Quiero contarles sobre los procesos creativos de esta nueva historia sobre la verdad, la libertad y el miedo al futuro. Es mi nueva novela y espero publicarla cuando se sincronicen los planetas (las editoriales) o cuando se me acabe la paciencia y decida autopublicar -- Los contenidos de mi blog Prensa y Expresión están en el archivo. Blog por Ricardo Trotti
noviembre 02, 2018
Día Mundial contra la Impunidad
Hoy 2 de noviembre se conmemora uno de los días peores para el Periodismo, la falta de justicia que rodea a los crímenes contra los periodistas. 561 periodistas han sido asesinados en las últimas dos décadas en nuestras Américas y 30 en 2018. Detrás de esas estadísticas escalofriantes, se esconden nombres de mujeres, hombres, jóvenes, viejos, reporteros, fotógrafos, editores, directores, columnistas, caricaturistas... todos asesinados por buscar la verdad y hacer valer el derecho del público a estar informado. Reclamar justicia en cada uno de esos casos es una forma de honrar su memoria y su legado.
agosto 10, 2018
Delirio de impunidad
La Justicia lenta,
ineficiente, politizada o secuestrada por el poder es la mayor debilidad de América
Latina. Esta anemia judicial ha estimulado en muchos poderosos un delirio de
impunidad; el creer convencidos que sus actos corruptos jamás serán castigados.
A veces, la Justicia echa
por tierra ese trastorno mental. Ocurrió esta semana con el ex vicepresidente
argentino Amado Boudou. Fue condenado a casi seis años de cárcel por
corrupción, siguiendo el camino de otros funcionarios kirchneristas que también
sufrieron de ese delirio, magnificado por el poder que en su momento creyeron
absoluto.
América Latina tiene una
larga lista de ex mandatarios, funcionarios, empresarios y dirigentes que terminaron
en la cárcel por creer que su poder, estatus y la inmunidad de sus cargos los
blindaba de por vida. Ahí están los ex presidentes recientes Lula da Silva, el
panameño Ricardo Martinelli, el salvadoreño Elías Saca, el guatemalteco Otto
Pérez Molina, entre tantos otros, sumados a los peruanos Alberto Fujimori y
Ollanta Humala, al costarricense Miguel Ángel Rodríguez, a Carlos Menem, a los
dictadores Videla, Galtieri, Pinochet…
Marcelo Odebrecht es el
arquetipo del empresario corrupto. Sobornó a funcionarios latinoamericanos con
más de 800 millones de dólares para conseguir obra pública en forma directa. Lo
mismo sucedió con una docena de sus colegas argentinos que fueron detenidos
esta semana tras revelarse el contenido de los ocho cuadernos del chofer Oscar
Centeno. Minuciosamente escritos, Centeno detalló como los ex gobiernos de
Néstor y Cristina Kirchner recaudaban millones en efectivo entre empresarios, en
un intercambio de coimas por obras públicas.
Los cuadernos ya son parte
del anecdotario de la corrupción rampante de América Latina. Son clara
evidencia como los videos que registraba Vladimiros Montesinos, mano derecha de
Fujimori, los recientes audios por las “ventas” de sentencias judiciales en
Perú, los relatos de los 77 ejecutivos arrepentidos del Lava Jato brasileño, los
sobornos a través de cuentas bancarias en EE.UU. del FIFAgate y las revelaciones
periodísticas sobre los Panama Papers y los Paradise Papers.
Muchas evidencias fueron fortuitas
para la Justicia, entre ellas los cuadernos en lo que Centeno escribió por 10
años dónde, cuánto y de quién se recaudaba y los “vladivideos” con los que
Montesinos filmó cuánto, a cambio de qué y a quién entregaba el dinero, para
luego extorsionar a sus víctimas.
Ante tanta podredumbre
contabilizada, uno se pregunta cuál será la magnitud de toda la corrupción que
no se registra o descubre y por qué es tan desigual la lucha entre buenos y
malos. Indigna que la Justicia tenga mucho menos herramientas, recursos y
profesionales que la maquinaria de la corrupción, así como las fuerzas de
seguridad tienen menos poder de fuego que las bandas del narcotráfico y el
crimen organizado.
El agravante es que la corrupción
y el delirio de impunidad tienen muchos cómplices. Dos tipos se destacan. Uno de
origen político-cultural que surge de la polarización política. Muchos
defienden a los corruptos porque comparten su ideología o para no dar el brazo
a torcer ante el otro bando. Se sintió así con los seguidores de Boudou. Pese a
todas las evidencias, insisten en que la condena es una caza de brujas o un
tiro por elevación para coartar las aspiraciones electorales de su ex jefa,
Cristina Kirchner.
El otro cómplice del delirio
de impunidad es la ley de fueros que blinda al corrupto con un manto de
inmunidad. En países con tanta corrupción que investigar, los procesos
electorales no deberían permitir que un Presidente pueda optar por un escaño en
el Congreso en forma inmediata. Al menos deberían tener que esperar por un
período para que puedan ser investigados por cualquier sospecha. La rendición
de cuentas y la transparencia se deben imponer siempre y no ser solo promesas
de campaña o adornos en discursos inaugurales. trottiart@gmail.com
Posdata: Al cumplir ahora en
agosto 10 años de escribir cada semana en forma ininterrumpida esta columna
Mensajes y Sociedad, he decidido despedirme temporalmente para dedicarme a
otros proyectos que tengo postergados. Seguiré escribiendo, pero en otro
formato más simple, ya que no podré dejar el vicio, la disciplina, las ganas y
la estructura.
agosto 04, 2018
Intoxicados de desconfianza
Facebook los descubrió y el gobierno de EEUU los acusó. Los hackers
del gobierno ruso están tratando de influenciar las elecciones legislativas de
noviembre, así como lo hicieron en las presidenciales de 2016 y en otras votaciones
en el mundo entero.
El nuevo escándalo es mayúsculo, pero los políticos en EE.UU. y de otras
naciones no deberían rasgarse tanto las vestiduras. Todos los gobiernos y
partidos políticos en esta era digital tienen “cibertropas” que a fuerza de
mentiras, difamación y propaganda engañosa buscan captar votos a como dé lugar.
Esas reglas de juego, justificadas en elecciones y que las leyes castigan
en cualquiera otra actividad, son una de las principales fuentes de
desconfianza pública que afecta a la sociedad y a las instituciones, entre
ellas, los propios gobiernos y partidos políticos que las generan.
Lejos de desaparecer, las prácticas propagandísticas son cada vez más comunes
y sofisticadas debido a los consultores y, también, a los hackers que intentan dinamitar
los procesos. Antes, la propaganda y la información engañosa se esparcían desde
los actos de campaña y, de alguna forma, eran filtradas por los medios de
comunicación. Hoy, gracias a que las redes sociales nos han convertido en
medios, todos estamos expuestos a la manipulación directa y a potenciar el
engaño compartiendo noticias falsas por doquier.
Esta semana el Congreso de EE.UU. levantó su voz contra la industria del
internet y su permisividad ante las noticias falsas. Temen que en las próximas
elecciones legislativas de noviembre ocurra la misma invasión de trolls rusos que
en 2016. La reprimenda no fue casual. Facebook anunció que desbarató una “acción
coordinada” de propaganda rusa. Desactivó 32 cuentas y perfiles falsos que eran
usados para influenciar a miles de usuarios, hasta para empoderarlos a marchar
en contra de las policías en varias ciudades. La campaña información tóxica
tendría el mismo patrón que la de las elecciones pasadas cuando se bombardeó
con engaños a 126 millones de usuarios.
El Congreso también le reclamó mayor determinación al presidente
Donald Trump para que admita y ataque el fenómeno ruso. Pero resulta una ironía
la de buscar culpables en otro lado o de hacer responsables a Facebook y
Google, cuando las culpas también son propias. Los legisladores deberían implementar
reglas más estrictas de conducta electoral, tener mejores filtros para admitir
candidatos y exigir mayor transparencia financiera a los partidos políticos.
Ningún gobierno puede esquivar el bulto. Un nuevo estudio del
Instituto de Internet de la Universidad de Oxford demuestra que existe cada vez
mayor inclinación a la “manipulación del debate público”. Destaca que la
mayoría de estas campañas son creadas por “cibertropas” al mando de gobiernos y partidos del propio país, y no de hackers
foráneos como se denunció en el caso de Facebook, Instagram y redes de
mensajería.
El Instituto de Oxford determina que si bien los casos más notorios sobre
influencia negativa de procesos electorales fueron la votación en EE.UU y el
referéndum del Brexit en Inglaterra, ambos en 2016, la práctica de manipulación
electoral digital, a través de bots, cuentas falsas y creciente gasto de
publicidad digital, es común desde 2010 y afecta a 48 países, incluido Brasil,
que celebrará presidenciales en octubre en un clima tóxico de falsedades.
El lado positivo de estas negativas tramas rusas es que ha permitido visualizar
y calibrar el daño concreto que pueden causar la propaganda y las noticias
falsas, habiendo motivado procesos para remediar esos perjuicios, como lo
intentan Facebook, Twitter y Google.
Recobrar la confianza requerirá mayores esfuerzos. Las redes sociales
tienen mucho más por hacer para combatir la toxicidad, al tiempo que deben mantener
el equilibrio entre la censura y la libertad de expresión. Los medios deberán insistir
en la calidad de contenidos y restablecerse como relevantes en sociedades
digitales que ya los daban por muertos a corto plazo.
A los ciudadanos nos queda tomar conciencia de la alta responsabilidad
que implica el uso de redes sociales y el consumo-difusión de información. Sin
embargo, la mayor responsabilidad les cabe a los gobiernos y los partidos.
Deberían cambiar la cultura de hacer política y su conducta en procesos
electorales. trottiart@gmail.com
julio 28, 2018
Sin Periodismo, hay consecuencias
Sin contenido de buena calidad, los medios de comunicación y el
Periodismo van camino al suicidio. Y sin Periodismo las consecuencias son
letales para la sociedad y la democracia.
Arribé a esta conclusión en la conferencia SIPConnect que celebramos
esta semana en Miami. Unos 180 representantes de medios de 25 países debatimos durante
tres días sobre la transformación de los medios en la complicada era digital.
El modelo de negocios tradicional del Periodismo, basado en la publicidad y
penetración en el mercado con productos masivos a un público general, está en vías
de extinción.
La publicidad ahora es escasa y la penetración insignificante. Ya no
importa el rating, tampoco los likes, sino cuán comprometida queda una
audiencia, segmentada por género, edad, gustos, etc…, como para compartir
información, consumir publicidad personalizada y estar dispuesta a pagar por
ese contenido a través de suscripciones digitales.
Google, Facebook y otras plataformas digitales evolucionan mes a mes
con nuevos criterios, formas e incentivos para distribuir contenidos. A los
medios les resulta casi imposible mantener ese ritmo vertiginoso de cambio.
Pero tienen que intentarlo porque la tendencia es irreversible. El público consume
cada vez menos información en los soportes tradicionales, papel, televisión y
radio. Prefiere contenidos audiovisuales y consumirlos en teléfonos y otros dispositivos
móviles. Quiere, además, que esos contenidos les resulten útiles y poder
compartirlos.
En este nuevo contexto no hay otra opción para los medios que
enfocarse en crear contenidos de calidad. Sin estos no será fácil intentar
nuevos modelos de negocios por más alucinantes que sean. Sin calidad ya no
habrá Periodismo sustentable. Alex Villoch, la presidenta del Miami Herald
Media Company lo dijo sin tapujos. La transformación (digital) de su compañía
se basó en una premisa periodística de la que ahora están imbuidos todos los
periodistas. La calidad de los contenidos prevalece sobre la cantidad. Se
cambió el mantra de la primera época digital cuando se creía que la gente necesitaba
mucha información y a toda hora. En esta época hiper informativa, el público es
más selectivo, quiere contenidos diferenciados, únicos y con valor agregado.
También coincidió Carla Zanoni del Wall Street Journal, diario en cuya
redacción hay ingenieros de datos además de periodistas. Ayudan a medir los
distintos públicos, sus preferencias informativas, a qué hora del día y por qué
medios prefieren consumir, lo que contribuye a crear información personalizada
y relevante. Luis de Uriarte de Facebook dijo que el reto del Periodismo en las
redes sociales no es dar información sino historias que generen conversación y que
la gente quiera compartirlas. Facebook cambió su algoritmo para privilegiar la
calidad de los contenidos en demérito de la cantidad.
El movimiento por la calidad viene a colación de una encuesta sobre
Confianza, Medios y Democracia de Gallup y la Fundación Knight. Estableció que
el público considera que la proliferación de la mayoría de fuentes de noticias
en línea no adhiere a los estándares básicos de precisión y rigurosidad
periodística, lo que dificulta determinar qué es verdadero e importante. El
público quiere calidad.
El problema es que sin calidad no hay fortaleza económica para el Periodismo
y las consecuencias pueden ser graves, en especial cuando no se generan
contenidos incisivos e incómodos ni se crea conversación relevante.
Un estudio reciente de las universidades estadounidenses de Illinois y
de Notre Dame midió los efectos negativos que tiene el cierre de un periódico
en una comunidad. Encontró datos importantes. Sin medios o periodistas la
investigación comparativa entre varias ciudades demostró que empeoraron las finanzas
municipales, aumentó la corrupción, los funcionarios incrementaron sus sueldos
y subieron los impuestos.
Basta mirar a Venezuela, Cuba y Nicaragua o a cualquiera de las
dictaduras que le precedieron en el mundo para llegar a la misma conclusión. Lo
primero que hicieron esos regímenes para gobernar a sus anchas fue perseguir y
encarcelar periodistas, silenciar y cerrar medios de comunicación. Sin
Periodismo, la sociedad democrática está a la deriva. trottiart@gmail.com
julio 21, 2018
Nicaragua y Venezuela: la democracia como escudo
La democracia es el mejor
sistema de gobierno. Es tan bueno, que hasta los corruptos y tiranos se escudan
en ella para continuar siendo tramposos y totalitarios.
Nicaragua y Venezuela
resaltan este concepto.
Los regímenes de Daniel Ortega y Nicolás Maduro se
mantienen en el poder sin consecuencias, pese a sus abusos y excesos. Con total
impunidad persiguen y encarcelan a opositores, reprimen manifestaciones públicas,
censuran la libertad de prensa, deshacen procesos de diálogo a su antojo,
disuaden con violencia extrema, dosifican alimentos e incentivan el éxodo.
Ortega asumió su segunda presidencia
en 2007 y Maduro en 2013 como continuador de la dictadura de Hugo Chávez que
arrancó en 1999. Se vienen aferrando al poder mediante elecciones fraudulentas a
las que no permiten supervisión. Más que asumirse gobierno para administrar los
bienes de todos, siempre se arrogaron ser Estado, de ahí que les resbala el
sistema republicano que obliga a respetar el equilibrio de poderes y a las
minorías.
Si esta crisis política,
social y económica hubiera ocurrido en los 70, Ortega y Maduro ya serían
pasado. En aquellas épocas, también oscuras, los golpes de Estado primaban por
sobre los procesos electorales. Ahora, los resortes democráticos para
desembarazarse de regímenes corruptos y autoritarios son más respetuosos y
complejos. La democracia reclama métodos prolijos y transparentes, aunque no coinciden
con la preferencia de quienes sufren en carne propia a los dictadores.
Sin probabilidades de golpes
de Estado, invasiones o revoluciones internas, Ortega y Maduro acusan que cualquier
propuesta de elecciones anticipadas o de diálogo con la oposición son injerencias
a su soberanía, actos de sabotaje o terrorismo internacional.
Mientras tanto,
ganan tiempo prometiendo negociaciones y diálogos que nunca cumplen. Estos
dictadores siguen desviando la atención pese a saber que la comunidad
internacional puede vigilar situaciones internas cuando hay flagrantes
violaciones a los derechos humanos, tal lo establecido por la Declaración
Universal de los Derechos Humanos desde 1948.
Por suerte, la comunidad
internacional está ahora más proactiva que en las primeras épocas del chavismo,
cuando Chávez compraba silencios con una abultada “petrobilletera” y apalancaba
regímenes autoritarios como el de Ortega.
A las sanciones económicas e
inmigratorias que impusieron EE.UU., Canadá y la Unión Europea a funcionarios
de alto rango de ambos países, en la OEA hubo acuerdos esta semana para exigir
a Nicaragua elecciones anticipadas y el cese de la violencia que contabiliza
más de 350 asesinatos a manos de paramilitares y francotiradores
progubernamentales. Veintiún países respaldan a la oposición y a la Iglesia Católica
de Nicaragua que pidieron que Ortega se someta a elecciones el 31 de marzo de
2019, dos años antes de lo previsto.
Ante la propuesta que Ortega
difícilmente aceptará, su canciller Denis Moncada salió a la palestra acusando
que los gobiernos firmantes buscan provocar un “golpe de Estado” y la “ruptura
del orden constitucional”. La vieja fórmula de vestirse de demócrata para
denunciar que el autoritarismo es de los demás.
Sin dudas un posible acuerdo
de elecciones anticipadas descomprimiría la presión actual, aunque no ofrece
garantías de que Ortega salga de la película. Mientras mantenga las usuales prácticas
de fraude electoral y la estrategia propagandística de pan y circo que le
permitieron reelegirse con fraude masivo en 2011 y 2016, Ortega tiene todo para
seguir apoltronado en el poder.
Tanto Ortega como Maduro,
fieles discípulos del calculador Fidel Castro, saben que en plena crisis
aguantar los tiempos juega a su favor. Las carestías hacen mella en la
población y el éxodo masivo termina siendo la válvula que descomprime la
presión interna. Esta purga forzada – menos gente, menos disidentes y menos
bocas - trae alivio, al tiempo que recarga de problemas a los demás países.
Los resortes democráticos
son insuficientes ante situaciones extremas como la que viven los
nicaragüenses. El aislamiento total puede ser una solución, pero debe ser de rápida
y eficiente ejecución, de lo contrario puede terminar siendo un desgaste de
largo aliento que profundice la crisis que se quiere resolver. El embargo a
Cuba sirve de espejo. trottiart@gmail.com
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