, falló por décadas en inspeccionar y reacondicionar los reactores nucleares de Fukushima, a expensas del derecho a la vida de sus ciudadanos.
El olvido también es una forma peligrosa de politizar los derechos humanos. La desmemoria permite que dictadores sangrientos, como el haitiano Jean-Claude Duvalier, puedan regresar campantes a probar suerte en países que en su momento vilipendiaron.
Si no hay memoria, es decir justicia, algún día también podría volver el “carnicero de Trípoli”, si es que lo destronan o neutralizan, como lo acaba de autorizar el Consejo de Seguridad de la ONU.
marzo 24, 2011
Bolivia y el justo reclamo de salida al mar
No comparto para nada la visión de Evo Morales sobre la forma de hacer gobierno ni como mira a la realidad o al mundo. Me identifico mucho más con la manera ordenada de gerenciamiento de Sebastián Piñera y las características de un gobierno plenamente democrático como el chileno.
Sin embargo, me parece adecuado y legítimo que el presidente boliviano quiera buscar en los tribunales internacionales una salida al mar después de que su país, con la ayuda de Perú, perdió la guerra con Chile hace 132 años y con ello 400 kilómetros de costa en el Océano Pacífico y 120 mil kms cuadrados de territorio.
Aunque con su anuncio de que creará una Dirección General de Reivindicación Marítima, para crear estrategias de lucha ante los tribunales internacionales, Morales sepultó el diálogo con su homólogo chileno que contenía algunas esperanzas de obtener una salida al mar, creo que tiene todo el derecho de buscar otras alternativas, tal vez menos políticas y más rápidas.
La salida al mar de Bolivia no es un tema fácil y despierta nacionalismos y pasiones a ambos lados de la frontera. Muchos creen que nada avanzará a favor o en contra a pesar de los diálogos. Creer que Bolivia no puede reclamar porque ha perdido una guerra, sería como para la Argentina renunciar a la soberanía de las Islas Malvinas porque ha perdido varias veces esas islas en los campos de batalla.
Bolivia tiene todo el derecho de trenzarse una vez más en una disputa jurídica internacional. Lo peor que le pueda pasar es que todo el peso de la ley quede del lado chileno y se le cierren las puertas al diálogo y la salida al mar a varias generaciones bolivianas futuras.
Sin embargo, me parece adecuado y legítimo que el presidente boliviano quiera buscar en los tribunales internacionales una salida al mar después de que su país, con la ayuda de Perú, perdió la guerra con Chile hace 132 años y con ello 400 kilómetros de costa en el Océano Pacífico y 120 mil kms cuadrados de territorio.
Aunque con su anuncio de que creará una Dirección General de Reivindicación Marítima, para crear estrategias de lucha ante los tribunales internacionales, Morales sepultó el diálogo con su homólogo chileno que contenía algunas esperanzas de obtener una salida al mar, creo que tiene todo el derecho de buscar otras alternativas, tal vez menos políticas y más rápidas.
La salida al mar de Bolivia no es un tema fácil y despierta nacionalismos y pasiones a ambos lados de la frontera. Muchos creen que nada avanzará a favor o en contra a pesar de los diálogos. Creer que Bolivia no puede reclamar porque ha perdido una guerra, sería como para la Argentina renunciar a la soberanía de las Islas Malvinas porque ha perdido varias veces esas islas en los campos de batalla.
Bolivia tiene todo el derecho de trenzarse una vez más en una disputa jurídica internacional. Lo peor que le pueda pasar es que todo el peso de la ley quede del lado chileno y se le cierren las puertas al diálogo y la salida al mar a varias generaciones bolivianas futuras.
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