Ser corresponsal de guerra es uno de los oficios más peligrosos. En estos días, las revueltas en los países árabes están confirmando esa tesitura. Esta semana en Libia el New York Times no sabe sobre el paradero de cuatros de sus periodistas y Humberto Trezzi, un corresponsal brasileño del grupo RBS de Porto Alegre, salió ileso del fuego cruzado entre rebeldes y oficialistas, después de que se lo había dado por desaparecido. Humberto fue entrenado en un curso que en la SIP ofrecíamos hasta el año pasado para corresponsales, junto a militares argentinos de Caecopaz, una fuerza de cascos azules de la ONU.
En mi columna de esta semana, Zonas de Exclusión, publicada en EE.UU. y varios diarios latinoamericanos expongo el tema:
“Cuando los autócratas temen una crisis, a lo primero que atinan es a maniatar a medios de comunicación y periodistas; pero estos premeditados apagones informativos suelen desencadenar mayores conflictos, con desenlaces no deseados.
La caída de los presidentes de Túnez y Egipto, y la suerte del régimen libio de Moamar el Kadafi, son la evidencia. Censurar a los medios y al internet o crear zonas de exclusión para prohibir el trabajo de los periodistas extranjeros, no les garantiza a los gobiernos que puedan continuar indefinidamente con sus políticas autoritarias.
La censura es una medida a corto plazo, porque la información siempre termina por filtrarse e imponerse. Por más que las noticias sean negativas, cuando fluyen, como ocurre en Libia, pueden incluso beneficiar al régimen. En este caso, EEUU, la OTAN y la Comunidad Europea no intervienen militarmente no porque no puedan o Rusia y China se opongan, sino porque están midiendo las posibles reacciones negativas de una opinión pública internacional informada y vigilante.
De todos modos, los gobiernos despóticos creen en la salvaguarda de la censura y que los corresponsales extranjeros son su mayor amenaza. Por eso les prohíben cubrir informaciones que consideran sensibles o los agreden, encarcelan, vigilan, les niegan las acreditaciones, retiran sus visas de trabajo o los expulsan.
A veces las agresiones son brutales y desmedidas. Esta semana, soldados del régimen libio simularon un fusilamiento contra corresponsales de la BBC de Londres en castigo por violar una zona de exclusión periodística, un hecho tan cercano a la tortura como el caso de Laura Logan, de la cadena estadounidense CBS, que fue violada por las turbas egipcias cuando cubría la caída de Hosni Mubarak.
Libia no es el único país donde los corresponsales sufren restricciones. En China, el gobierno impuso nuevas prohibiciones para que los periodistas no merodeen una plaza en Shangai y un barrio de Beijing adonde los internautas habían convocado a las “protestas de jazmín”, para reclamar todos los domingos por menos corrupción, más reformas y democracia.
En estos días, el gobierno chino, decidido a impedir protestas similares a las del mundo árabe, detuvo, vigiló y agredió a una treintena de miembros de la prensa extranjera, con la misma bestialidad que usa contra sus disidentes políticos. Una violencia que fue usual en el régimen de Irán en 2009, cuando se les prohibió a los corresponsales salir de sus hoteles para cubrir las protestas por el fraude electoral que llevó al poder al presidente Mahmud Ahmadineyad.
En Irán los periodistas solo tienen permitido cubrir marchas progubernamentales. Por eso esta semana fue expulsado el jefe de la agencia noticiosa francesa AFP y se les revocó la visa a otros 10 reporteros foráneos por cubrir una protesta de la oposición. Y en una forma muy creativa, como en China, se acusa a los periodistas ya sea de entrenar a hackers para que interfieran sitios oficiales de internet o de fabricar noticias. Muchas veces el argumento, como ocurrió a principios de mes en Panamá, cuando el gobierno de Ricardo Martinelli expulsó a dos cronistas españoles, es que los periodistas instigan al delito o arengan a las turbas para crear noticias.
Estas estrategias son usuales en el gobierno de Cuba, que sigue practicando una efectiva presión contra los corresponsales a través del Centro Internacional de Prensa, encargado de emitir acreditaciones. Si bien Cuba no ha expulsado corresponsales desde que en 2007 echó a los de El Universal de México, Chicago Tribune y la BBC, limita la cantidad de reporteros que pueden acreditar los medios extranjeros. Además, estos solo tienen que movilizarse con choferes y ayudantes que provee el gobierno, con la intención de que se delate cualquier conducta impropia de los reporteros.
Pero más allá de la censura a medios tradicionales y corresponsales, los regímenes autoritarios no contaban con la alianza estratégica que el periodismo viene tejiendo con los activos ciudadanos, con una comunicación más horizontal a través de internet, redes sociales y telefonía celular.
Así, como se observa en las crisis actuales, los déspotas no saben bien cómo lidiar con las nuevas tecnologías de la comunicación y el poder ciudadano. Advierten que la censura y las zonas de exclusión ya no les son suficientes para mantener su poder”.
Quiero contarles sobre los procesos creativos de esta nueva historia sobre la verdad, la libertad y el miedo al futuro. Es mi nueva novela y espero publicarla cuando se sincronicen los planetas (las editoriales) o cuando se me acabe la paciencia y decida autopublicar -- Los contenidos de mi blog Prensa y Expresión están en el archivo. Blog por Ricardo Trotti
marzo 17, 2011
marzo 16, 2011
Tenemos 22 finalistas en Dona tu Voz
Escuchen y descarguen las canciones de estos estupendos 22 talentosos artistas que nos donaron sus voces e interpretaciones para crear mayor conciencia sobre la violencia en contra de la violencia y la impunidad que rodea a los críemens contra periodistas
Dona tu voz por los que no tienen voz
Dona tu voz por los que no tienen voz
marzo 15, 2011
Japón nos enseña dos cosas
La tragedia en Japón nos enseña dos cosas. La prevención, la preparación y las precauciones en materia de desastres naturales ahorran muchas vidas; pero la creencia de que todo es previsible, seguro y manejable en materia de energía atómica es solo un espejismo, una ilusión o una quimera.
Solo basta pensar qué hubiera pasado en Haití o en Chile el año pasado si un sismo y un tsunami como el que el pasado viernes le tocó a Japón, hubiera desplegado toda su furia. En Haití los más de 300 mil muertos y en Chile lo casi mil, hubieran sido solo una pequeña porción de la tragedia.
Japón tiene muchos muertos y pueblos arrasados, pero gracias a sus sistemas de prevención ha podido ahorrar cientos de miles de vidas. Muchas personas escaparon a la tragedia por el solo hecho de haber sido advertidos con tiempo, gracias a sistemas que se empezaron a implementar hace décadas y a que sus ciudadanos son instruidos en el arte de lidiar con las catástrofes como nadie. Los niños aprenden cómo prepararse y la supervivencia, la solidaridad y la calma se han transformado en una forma de vida. Hemos podido observar cómo la gente, a pesar de la conmoción, hace filas, está en orden, respeta a los demás y no se produjeron escenas de desesperados que se aprovechan de lo ajeno. Los chilenos y haitianos se mostraron diferentes y los hemos justificado porque la tragedia puede sacar a todos de su quicio. Lo de Japón y su tranquilidad, en cambio, pareció desquiciarnos.
Pero Japón nos dio otra lección y la humanidad hoy se encuentra repensando la utilidad y la seguridad de la energía nuclear. Ésta es tal vez la más limpia, pero a pesar de todo el minucioso proceso de seguridad, también es la más insegura o, al menos, la que percibimos como la más insegura.
Lo importante es que como nunca antes, con las comunicaciones tan globalizadas, estamos aprendiendo como nunca sobre los pros y contras de la energía nuclear. Y los gobiernos, a pesar de que mucho no les agrade, se ven cada vez más obligados a ser transparentes y rendir cuentas. De ahí que ahora deban lidiar con una opinión pública internacional demasiado ignorante, por lo que varios gobiernos actúan de acuerdo a los vaivenes electorales, como el caso del Alemán que debió mantener apagados varios reactores, o están pagando su imagen con una mala percepción del público debido a que no pueden contrarrestar a tiempo el sensacionalismo que despliegan muchos medios de comunicación.
Lo cierto es que la energía atómica no solo representa su vulnerabilidad ante una catástrofe natural de las dimensiones del terremoto de Japón, sino que también nos hace pensar cuán vulnerable puede ser ante un minúsculo ataque de algún terrorista o de algún desperfecto de ingeniería o de un ciber ataque.
Una nube radioactiva como la que se desprendió de Fukushima, trae a la memoria la radioactividad mortal de Chernobyl en Rusia y los problemas de Three Mile Island en EEUU. Nuestros parámetros y percepciones están nuevamente cambiando, y de ella depende la suerte de la energía nuclear para el futuro.
Si en Japón, uno de los países más desarrollados del mundo, con la sofisticación de haber sido hasta hace poco la segunda economía mundial y capacitado en la cultura de la prevención, estos accidentes pasan; qué confianza podemos tener en las centrales de Argentina, Brasil y México.
Solo basta pensar qué hubiera pasado en Haití o en Chile el año pasado si un sismo y un tsunami como el que el pasado viernes le tocó a Japón, hubiera desplegado toda su furia. En Haití los más de 300 mil muertos y en Chile lo casi mil, hubieran sido solo una pequeña porción de la tragedia.
Japón tiene muchos muertos y pueblos arrasados, pero gracias a sus sistemas de prevención ha podido ahorrar cientos de miles de vidas. Muchas personas escaparon a la tragedia por el solo hecho de haber sido advertidos con tiempo, gracias a sistemas que se empezaron a implementar hace décadas y a que sus ciudadanos son instruidos en el arte de lidiar con las catástrofes como nadie. Los niños aprenden cómo prepararse y la supervivencia, la solidaridad y la calma se han transformado en una forma de vida. Hemos podido observar cómo la gente, a pesar de la conmoción, hace filas, está en orden, respeta a los demás y no se produjeron escenas de desesperados que se aprovechan de lo ajeno. Los chilenos y haitianos se mostraron diferentes y los hemos justificado porque la tragedia puede sacar a todos de su quicio. Lo de Japón y su tranquilidad, en cambio, pareció desquiciarnos.
Pero Japón nos dio otra lección y la humanidad hoy se encuentra repensando la utilidad y la seguridad de la energía nuclear. Ésta es tal vez la más limpia, pero a pesar de todo el minucioso proceso de seguridad, también es la más insegura o, al menos, la que percibimos como la más insegura.
Lo importante es que como nunca antes, con las comunicaciones tan globalizadas, estamos aprendiendo como nunca sobre los pros y contras de la energía nuclear. Y los gobiernos, a pesar de que mucho no les agrade, se ven cada vez más obligados a ser transparentes y rendir cuentas. De ahí que ahora deban lidiar con una opinión pública internacional demasiado ignorante, por lo que varios gobiernos actúan de acuerdo a los vaivenes electorales, como el caso del Alemán que debió mantener apagados varios reactores, o están pagando su imagen con una mala percepción del público debido a que no pueden contrarrestar a tiempo el sensacionalismo que despliegan muchos medios de comunicación.
Lo cierto es que la energía atómica no solo representa su vulnerabilidad ante una catástrofe natural de las dimensiones del terremoto de Japón, sino que también nos hace pensar cuán vulnerable puede ser ante un minúsculo ataque de algún terrorista o de algún desperfecto de ingeniería o de un ciber ataque.
Una nube radioactiva como la que se desprendió de Fukushima, trae a la memoria la radioactividad mortal de Chernobyl en Rusia y los problemas de Three Mile Island en EEUU. Nuestros parámetros y percepciones están nuevamente cambiando, y de ella depende la suerte de la energía nuclear para el futuro.
Si en Japón, uno de los países más desarrollados del mundo, con la sofisticación de haber sido hasta hace poco la segunda economía mundial y capacitado en la cultura de la prevención, estos accidentes pasan; qué confianza podemos tener en las centrales de Argentina, Brasil y México.
marzo 14, 2011
¿Universidades o fútbol?
En América Latina estamos muy atrasados en materia educativa, la disciplina por la cual se puede prever el futuro. Con la calidad universitaria actual, el porvenir está comprometido.
En un estudio reciente realizado por la firma Ipos Media a pedido del diario británico The Times, no figura ninguna universidad latinoamericana entre las más destacadas de una lista de 200 que encabeza la estadounidense Universidad de Harvard.
En el informe, con cierto sarcasmo, pero como realidad objetiva, se destaca que la región "no causa la misma sensación que sus equipos de fútbol".
Creería que se refiere a selecciones nacionales de fútbol, porque de equipos de clubes de fútbol en general, la exportación y sangría de jugadores viene debilitando al deporte en forma progresiva, de ahí que los clubes sudamericanos ya no integren la lista de equipos conformada mayormente por italianos, británicos y españoles y que encabeza hoy en día el Barcelona.
Lamentablemente el fútbol no salvará a América Latina del subdesarrollo, sí lo harían universidades mejores, con presupuesto adecuado, con plantillas estables de profesores dedicados a la investigación, con programas de “outreach” o de alcance a la comunidad.
De las 10 mejores universidades encontradas en la encuesta entre 13.388 académicos de 131 países, hay siete estadounidenses y tres inglesas, de un total de 72 norteamericanas, 29 británicas, 14 alemanas, 10 holandesas y seis chinas.
Estas son las 10 mejores universidades del mundo: 1. Harvard; 2. Instituto de Tecnología de California; 3. Massachusetts Institute of Technology (MIT); 4. Stanford; 5. Princeton; 6. Cambridge; 7. Oxford; 8. California, Berkeley; 9. Imperial College; y 10. Yale.
Ojalá en los próximos años en América Latina nos sintamos más orgullosos por tener mejores universidades que clubes de fútbol.
En un estudio reciente realizado por la firma Ipos Media a pedido del diario británico The Times, no figura ninguna universidad latinoamericana entre las más destacadas de una lista de 200 que encabeza la estadounidense Universidad de Harvard.
En el informe, con cierto sarcasmo, pero como realidad objetiva, se destaca que la región "no causa la misma sensación que sus equipos de fútbol".
Creería que se refiere a selecciones nacionales de fútbol, porque de equipos de clubes de fútbol en general, la exportación y sangría de jugadores viene debilitando al deporte en forma progresiva, de ahí que los clubes sudamericanos ya no integren la lista de equipos conformada mayormente por italianos, británicos y españoles y que encabeza hoy en día el Barcelona.
Lamentablemente el fútbol no salvará a América Latina del subdesarrollo, sí lo harían universidades mejores, con presupuesto adecuado, con plantillas estables de profesores dedicados a la investigación, con programas de “outreach” o de alcance a la comunidad.
De las 10 mejores universidades encontradas en la encuesta entre 13.388 académicos de 131 países, hay siete estadounidenses y tres inglesas, de un total de 72 norteamericanas, 29 británicas, 14 alemanas, 10 holandesas y seis chinas.
Estas son las 10 mejores universidades del mundo: 1. Harvard; 2. Instituto de Tecnología de California; 3. Massachusetts Institute of Technology (MIT); 4. Stanford; 5. Princeton; 6. Cambridge; 7. Oxford; 8. California, Berkeley; 9. Imperial College; y 10. Yale.
Ojalá en los próximos años en América Latina nos sintamos más orgullosos por tener mejores universidades que clubes de fútbol.
marzo 13, 2011
Bipolaridad a la cubana: Biscet y Gross
Cuba no ha dejado de regalarnos sorpresas en las últimas semanas. Por sus procederes recientes confirma que el régimen deambula con su personalidad bipolar entre medio de su esquizofrenia y su paranoia. Lo demuestra Fidel Castro con sus columnas que pretenden mayor cerramiento y las aperturas que su hermano Raúl quiere hacer desde el poder.
En realidad, los gobernantes cubanos nos regalan una de cal y otra de arena. Lo más positivo del año fue que esta semana el régimen liberó al disidente Oscar Elías Biscet, a pesar de que aceptó su liberación a cambio de no ser desterrado.
Aunque este médico opositor - quien estaba cumpliendo cárcel por una condena de 25 años desde el 2002 (ya había estado preso por tres años de 1999) por ‘‘actos contra la soberanía y la independencia del territorio nacional'' – está en libertad condicional y por cualquier motivo podrá ser reenviado a la cárcel, es igualmente una luz de esperanza para el movimiento disidente de la isla.
Pero cuando el régimen parecía congraciarse con la comunidad internacional, especialmente con la administración de Barack Obama que sigue relajando el embargo hacia la isla, la Justicia cubana (es decir el gobierno) condenó al contratista estadounidense Alan Gross, de 61 años.
La condena de Gross es a 15 años de cárcel por el uso de sistemas de comunicaciones entregados a la comunidad judía, considerado por el régimen un “proyecto subversivo del gobierno de Estados Unidos” por propiciar “actos contra la independencia o integridad territorial del Estado” para destruir el régimen de gobierno.
Seguramente el gobierno cubano busca así canjear a Gross con los cinco espías cubanos presos en EEUU, aunque las diferencias entre lo que hacían unos y otros es abismal.
De todos modos, lo de Gross, quien dependía de una agencia gubernamental para EEUU para sus actividades de donaciones de equipos de comunicación en la isla, tendrá que analizarse también desde el punto de vista de la soberanía de los estados y la intromisión que los gobiernos pueden hacer en otros países aunque los objetivos, como en este caso, sean loables, como es el de propiciar una mejor comunicación, mayor libertad de expresión y democracia.
Por lo pronto, Cuba nos sigue sorprendiendo con este tipo de noticias contradictorias dentro de un esquema político bipolar.
En realidad, los gobernantes cubanos nos regalan una de cal y otra de arena. Lo más positivo del año fue que esta semana el régimen liberó al disidente Oscar Elías Biscet, a pesar de que aceptó su liberación a cambio de no ser desterrado.
Aunque este médico opositor - quien estaba cumpliendo cárcel por una condena de 25 años desde el 2002 (ya había estado preso por tres años de 1999) por ‘‘actos contra la soberanía y la independencia del territorio nacional'' – está en libertad condicional y por cualquier motivo podrá ser reenviado a la cárcel, es igualmente una luz de esperanza para el movimiento disidente de la isla.
Pero cuando el régimen parecía congraciarse con la comunidad internacional, especialmente con la administración de Barack Obama que sigue relajando el embargo hacia la isla, la Justicia cubana (es decir el gobierno) condenó al contratista estadounidense Alan Gross, de 61 años.
La condena de Gross es a 15 años de cárcel por el uso de sistemas de comunicaciones entregados a la comunidad judía, considerado por el régimen un “proyecto subversivo del gobierno de Estados Unidos” por propiciar “actos contra la independencia o integridad territorial del Estado” para destruir el régimen de gobierno.
Seguramente el gobierno cubano busca así canjear a Gross con los cinco espías cubanos presos en EEUU, aunque las diferencias entre lo que hacían unos y otros es abismal.
De todos modos, lo de Gross, quien dependía de una agencia gubernamental para EEUU para sus actividades de donaciones de equipos de comunicación en la isla, tendrá que analizarse también desde el punto de vista de la soberanía de los estados y la intromisión que los gobiernos pueden hacer en otros países aunque los objetivos, como en este caso, sean loables, como es el de propiciar una mejor comunicación, mayor libertad de expresión y democracia.
Por lo pronto, Cuba nos sigue sorprendiendo con este tipo de noticias contradictorias dentro de un esquema político bipolar.
marzo 12, 2011
Mil post y miles de agradecimientos
Celebro hoy mi entrada número 1.000 (mil) en este blog, con un agradecimiento enorme a los que me leen desde que empecé esta publicación el 15 de abril de 2008, y a aquellos que dejan todo tipo de comentarios y argumentos; disintiendo, consintiendo.
Decidí ser bloguero para tener un espacio propio donde canalizar lo que antes hubiera volcado en las charlas de café con amigos o en las redacciones con mis colegas periodistas; pero sobre todo, convencido de que era necesario extender la formalidad de mi trabajo como funcionario y encargado de libertad de prensa de la Sociedad Interamericana de Prensa a un nivel más informal, íntimo, relajado, aunque siempre con el norte puesto en que no puede haber verdadera democracia sin libertad de prensa.
Mi blog es de opinión y de protesta; lo concebí como un lugar para orientar sobre temas de libre expresión. No es un espacio de investigación. Pero desde aquí alabo, honro, apoyo y comprendo a quienes eligieron esa tarea esencial para burlar la censura y la brutalidad de los déspotas, aún a pesar de pagarlo con cárcel, agravios y agresiones. Me siento honrado de pertenecer a esta comunidad de blogueros que emergió como un canto a la libertad gracias a las nuevas tecnologías.
Y aunque los blogs parezcan una antigüedad frente a otras formas de comunicación horizontal que emergieron gracias al internet, como las redes sociales, y a la telefonía celular con sus mensajes de texto, siempre serán un espacio adecuado para acomodar los pensamientos, los argumentos, las convicciones y los sentimientos (furias y alegrías).
Después de estos 1,000 post, si de algo estoy convencido, es que no cejaré jamás de reclamar por un mundo con mayor libertad de expresión; aunque esto implica tener que tolerar los agravios provenientes de ciber militantes contratados por gobiernos o empujados por convicciones propias, que tienen la tarea de insultar para generar autocensura.
La libertad de prensa y la libertad de expresión son disciplinas sin las cuales jamás se podría construir una verdadera sociedad equilibrada, equitativa, justa y democrática.
Agradezco a todos por su acompañamiento y si me permiten un consejo, hagan su propio blog. Es una buena manera de expresión, además de que con la escritura se practica la disciplina y la voluntad, atributos que sirven para ordenar los pensamientos.
Muchas gracias.
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