Los venezolanos opositores
al gobierno tienen hoy la gran oportunidad de acabar con el régimen divisivo y
polarizador que Hugo Chávez creó desde que ganó las elecciones 14 años atrás.
No hay país en
América Latina que esté más polarizado que Venezuela y donde el gobierno ejerce
el control de las otras instituciones del Estado como si fueran propias.
Es verdad que
Chávez ha construido un gobierno más asistencialista y que conecta mejor con la
gente más vulnerable que otros del pasado. Sin embargo, el costo de las
misiones y de ese asistencialismo, además de los sueños de patria grande
bolivariana que le justificaron llevar sus ideas fuera de su frontera, le han
llevado a despilfarrar miles de millones de dólares que le pertenecen a todos
los venezolanos, no solo a sus seguidores.
Chávez ha venido
destruyendo al país en forma sistemática y la prueba de que su revolución no ha
funcionado es que el desempleo es alto, la infraestructura nueva inexistente,
la inflación galopante y la tasa de criminalidad exorbitante. Todos porcentajes
mayores que el de otros países latinoamericanos que tienen mucho menos potencialidades
que Venezuela.
La historia
seguramente juzgará a Chávez por los talentos que ha desaprovechado, por la
pobreza que ha generado, por la materia gris que se ha escapado y por las
inversiones extranjeras que ha espantado.
Si gana Henrique
Capriles no se puede predecir el futuro, pero su vocación más democrática e
incluyente hace vaticinar que el cambio para Venezuela será mayúsculo, algo que
ya viene demostrando como gobernador. Pero más allá de las predicciones que se pueden
hacer, lo importante es que se trataría de un recambio saludable después de 14
años que, en cualquier circunstancia, son demasiado y parecieron interminables.
Que Venezuela
siga gobernada sin recambio de liderazgo sigue invitando a que se produzcan cada
vez mayores abusos de poder. No hay régimen en el mundo que después de una
década se haya convertido en mejor. Imposible fue e imposible es.
Digo que se
trata de la gran oportunidad, porque nunca hubo tanta unión en la oposición como
para poder hacer la mejor elección. Si gana Capriles habrá que ver qué sucederá
durante la transición y que papel tendrá no solo Chávez, sino los chavistas, ya
que muchos dependen de estar enquistados en el poder. Si pierde Capriles, habrá
que ver qué fuerza puede arrastrar la oposición para poder ser un mejor balance
en la Asamblea Legislativa, pese a que Chávez seguirá insistiendo y buscando
excusas para gobernar por decreto como lo hizo cuatro veces por períodos exorbitantes
de tiempo durante su Presidencia.
Sería democráticamente
saludable para Venezuela y para América Latina que haya un recambio y que Chávez,
en todo caso, sea el retador de las próximas elecciones. Pero un recambio, una
nueva oportunidad es necesaria.