abril 21, 2018

El Guacho: Se busca vivo o muerto


Era viernes y estábamos reunidos en Medellín. Rogábamos para que la evidencia mortal de los periodistas ecuatorianos fuera falsa, pese a que un objetivo de nuestra reunión era crear estrategias para combatir las noticias falsas.

Esta vez en la Sociedad Interamericana de Prensa hubiéramos preferido que todo lo que provenía de Walter Arizala Vernaza, alias el “Guacho”, fueran mentiras, en especial el secuestro y asesinato de los colegas. Líder de un grupo guerrillero disidente de las FARC, el Guacho no aceptó ser parte del proceso de paz, acuerdo por el que el presidente Juan Manuel Santos ganó el Premio Nobel de la Paz.

Desde el secuestro ocurrido el 26 de marzo, hasta el desenlace fatal el 13 de abril, el juego del Guacho fue macabro. Primero, mostró un video en que los periodistas, encadenados por el cuello, advertían que saldrían vivos si eran canjeados por guerrilleros presos en Ecuador, extorsión que se trasladó al presidente ecuatoriano Lenin Moreno. Luego, se comunicó que los secuestrados fueron ajusticiados en represalia por las incursiones armadas de los ejércitos de Ecuador y Colombia en la zona fronteriza del Metaje donde opera el Guacho y sus secuaces.

El 11 de abril todavía existían dudas sobre la veracidad del comunicado, ya que en el modus operandi de las FARC los secuestrados solían permanecer meses y años en cautiverio. Finalmente, el 12 de abril circuló una foto con tres cuerpos casi irreconocibles, que al día posterior, el presidente Moreno confirmó que eran los de Javier Ortega, Paul Rivas y Efraín Segarra, integrantes del equipo periodístico del diario El Comercio de Quito.

Tras la confirmación del hecho, indignación profunda y repudio enérgico. ¿Cómo un grupo guerrillero pudo matar a sangre fría a tres mensajeros que fueron a retratar el costumbrismo de aquellos que conviven a diario con la violencia, sin siquiera haber investigado las complejidades del tráfico de drogas?

Respuesta simple. El grupo del Guacho nada tiene que ver con el idilio ideológico con el que la guerrilla colombiana se justificaba para dinamitar edificios, torres, oleoductos o masacrar poblados enteros. Ya no está conectada a las proclamas marxistas y arengas castristas de sus orígenes, sino emparentada con los negocios rentables y sangrientos del cartel mexicano de Sinaloa. La ropa camuflada solo enmascara la producción y ventas de drogas, la misma fachada que usan los 14 grupos disidentes de la FARC que anteponen drogas y violencia a la paz y el desarme.   

El domingo, todavía golpeados, pero con la noticia asimilada, el presidente Santos prometió que no descansaría hasta llevar al Guacho ante los tribunales o, en su defecto, darle de baja. El anuncio, al viejo estilo del lejano oeste “Se busca, vivo o muerto”, alivió a nuestra asamblea. Bálsamo de justicia para un gremio que en Colombia desde hace años batalla contra la impunidad que rodea a más de 150 casos de periodistas que fueron asesinados por guerrilleros, paramilitares, mafias y funcionarios corruptos en las últimas décadas.

Para muchos, el Guacho se cavó su propia fosa. No midió bien los efectos, pese a que habrá querido tener impacto en la Cumbre de las Américas que corría en Lima paralela a nuestra reunión. El presidente Moreno le dio al Guacho 10 días para que se entregue y junto a Santos le pusieron precio a su cabeza, 248 mil dólares a quien delate su ubicación.

Esta semana el Guacho atrajo represalias de las fuerzas armadas de ambos países. Se han intensificado las operaciones militares en la zona fronteriza, abundante en plantaciones de hojas de coca y laboratorios clandestinos de pasta. Sus acciones también descarrilaron negociaciones por la paz que Ecuador permitía se hicieran en su territorio entre el ELN, otro de los grupos guerrilleros, y el gobierno colombiano.

En su discurso, el presidente Santos habló del origen de los acuerdos de paz para terminar la guerra civil que costó a Colombia más de 220 mil víctimas y de su impotencia por no tener a todos los actores desarmados y sometidos al proceso o a la Justicia.

Pese a su discurso bien hilvanado, en nuestra reunión prevaleció la indignación por los tres colegas asesinados y el reclamo de justicia. Mejor vivo que muerto. Esperamos que el Guacho se perpetúe en la cárcel de por vida. trottiart@gmail.com

abril 14, 2018

Libertad de expresión en el contexto digital


No es casual que Mark Zuckerberg haya tenido que declarar esta semana ante el Congreso de EEUU por el robo de datos personales de usuarios en Facebook. Habla de los nuevos desafíos que enfrenta la libertad de expresión en el contexto digital.

Zuckerberg dijo que tratarán de eliminar cuentas anónimas y de usuarios que engañan y ganan dinero con noticias falsas. Tomará medidas para evitar el robo de datos como el de Cambridge Analytics (CA) que se apoderó de 86 millones cuentas para hacer propaganda encubierta e influenciar procesos electorales. También creará una comisión interdisciplinaria para estudiar los efectos de las redes sociales en la democracia.

Es bueno que Zuckerberg haya asumido que “no hicimos lo suficiente para evitar que estas herramientas se utilizasen también para hacer daño”. Pero pensar que las autocorrecciones de Facebook, Google o Twitter serán suficientes para resolver el problema es lejano a la realidad.

Pero el Congreso de EEUU dejó una imagen errónea. Crucificó a Facebook y amenazó con imponer regulación. Soslayó que la mayoría de los delitos cibernéticos no los comete Facebook, sino que se cometen a través de Facebook. La autorregulación en todo caso puede ser la respuesta para evitar que la privacidad de los usuarios sea vendida y para que cambien los algoritmos para que la publicidad no sea tan invasiva.

Las restricciones, los abusos, las censuras y las campañas de odio y de desprestigio en contra de críticos y opositores muchas veces son cometidos por los gobiernos. También por grupos de poder e ilícitos o en connivencia entre sí.

Sin ir tan lejos, en la vereda de enfrente al Congreso, está el presidente Donald Trump, un experto en el uso de Twitter para atacar y defenestrar a sus críticos. En la reunión de la Sociedad Interamericana de Prensa en Medellín, Colombia, se pudo apreciar que las mayores violaciones a la libertad de expresión digital son parte de la estrategia común de gobiernos y de grupos vinculados al poder que usan el internet y las redes sociales para asediar, contragolpear y crear campañas de desprestigio en contra de periodistas, medios de comunicación y ciudadanos críticos en general.

Los gobiernos más avezados en estas lides son los más autoritarios. Cuba y Venezuela han creado una estrategia de férreo control sobre las comunicaciones digitales a través de empresas oficiales monopólicas. Bloquean sitios web nacionales y extranjeros, así como el acceso de periodistas independientes al correo electrónico, hackean cuentas de usuarios en las redes sociales y con información falsa crean campañas de descrédito en contra de disidentes.

En Nicaragua el gobierno tiene una red de cuentas en plataformas digitales para hacer propaganda y contragolpear por críticas en su contra, muy al estilo tradicional, cuando las marchas antigubernamentales en las plazas eran neutralizadas con contramarchas oficialistas.

En países más democráticos como Argentina, Colombia, Ecuador y Brasil, el ambiente también está contaminado por maniobras de desinformación, discursos de odio y acciones difamatorias usualmente anónimas a través de las redes sociales. En otros países como Honduras, Guatemala y El Salvador, gobiernos nacionales y municipales usan botcenters, netcenters y ejércitos de cibermilitantes para atacar a los críticos.

También se han detectado movimientos de ciberactivistas que buscan afectar las elecciones en Brasil, Colombia, México y EEUU, país este último por la que los legisladores atraparon a Zuckerberg, para evitar que los rusos contaminen las elecciones legislativas de noviembre como lo hicieron en las presidenciales de 2016.

Los legisladores de EEUU son ahora responsables. Si crean regulaciones serán imitadas por varios gobiernos del mundo, en especial de América Latina, que ya tienen varios proyectos de ley en la mano para regular el internet.

Facebook y la industria digital deben con urgencia poner lo suyo con estricta autorregulación para no dar excusas innecesarias a los legisladores. Deben censurar los discursos de odio y cuentas anónimas, así sean de la inteligencia rusa o guatemalteca, ya que en nada contribuyen a la libertad de expresión o a aquel lema de uno de los creadores del internet, Vint Cerf, que dijo que debe “ser abierto, sin fronteras y sin regulación”. trottiart@gmail.com

abril 07, 2018

Mejor informados; más polarizados


Hay opciones y acceso a más cosas que en cualquier época, desde alimentos y automóviles a teléfonos inteligentes e información. Pero ni la abundancia nos hace más felices ni la mayor cantidad de información nos hace más equilibrados, sociales y democráticos.

Al contrario. La saturación informativa a la que estamos expuestos, ya sea por lo que consumimos en los medios o lo que compartimos en las redes sociales, nos hace menos moderados y tolerantes; más polarizados.

La polarización no es nueva, pero sí más aguda que antes. Los medios reflejan visiones antagónicas, celebridades contra políticos, funcionarios contra activistas y periodistas contra todos, y el público toma partido, se divide. El fenómeno se vivió esta semana en las calles de Brasilia. Miles, ataviados de verde y amarillo, festejaban que Lula da Silvia terminó en la cárcel por corrupto; e igual cantidad, enfundados en rojo, vitoreaban al líder que rescató a millones de la pobreza.

En EEUU el efecto polarizador es cada vez más acentuado. Se apodera de cualquier debate, desde el racismo a la portación de armas o desde los beneficios o no de la vacunación a si el calentamiento global es o no consecuencia de la contaminación. Los líderes de opinión no ayudan a calmar las aguas. El presidente Donald Trump más bien las agita. Sus discursos, promesas y tuits no dejan opción más que a plegarse o a rebelarse.

Un estudio de Neil Johnson, un científico de la Universidad de Miami, demostró que existe ahora “un estado de polarización pura”, cada vez con menos estadounidenses en el medio de los dos extremos. Y considerando el ecosistema informativo actual, en el que todos buscan generar impacto y así obtener más recompensa social, teme que la brecha continuará en expansión.

Las fake news y Facebook, chivos expiatorios de todos los males en la actualidad, no tienen la culpa de la polarización, aunque sí injerencia indirecta en la ecuación. Los psicólogos sociales explican que la tendencia del ser humano siempre fue a agruparse entre quienes opinan y comparten sentimientos similares. De ahí la virtud de Facebook y de otras redes sociales en la creación de comunidades.

El problema es que no siempre las comunidades actúan en forma virtuosa, degenerando en muchedumbres o masas fáciles de manipular, en especial cuando están expuestas a fuerzas encubiertas como las que usó Cambridge Analityca para influenciar a millones de usuarios para que voten a un candidato sobre otro.

La estrategia de Mark Zuckerberg para resguardar los datos personales es una medida excelente, pero solo recompone el tema de la privacidad de los usuarios. Su otra maniobra, la de cambiar los algoritmos de Facebook para que la gente pueda tener mejores vínculos con familiares, amigos y conocidos y, así, crear comunidades más fuertes, es un tanto preocupante. Comunidades más compactas y focalizadas en sus intereses, pueden derivar en mayor polarización.

Facebook y las redes sociales no están solas en esta jungla de la polarización. Los medios de comunicación también tienen responsabilidad al hacerse eco e incentivar con exageración las posiciones antagónicas. Los trolls de estilo ruso también motivan divisiones al defenestrar a unos y ensalzar a otros, mientras los generadores de spam quedan alucinados cuán fácil es generar ganancias sobre la base de mentiras y noticias sensacionalistas.

Los extremos más pronunciados, empero, los crean los instrumentos de la  democracia: las elecciones. Su cantidad no sería problema si no fuera por la desmedida polarización de los candidatos. Se sacan los ojos para ganar seguidores, para días después, en nombre de la unidad, los abandonan desorientados. A ello se suman los consultores de la imagen y el discurso, que con los mismos utensilios propagandísticos de Goebbels, juegan con las emociones de la polarización, machacando con mentiras y noticias falsas hasta convertirlas en  verdades.

Es positivo que la lucha actual de los gobiernos, el periodismo y los gurús del mundo digital esté enfocada en controlar las noticias falsas para que haya elecciones limpias y mayor confianza pública. Pero no es suficiente. Si se quiere resguardar la democracia, la polarización debe ser el problema prioritario a resolver. trottiart@gmail.com


marzo 31, 2018

El Mundial, el espía y el boicot


El Mundial de Fútbol arrancó antes de lo pensado. En la semana que se disputaban los últimos amistosos, algunos gobiernos politizaron la Copa anunciando un boicot a la anfitriona Rusia, en represalia por haber envenenado a uno de sus espías desertores en Inglaterra.

El bloqueo convocado por los ingleses al que se adhirió Islandia y se sumarán otros países, es desacertado y desproporcionado. El Mundial y las Olimpíadas deberían estar blindados a decisiones políticas que desnaturalicen su esencia deportiva, más allá del contexto político del momento.

Un boicot contra un Mundial debería circunscribirse a lo deportivo; y en ese terreno los rusos dan excusas bien válidas. Hicieron trampa con un potente programa gubernamental de doping para elevar el rendimiento de miles de atletas olímpicos, incluidos futbolistas, y compraron su sede sobornando a más de un jerarca de la FIFA. Lamentablemente, esta, cuyos estatutos le ordenan evitar injerencias extradeportivas, está imposibilitada moralmente de actuar, desde que sus jerarcas vendieron sedes y puestos al mejor postor, como desnudó el FIFAgate.

Un bloqueo político puede abrir puertas peligrosas en el futuro. ¿Por qué no boicotear a Qatar 2022 por la desigualdad de la mujer, a China por la esclavitud de obreros en sus fábricas, a Egipto por tolerar a extremistas o a Kenia por no proteger animales en extinción? El problema, además, es que la política cambia de inmediato y desorienta. ¿Quién hubiera imaginado que Donald Trump y Kim Jong-un tendrán una cumbre para dirimir sus reyertas, cuando semanas atrás guapeaban a ver quién apretaba el botón nuclear con más fuerza? ¿Y quién no se atrevería a imaginar que pronto Trump, Vladimir Putin y Theresa May coincidan sonrientes en una foto, argumentando que todo fue un malentendido y acusen a terroristas chechenos de haber manipulado el químico contra el espía?

En todo caso, el boicot anunciado es también desproporcionado. Existen causas mucho más graves para excluir a Rusia que por el presunto envenenamiento de Serguei Skripal y su hija Yulia. La injerencia en elecciones foráneas, la guerra en Siria, la anexión de Crimea o la invasión de Ucrania serían argumentos más contundentes y convincentes.

Por supuesto que la intoxicación del espía y su hija merecen fuertes represalias. Políticamente las medidas planteadas están surtiendo efecto y era obvio que Rusia respondería con reciprocidad a EEUU y los demás países que expulsaron a más de 140 diplomáticos en total, de los que se sospechaba hacían trabajos de espionaje. En todo caso, lo que no se entiende, es porque se espera a que explote un conflicto para dirimir cosas que se sabían. Esta es otra razón para blindar a los Mundiales de injerencias extradeportivas.

Hace rato que se dejó de lado la política que quiere reinventar ahora Inglaterra para escarmentar a Rusia. Se recuerda aquella vez que algunos países americanos decidieron no enviar a sus selecciones al Italia 1934 para renegar del fascismo de Benito Mussolini y responder por el boicot de varios equipos europeos al primer Mundial en Uruguay 1930. Si bien muchas veces hubo amagues y algunos boicots quirúrgicos, como el de Johan Cruyff de la Naranja Mecánica al Argentina 1978 por las violaciones a los derechos humanos de la dictadura militar, apoyar un boicot político ahora abre puertas insospechadas, ya que ningún país está libre de pecados.

Sin dudas que las protestas son excelentes armas para crear conciencia sobre cualquier conflicto; y ojalá muchas se vean en las ciudades sede fuera delos estadios. Pero hacer boicots políticos ahora es contranatural al espíritu deportivo e irrespetuoso con los fanáticos. Rusia hubiera tenido que ser bloqueada al momento de su votación como sede, cuando los dirigentes de asociaciones y confederaciones, políticos incluidos, tuvieron la oportunidad de hacerlo.

A esta altura, nosotros, los fanáticos, estamos más inquietos sobre si nuestro equipo pegará el batacazo, si el VAR arruinará el espectáculo o si podremos ver los partidos en nuestras oficinas, como para preocuparnos si los príncipes William y Kate o Mauricio Macri y su hijita Antonia se sentarán el 14 de junio junto a Vladimir Putin para disfrutar del partido inaugural entre Rusia y Arabia Saudita. trottiart@gmail.com


marzo 24, 2018

El Facebook nuestro de cada día: Los usuarios también somos responsables


La confianza es la mayor víctima tras el robo de datos personales de 50 millones de cuentas en Facebook. Mark Zuckerberg y la ladrona Cambridge Analitycs deben admitir y pagar culpas. Pero los gobiernos, las consultoras y los usuarios también deberían asumir su cuota de responsabilidad.

Zuckerberg es el máximo responsable. Su falta de transparencia derivó en su condena. Salió tarde a dar explicaciones. Supo del robo hace dos años pero esperó a que lo convocaran los parlamentarios de Washington, Londres y Bruselas, siempre hambrientos por regular. Tampoco le ayuda no haber hecho mucho sobre los trolls rusos que bombardearon con noticias falsas a 126 millones de sus usuarios durante las elecciones pasadas.

Los rusos o Cambridge Analytics no son los únicos malos de la película. Todos los gobiernos y políticos durante procesos electorales se amañan con modernas consultoras que hacen gala de su eficiencia para manipular electores en las redes sociales. Muchos gobiernos tienen ejércitos de cibermilitantes que navegan las redes apagando fuegos, críticas y disensos. Las actuales campañas en México y Colombia, así como la anterior de Argentina, están regadas de los mismos pecados sufridos en EEUU, excepto que nadie los transparenta.

El caso Cambridge Analytics tiene gran impacto por la masiva fuerza movilizadora de Facebook, pero no implica que los 50 millones de usuarios de ahora y los 126 millones de antes, a los que se bombardeó con noticias falsas y propaganda encubierta, se hayan tragado el sapo de que el papa Francisco apoyaba a Donald Trump o que Hillary Clinton hizo un pacto con el diablo y los terroristas musulmanes. Facebook tampoco es la única empresa que ha sido afectada por robo de datos. Yahoo, MySpace, eBay, Sony, American Express y muchas otras empresas en el mundo, privadas y públicas, sufrieron robos con efectos aún más perniciosos para los usuarios.

Está claro que la mala praxis de Facebook debe ser reparada de inmediato. Pero no hay que confiar en aquellas personas o movimientos que piden a los usuarios boicotear o eliminar sus cuentas de la red social. Es una petición contra natura que afecta libertad de expresión, tanto como aquellos llamados de Trump a que el público no lea el New York Times, el de Cristina Kirchner contra Clarín o los de Hugo Chávez a apagar Radio Caracas Televisión y CNN en Español. Más que plegarse a esas demandas, habría que investigar quienes están detrás de ellas, ya que gobiernos como los de la inexistente Primavera Árabe, de Rusia, China, Cuba, Venezuela y Nicaragua, por citar algunos, le tienen pavor al empoderamiento de las masas en las nuevas plazas públicas, esas que ahora les resulta difícil controlar.

Los usuarios también tenemos una alta cuota de responsabilidad individual. Es cierto que las redes sociales pueden ser dañinas y crear adicción, razón por la que Tim Cook de Apple se las ha prohibido a su sobrinito y casi toda universidad de prestigio tiene enjundiosos estudios sobre ellas, así como antes sobre la adicción insana a la televisión y los videojuegos.

Ciertamente que en las redes vivimos sometidos a presiones sociales, somos adictos a los likes y a empatizar con aquellos que piensan como nosotros. Pero no podemos culpar a los demás de todos los males a los que estamos expuestos, así sea a Johnny Walker por nuestro alcoholismo, a Marlboro por nuestro tabaquismo o a McDonald’s por nuestra predilección por la comida chatarra. Toda adicción depende de una elección personal.

Facebook ya no es la plácida carretera de campo donde pasar lindas horas. Ahora es una autopista embotellada en la que se debe circular con mucha precaución para evitar accidentes. Si bien en este caso solo 270 mil usuarios de 50 millones habían autorizado el acceso a sus datos para un test psicosomático, Facebook es explícito a lo que nos exponemos cuando navegamos en su red, aunque lamentablemente deja muchas cosas en letra chica.

Más transparencia de Facebook, con más y mejores advertencias, nos ayudaría a los usuarios a tomar mejores decisiones. Sería contraproducente que por esta crisis de confianza perdamos de vista que esta y otras redes sociales empoderan una comunicación más abierta y democrática, o que terminemos por enlodar el clima de libertad de expresión que tanto cuesta conseguir y mantener. trottiart@gmail.com


marzo 17, 2018

El Big Bang, Stephen Hawking y mi mamá


El mundo perdió a un grande y yo a una referencia. Nunca estuve muy atento a sus predicciones celestiales sobre si la Humanidad se extinguirá en 600 años, si Dios fue quien apretó el botón del Big Bang o si lograría conciliar la relatividad de Albert Einstein con la energía cuántica de los agujeros negros.

Mi referencia con Stephen Hawking siempre fue mucho más terrenal; más empática con su sufrimiento que con sus descubrimientos. Murió por la misma enfermedad incurable que sufrió mi mamá, esclerosis lateral amiotrófica (ELA), una dolencia degenerativa del sistema nervioso.

Hawking fue inspiración y esperanza. Con su carisma popularizó la ciencia como Carl Sagan y por su intelecto compartió pedestal con Einstein, Newton, Galileo, Pitágoras y otros científicos que hicieron historia. También fue esperanza para millones de personas a las que les pronostican que sus vidas se apagarán en dos años o, con suerte, en un par más. Misteriosamente, como el Universo, Hawking sobrevivió más de 50 con la enfermedad.

El diagnóstico a mi mamá también fue de dos años, pero vivió cinco. No por ello la enfermedad fue menos cruel. Como un agujero negro, el ELA le fue chupando y  consumiendo cada signo vital de su cuerpo. La dolencia no sería tan brutal si no fuera que los pacientes tienen lucidez hasta el último soplo de vida. Los pulmones colapsan tras una parálisis eslabonada que empieza por los músculos de cada miembro, se extiende por el tronco y se apodera hasta de las cuerdas vocales y los párpados.

Tal era la claridad mental de mi mamá, que ya postrada, desde que su cuerpo había perdido la robustez para estar en silla de ruedas, con un movimiento insistente de ojos le advertía a mi papá que debía llamar a Miami o Madrid para saludar a uno de sus seis nietos en su cumpleaños. Tuvo lucidez hasta un 10 de abril, día que sus pulmones colapsaron. Quisquillosa como siempre, estoy convencido que aguantó hasta el día después del cumpleaños de Sofía, su nieta, para no estropearle la celebración.

Me fue difícil soportar al ELA en la comodidad de la distancia. Cada visita a su casa era una tortura al ver como la vida de una persona enérgica y de fe irreductible se desvanecía progresivamente sin esperanza. Todavía dudo si en el martirio de sus últimos días no habrá flaqueado su mente y perdido la Fe.

El golpe mayor lo sufrí cuando tuve que ir a ver a un neurólogo en el Hospital Palmetto de Miami para que descifre el diagnóstico que los médicos no le habían querido comunicar a mis padres. Después de contarle que ni médicos ni curanderos habían acertado con los remedios para aliviar el entumecimiento de sus piernas, el neurólogo abrió el sobre, ojeó y me dijo: “aquí está”. Señaló las siglas ELA escondidas en el segundo párrafo, y sin la piedad de los médicos de mi mamá en Argentina, sentenció: “Su madre tiene Lou Gehrig… le quedan dos años de vida”.

Sentí un baldazo de agua helada sobre mi cabeza como el que se hizo viral en 2014 para crear conciencia sobre el ELA. Debe haber sido la misma sensación que sintió mi mamá cuando mi papá le dio la noticia y el aturdimiento helado que sintió Hawking cuando el médico le vaticinó dos años de vida y “una derrota muy fuerte” contra una enfermedad apocalíptica. Entonces, Hawking tenía 21 años y el mundo en sus manos: primera novia, nueva universidad y toda una vida por delante para estudiar “el matrimonio entre el espacio y el tiempo”, tal lo encarnó Eddie Redmayne en el film “La Teoría del Todo”.

Desde aquel anuncio, hasta sus 76 años, Hawking entendió que “alguien” le regaló vida. Creo que logró sintetizar todos sus descubrimientos en una frase de científica humanidad: “El Universo no sería gran cosa, si no fuera hogar de la gente a la que amas”. Enseñanzas simples como estas y otras muy complejas, deberían inspirar a gobiernos e instituciones a volcar más recursos para descubrir la cura del ELA.

Obviamente las distancias entre el universo de Hawking y el de mi mamá son siderales, pero confluyen en un agujero negro común. Ambos, en definitiva, creyeron que debe haber vida o una razón más allá de las estrellas. Él, desde la complejidad científica, siempre buscando descubrir al responsable del Big Bang y ella, desde la simpleza terrenal de la Fe, nunca teniendo dudas sobre quién fue El responsable. trottiart@gmail.com

marzo 10, 2018

Icarus y la fábrica de mentiras


Icarus es el nuevo film de Bryan Fogel que ganó un Oscar al mejor documental en la reciente entrega de la Academia de Hollywood. Está basado en la denuncia del ahora soplón Grigory Rodchenkov, ex director del laboratorio antidoping ruso, quien permitió a su gobierno hacer fraude.

Desde su oficina se intercambiaban los frascos con orina contaminada por otros inocuos, dándole a los atletas olímpicos rusos aire de superdotados y posibilidad de multiplicar sus chances para obtener preseas doradas.

El sistema ruso oficial de dopaje, sumado a la fábrica de noticias falsas descubierta en St. Petersburg para afectar elecciones foráneas y los pagos debajo de la mesa para quedarse con el Mundial de Fútbol, son parte de una inmensa y creativa red de mentiras, que Rusia impone al mundo mediante intrigas, extorsiones y sobornos.
Tres informes delatan las conspiraciones rusas que ponen al presidente Vladimir Putin como gestor. El más reciente es el del fiscal especial estadounidense, Robert Mueller, que acusó a 13 ciudadanos y tres empresas de internet rusas, con presupuesto del gobierno, por fabricar falsedades para manipular las elecciones presidenciales en EEUU y otras en Europa.

A su vez, el informe de Richard McLaren, contratado por la Agencia Mundial Antidoping (WADA), demostró la existencia del sistema oficial de doping del gobierno ruso, certificando las denuncias expuestas en Icarus. Rodchenkov está protegido en algún lugar de EEUU, por temor a que lo asesinen como a dos de sus colaboradores. Y en época en que Rusia envenena a sus espías, como ocurrió en estos días con Sergei Skripal en Inglaterra por pasar información de sus colegas al servicio secreto británico, es posible que Rodchenkov preferirá quedarse en el ostracismo por muchos años más.

El otro informe es el de Michael García como parte del escandaloso FIFAgate. Publicado en 2017 después de que Rusia lo bloqueara por varios años, García dejó claras evidencias de que el gobierno ruso sobornó a dirigentes de la FIFA para quedarse con el Mundial de junio próximo. Pero como en el FIFAgate los sobornos fueron masivos más allá de Rusia, la denuncia rápido se desvaneció.

El caso de dopaje oficial fue más burdo. Tras las denuncias de Rodchenkov y Fogel al New York Times y al Departamento de Justicia, McLaren constató que más de mil atletas rusos estuvieron involucrados en casos de doping. Si bien el sistema operó a toda marcha para los juegos de invierno rusos de 2014 en Sochi, se sospecha que el método está incrustado en la cultura deportiva rusa desde la época soviética.

Las evidencias fueron tan vastas, que al Comité Olímpico Internacional (COI) no le quedó más que castigar a Rusia en los recientes juegos de invierno de 2018 en Pyeongchang, despojando a los atletas rusos de bandera e himno. Se esperaban sanciones más severas, pero no había mucha esperanza, desde que el COI le había permitido a Rusia participar en las Olimpíadas de Río de Janeiro de 2016. Entonces, totalmente impune, Rusia terminó cuarta en el medallero.

Putin negó los miles de documentos con los que McLaren y la WADA denunciaron el fraude. Hizo lo mismo con el informe de García y logró que la FIFA le permitiera avanzar con la organización del Mundial. Ahora resta saber si el Reino Unido decidirá boicotear el Mundial de comprobarse el envenenamiento del espía Skripal.

Lo que el presidente Putin no pudo detener fue la acusación judicial de EEUU. El fiscal Mueller terminó desenmascarando el operativo que usaba cuentas de usuarios ficticios y computadoras y servidores en EEUU para hacer virales las noticias y publicidad falsa sin dejar pistas. Así, Mueller no solo desactivó la fábrica de bulos en Rusia, sino que permitió que se enfoque mejor la conversación en EEUU, donde el presidente Donald Trump sostenía que las noticias falsas de los rusos eran un montaje de los demócratas o de la CIA y el FBI para perjudicarlo.

Vladimir Putin ha usado el engaño a nivel internacional para aumentar su popularidad de cara a las elecciones presidenciales de los próximos días. Se espera que se el claro triunfador. Lamentablemente, su juego sucio seguirá deshonrando la máxima olímpica, que también debería ser regla en la política: “Respeta las reglas, juega limpio, sé limpio”. trottiart@gmail.com

Tensión entre la verdad y la libertad

Desde mis inicios en el periodismo hasta mi actual exploración en la ficción, la relación entre verdad y libertad siempre me ha fascinado. S...