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julio 12, 2015

Francisco: Evangelizador, político y activista

Francisco desembarcó en América Latina con un mensaje evangelizador, más que nunca provocador y cargadamente político. Cada gobierno y sector lo interpretó a su gusto y conveniencia.

Como activista empoderó a los pobres y marginados. “No se achiquen”, les dijo, pidiéndoles que se organicen y buscar alternativas creativas para ganar “tierra, techo y trabajo”. Ordenó amar a la pachamama, respondiendo a las atrocidades ecológicas que denunció en su encíclica Laudato si’. Condenó el servilismo al dinero y habló pestes del capitalismo, un sistema que “ya no aguanta”.

Como evangelizador pidió perdón por los crímenes de la Iglesia a los pueblos originarios durante la conquista de América. Reclamó a los católicos a no caer en “el alzheimer espiritual” y retó a otras denominaciones cristianas a no disfrazar evangelización con proselitismo para conseguir fieles.

Como político desafió a Bolivia y Chile a dialogar por la salida al mar, así como antes logró sentar a Cuba y EEUU a la mesa de negociación. Se mostró satisfecho por los avances sociales de los gobiernos de Rafael Correa y Evo Morales, aunque reclamó por el “afán de liderazgos únicos”; pidió alejarse de sectarismos y propuestas cercanas a dictaduras; a no confundir “unidad por uniformidad”; y denunció la merma de libertades, la falta de diálogo y el control desmedido.

Fueron las frases más contundentes y directas en contra de muchos líderes que siguen generando divisiones políticas, excluyendo y persiguiendo a todos aquellos que no comparten su visión de país. Pero creo que a Francisco le faltó ser más directo y frontal, ya que Correa y Morales, más preocupados de que sus aparatos de propaganda aprovecharan cada una de sus frases, ni se dieron por enterados.

Hubiera preferido un Francisco más específico; que denunciara los tres pecados capitales que desangran a Latinoamérica: Abuso de poder, corrupción y clientelismo. Lo hubiera preferido más enérgico y enojado para cantar las cuarenta, de la misma forma cuando diferenció pecados de delitos y sacó a los corruptos del Vaticano o arrojó a los curas pedófilos a la justicia ordinaria.

Que Correa y Morales hicieron más que gobiernos anteriores para reducir la pobreza e incluir a los marginados históricos, es cierto. Pero acaso ¿no es ese el deber de un gobierno? ¿Es que tanto se ha descompuesto el papel del Estado, que hay que alabar a aquel que genera bienestar, desarrollo y bien común, como lo exigen las constituciones y se promete en elecciones?

Correa y Morales, así como otros populistas del peronismo kirchnerista, del orteguismo sandinista y del madurismo chavista, abusan del poder. Se están eternizando a costa de reformas constitucionales retorcidas, elecciones manipuladas, oposición amordazada y justicia secuestrada. Todo ello les permite gobernar con impunidad, pese a la alta dosis de corrupción en la que viven. No se pueden tolerar estas prácticas, justificando que gobiernos de derecha anteriores fueron peores.

Mediante prácticas corruptas disfrazadas de Robin Hood, muchos gobiernos meten la mano en la lata usando fondos de la recaudación impositiva para crear grandes aparatos con los que hacen clientelismo desvergonzado, no obra social. Si esa danza de miles de millones fuera canalizada para crear obra e infraestructura pública, más fácil sería alcanzar ese círculo virtuoso de la economía y lograr el objetivo de “tierra, techo y trabajo” que reclama Francisco.   

El clientelismo no es más que un espejismo de bienestar. A la larga, solo sirve para aceitar maquinarias electorales y redoblar los abusos de poder. Doblan la apuesta pisoteando las libertades de expresión y de prensa, se atribuyen la propiedad de la verdad y usan gigantescos sistemas de propaganda para manipular la opinión pública. 

Ese círculo vicioso en el que se retroalimenta la corrupción fue denunciado esta semana por Leandro Despouy, después de auditar por 12 años al kirchnerismo desde la Auditoría General de la Nación. Puso de ejemplo los programas retorcidos de Sueños Compartidos y Fútbol Para Todos.

Ojalá Francisco cierre su gira en Paraguay con severas críticas a la corrupción y que advierta que en vez de jugar a Robin Hood, los gobiernos tienen la obligación de crear bienestar para todos, sin distinciones. 

junio 23, 2015

Patas largas y propaganda

Al contrario de lo que dice el dicho, en la política la mentira tiene patas largas y, peor aún, no tiene consecuencias. Pero cuando pudiera tenerlas, los gobiernos se apuran a neutralizarlas con más propaganda.

La más descarada fue la de Cristina Kirchner. Anunció que en Argentina la pobreza es del 5%; cifra irrisoria si se la compara con el 40% al que la sitúa un informe reciente de la Universidad Católica Argentina.

Sin vergüenza a la ridiculez, la Presidenta, que emula a Hugo Chávez con tal de ser foco de atención permanente, contrarrestó con anuncios rimbombantes las comparaciones sobre el nivel de vida entre argentinos y alemanes. Aumentó un 30% las asignaciones familiares y el presupuesto de Fútbol para Todos que tiene ahora más dinero que la Secretaría de Cultura. Pan y circo.

La mentira pulula entre los gobiernos y es tema central de “Alabado Sea”, la primera encíclica del papa Francisco sobre la contaminación de la “casa común”. Francisco responsabiliza a los políticos y compañías por “enmascarar” los problemas ambientales, mentir y “manipular la información”, favoreciendo sus intereses por sobre el bien común.

Los ricos, señaló, son más responsables. El sayo le cabe, entre otros, a  Barack Obama. Pese a declamar buenos deseos ambientales, duplicó la explotación de energías fósiles, un atajo oscuro para sanear la economía.

La falta de transparencia atraviesa todo color y nivel de gobierno. Desde el espionaje a ciudadanos que denunció Edward Snowden, a las mentiras de Michel Bachelet para encubrir a su hijo o la propaganda del nicaragüense Daniel Ortega, que cada vez que sus familiares se quedan con un nuevo negocio, ya sea una televisora, una finca o una generadora de electricidad, desvía la atención aumentando los beneficios de los programas Hambre y Usura Cero. Combinación perfecta de nepotismo y clientelismo, adobado con propaganda de alto calibre.

Enmascarar la información, como señala el Papa, es habitual en el gobierno del ecuatoriano Rafael Correa. Su última ficha la consumó esta semana. Logró que un juez adicto a su gobierno, Patricio Pazmiño, sea elegido a la Corte Interamericana de Derechos Humanos, una institución a la que le declaró la guerra y a la que quiere desaparecer, según sus propias palabras.

Después de una dura batalla mediática en contra del Sistema Interamericano, al que no pudo doblegar, el presidente Correa se apersonó ante la sede de la Corte en Costa Rica y le donó un millón de dólares. A todas luces, se leyó como un soborno político con la intención de comprar un asiento en el tribunal para alcanzar su objetivo de desmantelar el Sistema y para neutralizar cualquier sentencia en su contra, especialmente aquellas sobre causas medioambientales.

Como caballo de Troya, Pazmiño tiene su símil en el juez Eugenio Zaffaroni que el gobierno argentino también logró meter en la Corte. Ambos magistrados, politizados y distantes a la imparcialidad que el cargo requiere, posiblemente seguirán respondiendo a sus gobiernos más que a la Justicia.

La auto alabanza de Cristina y Nicolás Maduro tras recibir un premio de la FAO por la lucha contra el hambre con el que habían galardonado a medio mundo, demuestra que la propaganda es una gran aliada del poder político, por lo que no pueden soslayarse sus efectos y beneficios. Las mentiras repetidas mil veces suelen convertirse en verdades, sostenía Gobbels, el arquitecto del nazismo.

Un estudio divulgado esta semana por la Universidad de California sobre el régimen de Hitler, reveló que la propaganda y la intervención política fueron muy útiles para tapar la realidad y modificar las creencias de la población, especialmente por lo que se inculcó a través de los sistemas educativos y de las organizaciones juveniles.

El problema para los gobiernos es cuando no tienen dinero para gastar en propaganda como los casos de Guatemala y Honduras. Ahí se observa cómo las mentiras tienen patas cortas, como bien reza el dicho, algo que quedó en evidencia con las recientes protestas convocadas en las redes sociales que derivaron en la renuncia de Rosana Baldetti, vicepresidenta guatemalteca.

Por todo esto, la fórmula para detectar cuán corrupto y mentiroso es un gobierno no es nada difícil: Es suficiente con constatar cuán elevado es su gasto en propaganda y autobombo. 

marzo 28, 2014

Propaganda como sostén de la ineptitud gubernamental

No la información oficial, pero sí la propaganda política para “vender” logros, mostrar actividades y adoctrinar o convencer con ideología, ha sido desde épocas remotas la marca registrada de gobiernos que, por lo general, tienen la predisposición al culto a la personalidad de su líder.
Por lo general, la propaganda termina siendo el complemento necesario para suplir la falta de eficiencia de un régimen. Los gobiernos populistas de la región han adoptado este método extraordinario de convicción, de ahí que uno pueda ver hasta el cansancio a Cristina de Kirchner, Nicolás Maduro o Rafael Correa, inundando cadenas televisivas para mantener – según justifican – un diálogo sin interlocutores con el pueblo. Es decir, no quieren ser molestados con preguntas por los periodistas, simplemente decir y hacer la propaganda que se les place.
Pese a que en esos países no esas cadenas violan las constituciones, los presidentes mencionados siguen inaugurando espacios en medios periodísticos gubernamentales – que deberían ser públicos y no para su uso personal – haciendo campañas mediáticas para vender sus logros, utilizando dineros del pueblo. Una excelente forma de corrupción disfrazada, una especie de “lavado de ideas”.
Tal vez el gobierno más desfachatado en este rubro es el argentino. Ayer la entidad de medios escritos del país, ADEPA, ratificó los datos que hace un par de semanas introdujo la Fundación LED de ese país, que estimó, con datos fidedignos y oficiales, que la publicidad oficial del gobierno de Cristina de Kirchner creció un 3.000% en 10 años. Según esta fundación, en 2013 el gobierno gastó 10 mil millones de pesos en comunicación oficial, es decir para publicitar sus actos.
"Esta gran masa de recursos que dispone el gobierno está puesta alservicio del sostenimiento del discurso de su propio relato", manifestó Silvana Giúdice, directora de la Fundación, quien fuera ex presidente de la comisión de Libertad de Expresión de la Cámara Baja.
En el documento se detalló que la Publicidad Oficial creció un 3.005 por ciento entre 2003 y 2013 y que se gastaron 52.258.000 pesos para el seguimiento a la actividad de la Presidenta las 24 horas los 365 días del año.
Fútbol para Todos, uno de los emblemáticos espacios tomados por el kirchnerismo utilizado para la propaganda estatal, le costó al Estado 1.512.088.910 de pesos en 2013.
Lo más triste del caso argentino y también del venezolano es que no existen leyes de acceso a la información oficial que penalicen a funcionarios estatales cuando no brindan información solicitada por los ciudadanos, ni tampoco cuando el oficialismo miente en torno a datos y estadísticas oficiales como en el caso de los índices de inflación, inseguridad y desigualdad.

La propaganda, por ello, que les sirve para propagar actos, mentiras e ideas, termina siendo fundamental para estos regímenes, como aquellos de los más autoritarios de la historia.  

septiembre 23, 2012

Apriete de Cristina a la prensa


Cristina de Kirchner sigue empecinada en abatir a la empresa Clarín de Buenos Aires, de la misma forma que Rafael Correa lo intentó contra El Universo y Hugo Chávez lo logró con Radio Caracas Televisión.

Los gobiernos totalitarios no quieren tener prensa crítica. Así de fácil.
En un spot de propaganda el sábado, en la trasmisión de Fútbol para Todos, el gobierno hablaba del 7D, por el día 7 de diciembre, fecha que decidió será cuando se le quiten las licencias de medios audiovisuales al Grupo Clarín, pese a que existe una medida cautelar que ha suspendido la aplicación de la Ley de Medios en cuanto a la venta forzada que deben hacer los medios en el plazo de un año.

Esto puede interpretarse de dos formas. Que el gobierno sepa que los jueces levantarán la medida cautelar, lo que equivale a que no hay independencia de poderes; o a que el gobierno, a la mejor de sus formas, utilice esta propaganda para presionar a los jueces a que se adecuen a las políticas de gobierno.

No sería la primera vez que sucedería con el Grupo Clarín. El gobierno y varios grupos de acólitos, presionaron por años a la justicia para que se intime a los hijos de la directora Ernestina Herrera de Noble a disponerse a exámenes de ADN, debido a que se creía que eran hijos de desaparecidos que habían sido entregados por los militares a Herrera de Noble. Finalmente el ADN dio negativo.

Muchos, más allá del gobierno, argumentan que Clarín no tiene un paso transparente e incólume en la historia del periodismo argentino; pero no creo que ello pueda servir de excusa para que un gobierno trate de minimizar el accionar de la prensa, en especial cuando se trata de un medio crítico.

Es vox populi que la Ley de Medios fue para despedazar a Clarín más que para crear pluralidad y diversidad de medios como siempre argumentó y se excusó el gobierno. Cristina de Kirchner, y antes su esposo, han creado un modelo de comunicación propagandístico que solo se compara al montado por Chávez en Venezuela. Las pruebas son elocuentes, la Ley de Medios todavía no ha servido para nada ni para crear medios más democráticos o comunitarios; todo lo contrario, es el gobierno el que está creando monopolios estatales de la información y ello a nada bueno puede conducir. 

Tensión entre la verdad y la libertad

Desde mis inicios en el periodismo hasta mi actual exploración en la ficción, la relación entre verdad y libertad siempre me ha fascinado. S...