La tragedia en Japón nos enseña dos cosas. La prevención, la preparación y las precauciones en materia de desastres naturales ahorran muchas vidas; pero la creencia de que todo es previsible, seguro y manejable en materia de energía atómica es solo un espejismo, una ilusión o una quimera.
Solo basta pensar qué hubiera pasado en Haití o en Chile el año pasado si un sismo y un tsunami como el que el pasado viernes le tocó a Japón, hubiera desplegado toda su furia. En Haití los más de 300 mil muertos y en Chile lo casi mil, hubieran sido solo una pequeña porción de la tragedia.
Japón tiene muchos muertos y pueblos arrasados, pero gracias a sus sistemas de prevención ha podido ahorrar cientos de miles de vidas. Muchas personas escaparon a la tragedia por el solo hecho de haber sido advertidos con tiempo, gracias a sistemas que se empezaron a implementar hace décadas y a que sus ciudadanos son instruidos en el arte de lidiar con las catástrofes como nadie. Los niños aprenden cómo prepararse y la supervivencia, la solidaridad y la calma se han transformado en una forma de vida. Hemos podido observar cómo la gente, a pesar de la conmoción, hace filas, está en orden, respeta a los demás y no se produjeron escenas de desesperados que se aprovechan de lo ajeno. Los chilenos y haitianos se mostraron diferentes y los hemos justificado porque la tragedia puede sacar a todos de su quicio. Lo de Japón y su tranquilidad, en cambio, pareció desquiciarnos.
Pero Japón nos dio otra lección y la humanidad hoy se encuentra repensando la utilidad y la seguridad de la energía nuclear. Ésta es tal vez la más limpia, pero a pesar de todo el minucioso proceso de seguridad, también es la más insegura o, al menos, la que percibimos como la más insegura.
Lo importante es que como nunca antes, con las comunicaciones tan globalizadas, estamos aprendiendo como nunca sobre los pros y contras de la energía nuclear. Y los gobiernos, a pesar de que mucho no les agrade, se ven cada vez más obligados a ser transparentes y rendir cuentas. De ahí que ahora deban lidiar con una opinión pública internacional demasiado ignorante, por lo que varios gobiernos actúan de acuerdo a los vaivenes electorales, como el caso del Alemán que debió mantener apagados varios reactores, o están pagando su imagen con una mala percepción del público debido a que no pueden contrarrestar a tiempo el sensacionalismo que despliegan muchos medios de comunicación.
Lo cierto es que la energía atómica no solo representa su vulnerabilidad ante una catástrofe natural de las dimensiones del terremoto de Japón, sino que también nos hace pensar cuán vulnerable puede ser ante un minúsculo ataque de algún terrorista o de algún desperfecto de ingeniería o de un ciber ataque.
Una nube radioactiva como la que se desprendió de Fukushima, trae a la memoria la radioactividad mortal de Chernobyl en Rusia y los problemas de Three Mile Island en EEUU. Nuestros parámetros y percepciones están nuevamente cambiando, y de ella depende la suerte de la energía nuclear para el futuro.
Si en Japón, uno de los países más desarrollados del mundo, con la sofisticación de haber sido hasta hace poco la segunda economía mundial y capacitado en la cultura de la prevención, estos accidentes pasan; qué confianza podemos tener en las centrales de Argentina, Brasil y México.
2 comentarios:
Por lo menos Chavez dijo ayer que suspende sus planes de una planta nuclear por ahora
Chavez con energia atomica... mas peligroso que mono con una hojilla.
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