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enero 18, 2014

Obama, Snowden y el olvido por Assange

En el discurso de ayer sobre la reforma al sistema de espionaje, Barack Obama nombró por primera vez, en forma oficial, varias veces a Edward Snowden, quien se atribuyó la tarea de denunciar al mundo las prácticas poco saludables de la Agencia Nacional de Seguridad en materia de vigilancia y recopilación de datos de ciudadanos y líderes mundiales a través del internet y de escuchas telefónicas clandestinas.

Antes de las denuncias de Snowden, las otras denuncias que habían impactado al mundo, habían sido las de Julian Assange, que publicó en su sitio de Wikileaks filtraciones obtenidas del soldado Bradley Manning. Se trataba de documentos clasificados que denunciaban estrategias poco convencionales en las guerras de Irak y Afganistán, torturas, cárceles clandestinas de la CIA, apoyo de aliados y una tonelada de datos embarazosos para la diplomacia estadounidense, advirtiéndose su propensión a los chismes sobre líderes extranjeros.

En aquella época, Assange se mostró como un adalid de la verdad, una especie de Robin Hood de las informaciones, robándosela a los ricos en beneficio de los pobres. Pero en realidad, aquella información solo sirvió para conocer que debajo de las piedras también corre el agua, algo que siempre se sospechaba, pero no para que un gobierno tan poderoso como el de EE.UU. tuviera que cambiar de rumbo.

El gobierno solo sintió vergüenza pero no se amilanó para lograr que Assange quede encerrado en la embajada ecuatoriana de Londres, aislado, sin dinero ni poder. Tampoco parece que el gobierno británico escuchará a Rafael Correa por su petición para un salvoconducto que le permita a Assange llegar a Quito como héroe mundial. Assange fue olvidado.

En realidad, comparable a las denuncias de Snowden, lo de Assange fue información de tercera. Le guste o no al gobierno estadounidense, así trate de sacar a Snowden de Rusia o atraparlo en su próximo destino para juzgarlo como al soldado Manning, sus denuncias lograron que Obama recapitule y busque con reformas aplacar las críticas y las vergüenzas que recopiló en el mundo entero.

Si bien Obama dijo que EE.UU. no recapitulará a su derecho de seguir espiando para evitar que se dañen los intereses de sus ciudadanos frente a posibles ataques terroristas, anunció una serie de medidas más balanceadas para que la vigilancia no desvirtúe el principio constitucional del derecho a la privacidad.

Entre esas medidas, se necesitará más supervisión del Congreso, más legislación, más permisos judiciales, menos espionaje automático a datos de los ciudadanos en internet y nada de investigar mediante escuchas telefónicas clandestinas a líderes aliados, como Angela Merkel o Dilma Rousseff.

Más allá de que la reforma no es la más apropiada o efectiva, las denuncias de Snowden han ayudado a poner las cosas en perspectiva. A diferencia de las denuncias de Assange, las de Snowden se ven como importantes, ya que han logrado cambios considerables que de ninguna forma se hubieran logrado sin ellas.


De todos modos, vale hacerse la pregunta con la intención de no minimizar el aporte de Assange: ¿Hubiera Snowden tenido el coraje de denunciar a sus antiguos empleadores de no haber sido por la iniciativa de Wikileaks?

julio 31, 2013

Manning: no traidor, sí ladrón

Bradley Manning no fue sentenciado a cadena perpetua por haber filtrado más de 700 mil documentos confidenciales de su gobierno estadounidense a Wikileaks hace tres años atrás mientras se desempeñaba como soldado raso de inteligencia en Irak, pero igualmente irá a la cárcel por muchísimo tiempo.

El gobierno estadounidense no logró su cometido de que Manning sea declarado traidor por ayudar al enemigo, y con ello disuadir a cualquiera otra persona – como a Edward Snowden - que se tiente a filtrar documentos gubernamentales secretos o intríngulis secretos del poder. O que publiquen esos documentos – como el otro caso de Julian Assange, fundador de Wikileaks, quien se recluyó en la embajada ecuatoriana de Londres, para evitar su extradición a Suecia donde se le quiere procesar por el presunto delito de violación contra dos mujeres.

La jueza militar, coronel Denise Lind, absolvió a Manning del cargo de “ayudar al enemigo”, pero no lo absolvió por tratarse de un jovene ingenuo e idealista que quería cambiar el mundo como pretendía que fuera declarado por su defensa. Se espera que en el juicio que prosigue y terminaría con sentencia para setiembre, Manning afrontará docenas apiladas de años de cárcel, por robo de información, espionaje y fraude informático, entre 20 de los 22 cargos originales.

Varias cosas se desprenden de este fallo. Pese a que Assange siga sosteniendo que ser extraditado a Suecia será el primer paso para que lo extraditen a EE.UU. donde lo condenarían a pena de muerte, sus argumentos ya carecen de validez con el nuevo antecedente creado por la jueza militar. Tampoco Snowden tendría ese argumento como excusa, aunque su caso se presenta como más grave, debido a que se sospecha que la información confidencial que robó no solo la proveyó al diario británico The Guardian y al The Washington Post, sino también la habría puesto en manos de las autoridades chinas y rusas, gobiernos que los fiscales podrían calificar de enemigos de EE.UU.

Uno de los temas más importantes es que la jueza no admitió el argumento de la fiscalía sobre que la publicación en el internet de los documentos confidenciales violaban el Código Militar y la Ley de Espionaje, lo que hubiera sido una medida resistida por el periodismo y los grupos de defensa y promoción de la libertad de prensa, debido a que el periodismo suele publicar investigaciones o denuncias sobre información contenida en documentos secretos gubernamentales, cuando esa información es de interés público.   


Pese a los argumentos de la fiscalía y la defensa, y a la aplicación de la ley, esta sentencia reabre el debate sobre el papel de los delatores, la oscuridad del gobierno en abusar del secretismo y del espionaje, así como el derecho y deber de los medios y los periodistas de publicar información que, aunque sea secreta y es obtenida por medios ilícitos, tienen un alto interés público para la sociedad. 

febrero 24, 2011

Revolucionarios 2.0


La revista Time no pudo tener mayor acierto que elegir al fundador de Facebook, Mark Zuckerberg, como el personaje del 2010. Un mes después, los alzamientos populares en Egipto y el resto del mundo árabe, confirmaron la trascendencia de su red social, usada como medio y catalizador para sacudir las estructuras de gobiernos represores.

Sin que haya sido su intención, Zuckerberg se transformó en uno de los revolucionarios 2.0, así como cientos de miles de jóvenes en Medio Oriente que cambiaron adoquines y palos por Facebook, Twitter, YouTube o Google para conectarse y organizarse en las plazas públicas en tiempo récord y burlando censuras.

Pero aunque los gobiernos árabes fueron los sorprendidos, fue el de Barack Obama el que mejor lección aprendió. Después de casi un siglo de promover e imponer sin tanto éxito la democracia mediante costosísimas invasiones, guerras, e información y propaganda a través de la Voz de América, el gobierno estadounidense comprobó que el internet es un arma mucho más contundente, rápida, barata y menos traumática. No se necesitan tanques ni soldados, sino empoderar a los oprimidos para que armen sus propias revoluciones.

La evidencia, tras el derrocamiento presidencial en Egipto y Túnez, y el “cibercontagio” de protestas en Algeria, Jordania, Yemen, Bahréin, Libia e Irán, convenció a Obama de lanzar una pacífica pero decidida ofensiva 2.0 para promover la democracia y la libre expresión, advirtiendo que ya nadie será capaz de frenar con represión y violencia “el hambre de libertad”.
En ese espíritu, la canciller estadounidense, Hillary Clinton, anunció esta semana una inversión de 25 millones de dólares para ayudar a blogueros y ciberdisidentes burlar  los bloqueos y filtraciones de gobiernos censores, como los de Arabia Saudí, China, Cuba, Egipto e Irán. En un encendido discurso, advirtió que los gobiernos totalitarios que no liberan el internet corren dos riesgos, sufrirán la experiencia que sacude al mundo árabe y se perderán los beneficios económicos y sociales que devienen del uso de la red virtual.
Más allá del mensaje hacia el exterior que se puede extraer de esta ofensiva 2.0, lo importante es que se ratifica la posición interna de EEUU de preservar la naturaleza abierta y libre de internet, que en algún momento se vio titubeante cuando Julian Assange filtró por Wikileaks cables diplomáticos comprometedores, por lo que muchos pidieron su cabeza y acotar la autonomía de la web.
Las manifestaciones en el mundo árabe clarificaron el panorama. Hay una gran diferencia entre el necesario castigo que debe aplicarse contra los cibercriminales y los ciberdelitos - pornografía, piratería, espionaje, robo de identidad - y lo importante que es la internet libre para neutralizar y contrarrestar la censura de los opresores.
Desde esta perspectiva, convendría que EEUU tolere ciertos abusos y que evite represalias contra Assange, ya que éstas podrán servir de excusa a los autoritarios para prohibir el internet. Precisamente, el abuso cibernético, fue la justificación que usó el ex presidente Hosni Mubarak para apagar el internet por cinco días y encarcelar a Wael Ghonim, directivo de Google. No era para menos, Ghonim, otro revolucionario 2.0 como Assange, fue el responsable de las revueltas juveniles que desencadenaron la caída del régimen, después de crear una página en Facebook para protestar por el asesinato en junio de 2010 del bloguero Khaled Said, a manos de la policía.
Si bien la promoción de la red virtual como arma democrática es de eficiencia probada, será importante que el gobierno de Obama no caiga en la tentación de usarla como medio de propaganda. Una línea muy delgada divide la imposición de contenidos, como los microblogs ya lanzados en varios idiomas para arengar a los jóvenes, con las presiones que se deben generar contra los gobiernos tiránicos  para que liberen el internet.

Obama debe recordar que el éxito del internet y las redes sociales está dado por la función limitada que en ellas tiene el Estado, el que no podría dotarlas de la creatividad, innovación y constante crecimiento que le aporta el sector privado. Justamente esos atributos, forjados por los revolucionarios 2.0, sin imposiciones ni ofensivas gubernamentales foráneas, fueron de los que voluntariamente se sirvieron los tunecinos y egipcios para gestar sus revoluciones.

enero 09, 2011

Assange y su autobiografía tradicional


Ni siquiera Julian Assange, el fundador de Wikileaks escapa al uso de los medios tradicionales para poder sobrevivir, lo que habla a las claras que estamos lejos de convertirnos en una sociedad solamente on-line como él pregonaba en otros momentos, en los que pensaba y decía convencido de que los medios tradicionales serían suplantados y desaparecerían por la gracia de las nuevas tecnologías de la comunicación.
Assange tendrá que desdecirse de sus palabras, ya que en abril saldrá su autobiografía de la mano de la editorial Random House Mondadori, que tiene los derechos del libro en castellano. Aunque Assange insiste confiado de que su texto se convertirá “en uno de los documentos que definan a nuestra generación", dijo Assange en un comunicado de la editorial, en realidad se trata de su esfuerzo, a través de un medio tradicional, como el libro impreso, para poder ganar unos dos millones de dólares que le permitan solventar sus costos judiciales.
Assange, que ha hecho una gran contribución a la comunicación y al periodismo con la creación de un medio nuevo como Wikileaks que permite la difusión de materiales secretos y sensibles de gobiernos que éstos quisieran mantener en reserva, tendrá que admitir que todo es complementario y nada sustitución.

En definitiva, lo que vale y prevalece es el mensaje, lo que se tiene que decir y comunicar, no el medio, así sean los tradicionales o las nuevas formas de comunicación.

Tensión entre la verdad y la libertad

Desde mis inicios en el periodismo hasta mi actual exploración en la ficción, la relación entre verdad y libertad siempre me ha fascinado. S...