noviembre 02, 2011

Lobo debe hacer como Santos


Si los truenos no siguen a la Operación Relámpago, la Policía y el Ejército hondureños solo lograrán cambios cosméticos en materia de seguridad, en un país que la inseguridad ciudadana ha alcanzado los peores índices del mundo. Anunciada por el presidente Porfirio Lobo como una operación para restablecer el orden y la credibilidad en las fuerzas de seguridad para combatir el crimen, a pocas horas de implementarse pareciera que se trata de una operación de muchas nueces y poco ruido.

Como en cualquier borrasca de verano, si a los relámpagos no le sigue la lluvia, solo pasará como una tormenta pasajera y molesta. El Presidente Lobo ya hizo unos cambios en la cúpula de la Policía, empujado por el detonante del asesinatos de dos universitarios a manos de policías corruptos, algunos de ellos todavía prófugos, pero pareciera que se trata más de una medida política que una depuración necesaria y efectiva, reclamada por la historia de una fuerza del orden que no solo Lobo, sino muchas administraciones anteriores, fueron dejando que de a poco se pudra.

En instancias tan dramáticas como las que viven todos los hondureños de cara al narcotráfico, crimen organizado y pandillas juveniles en expansión, y a la infiltración criminal de la policía y otras entidades públicas, a veces lo mejor es borrón y cuenta nueva. La depuración ante situaciones graves, debería también implicar eliminar y barajar de nuevo; al tiempo de traspasar el mandato momentáneo y transitorio de la seguridad a otras fuerzas que puedan suplir esas garantías constitucionales, como el caso de los soldados y militares. La depuración – en analogía con la tormenta – no solo deben implicar apariencias de luces y centellas, sino también el rompimiento de la lluvia para que lave y limpie, separando y castigando a los corruptos y aquellos que se hayan dejado tentar por los atajos para tener una vida mejor habiendo expuesto a los ciudadanos a mayor inseguridad.

De ejemplo valga lo que ayer hizo el presidente colombiano Juan Manuel Santos. Eliminó al DAS, el servicio de inteligencia del país, para reemplazarlo el año que viene con una fuerza de inteligencia distinta y profesional al servicio del Estado y sus ciudadanos. El DAS no necesitó de relámpagos para ganar credibilidad, ya estaba saturado de mucha corrupción y criminalidad sin posibilidades de reganar la confianza de la gente. Santos lo eliminó porque era imposible hacerle creer a los colombianos que se acabaría la corrupción, las escuchas ilegales, los crímenes y todos los abusos de un organismo que en los papeles estaba destinado a la protección de los intereses de la nación y la seguridad de los ciudadanos., pero que en la práctica se volcó contra su propio pueblo.

Santos hizo lo que Lobo debiera hacer. Eliminar a un organismo corrupto y reorganizar a una fuerza del orden, así se llame Policía Única, Nacional o el nombre que quiera darle, con nuevos integrantes, mayores recursos y salarios, sentido de la ética, cuerpos élites de investigación y prevención, y que no solo le devuelvan a los hondureños la credibilidad en el sistema sino la dignidad de vivir tranquilos.

La Policía Nacional de Colombia - cuyo jefe, el general Naranjo ha sido reconocido varias veces como el mejor policía del mundo - y los Carabineros de Chile, otra de las policías latinoamericanas reconocidas por su eficiencia y disuasión de la corrupción, son los mejores cuerpos de seguridad de nuestro continente, de las que el gobierno de Honduras debería aprender y emular sus políticas.  

noviembre 01, 2011

Impunidad policial; y depuración necesaria

En forma cíclica las policías del continente se ven involucradas en actos criminales que no solo desacreditan a sus mismas fuerzas, sino que también hacen añicos nuestra confianza y derrumban la esperanza de que los índices de inseguridad serán alguna vez reducidos.

En muchos países o regiones, hace rato que las policías generan tanta desconfianza como los grupos criminales, con el agravante de que uno espera que estos últimos grupos se comporten de esa forma, pero no quienes deben velar por el orden.

El asesinato de dos universitarios hondureños, Rafael Alejandro Vargas Castellanos y Carlos David Pineda Rodríguez, a manos de varios policías, algunos de los cuales están prófugos tras ser liberados por la propia Policía, habla a las claras de la desprotección en la que vivimos y de la poca confianza que puede existir en un país donde los abusos policiales son parte de la cultura del Estado. Si a esto le sumamos, las declaraciones del ex ministro de Seguridad, Oscar Alvarez, sobre la infiltración del narcotráfico en las filas altas de la policía, no se puede esperar nada más de que el presidente Profirio Lobo, como prometió desde el inicio de su gobierno, inicie una depuración profunda y rápida de las fuerzas del orden.

Como bien dijo ayer el presidente mexicano Felipe Calderón, más vale una policía chica y eficiente que una grande y criminal. Sus palabras tampoco son nuevas, casi ya llegando al final de su Presidencia, Calderón siempre habló de la necesidad de depurar los cuerpos policiales que están, en muchos estados, íntimamente ligados al narcotráfico, permitiendo la expansión grosera del crimen organizado. Calderón ahora pidió mayor rapidez en la depuración de las policías, sabiendo que los militares no pueden ganar por sí solos la guerra contra los narcos, ya que la policía es el único cuerpo que puede devolverle la confianza perdida a los mexicanos.

Tampoco en Estados Unidos la corrupción es ajena a la policía. Todas las semanas se conocen arrestos y castigos contra policías. En Nueva York, 12 agentes fueron detenidos y separados de sus fuerzas, involucrados en tráfico de influencias y en todos los distritos son separados e investigados por abuso de poder. La única diferencia es que en Estados Unidos los departamentos de Investigaciones Internas y auditorías de las policías son estrictos, y el público tiene confianza que la depuración de los cuadros policiales es constante y que rinde frutos en materia de confianza.

La batalla en contra de la criminalidad y la inseguridad ciudadana es una prioridad que exigen los ciudadanos latinoamericanos. Nada es tan importante como la tranquilidad y la confianza en el sistema.

octubre 30, 2011

El triunfo de la justicia


Esta semana que pasó trajo excelentes noticias en materia de justicia. Tanto en Argentina, Uruguay como en Brasil, se adoptaron medidas judiciales y legislativas para acabar con la impunidad y la inmunidad de muchos criminales de la época del Plan Cóndor – entongue entre las dictaduras militares que asolaron el Cono Sur del continente - quienes habían sido beneficiados por el olvido, los perdones y amnistías y hasta leyes de Punto Final.

Dos cosas muy interesantes se desprenden de lo que se acordó en los tres países. Primero, la esperanza de que aunque la justicia sea lenta, terminará por imponerse al final para que todo el sistema y todos los ciudadanos nos sintamos iguales y sin privilegios. Segundo - tanto ayer como hoy - por más que algunos gobiernos traten de perpetuarse en la impunidad con la promulgación de leyes para su propio beneficio (así sea las de amnistía) o traten de tapar su corrupción o retuerzan las leyes para reformar constituciones y seguir en el poder o limitar a los congresos y a las cortes, existirá siempre la esperanza de que la justicia prevalecerá. Un buen mensaje también para los gobiernos actuales, especialmente aquellos que se sienten arrogantes.

Esta semana en Argentina una corte sentenció a 12 ex militares y policiales a cadena perpetua y otras penas menores, por los crímenes que se cometieron durante la dictadura de las juntas militares entre 1976 y 1983. Gracias a la derogación en 2005 de una ley de amnistía, fueron sentenciadas desde entonces 262 personas, además de otros 802 casos desde que Raúl Alfonsín y la democracia irrumpieron en 1983.

Otra medida relevante de esta semana fue la derogación de la ley de amnistía por parte del gobierno de Uruguay, que también ayudará a rever parte de la historia de ese país, de la que el propio presidente José Mujica estuvo involucrado como guerrillero y preso político. Lo mismo sucedió con el caso de Brasil, aunque con una situación un poco más tímida, al ser el Congreso el que le miércoles pasado creó una Comisión de la Verdad, que tendrá como objetivo primordial  revisar los crímenes cometidos durante las dictaduras militares entre 1964 y 1985, y se podrá así escudriñar mejor las peripecias de la presidenta Dilma Rousseff, quien también fue activista de la guerrilla, detenida en celdas clandestinas y torturada.

Ojalá que en su capacidad, la justicia para que sea entera y verdadera, también mire con la misma óptica aquellos crímenes de lesa humanidad que perpetraron los grupos clandestinos y guerrilleros que pensaron que la lucha de las ideas debía ser por las armas. Esa lucha también fue fratricida y tiene sus responsabilidades ante los derechos humanos que violaron constantemente.

octubre 28, 2011

Chávez, el destructor


Los defensores del chavismo y del castrismo insisten en los logros en materia de salud y educación de estos regímenes como propuestas de igualdad ciudadana. En parte es verdad, pero también es cierto que la calidad de ambos rubros ni siquiera se compara con la de países desarrollados o los del sureste asiático o de la India, por lo que el éxito es relativo. Ni en los hospitales de La Habana ni de Caracas existen insumos y medicamentos suficientes, mientras que la educación responde directamente a la ideología y propaganda de los gobiernos.

Tampoco pueden destacarse dos rubros que en países con regímenes totalmente diferentes, más democráticos, los índices de educación y salud son muy superiores a los de Venezuela o Cuba. Chávez, si quisiera vanagloriarse de sus logros en estas dos materias, debería demostrar que está igualando hacia arriba, no hacia abajo, como muestran todos sus índices. Educadores cubanos, que no han demostrado mucho en los últimos 50 años, son héroes para el sistema chavista, así como médicos que se fabrican de a cientos cada tres años. El mérito quizás es que hay menos analfabetismo y que las clases más populares acceden a algún tipo de medicina más igualitaria y accesible, lo que no sucedía en otros gobiernos a los que la pobreza y la desigualdad les molestaban pero no hacían mucho por ellas.

Pero la educación y la salud, para vanagloriarse de ellas, no debe medirse con el promedio latinoamericano sino con el de países desarrollados como los escandinavos y los asiáticos.

Repito. En muchos viajes que hice a Venezuela en esta última década, siempre me sorprendió la falta de obras públicas, no digo faraónicas, pero simplemente de aquellas que, además de embellecer, dotan al país de la infraestructura necesaria de comunicación vial, digital, de viviendas y centros industriales y turísticos, imanes de capitales internos y externos.  Uno no puede dejar de preguntarse ¿cómo un país que nada en la riqueza del petróleo puede darse el lujo de hacer tan poco?

Las obras públicas y mega construcciones – como lo demuestran muchos países árabes que también viven del petróleo – son fuente necesaria para atraer inversiones, generar empleo, reducir la inflación, crear consumo y mayor bienestar. Al menos si tanto se habla de educación y salud, ¿por qué Venezuela no tiene los mejores hospitales, escuelas y universidades de toda América Latina?

Lamentablemente Chávez – repito y lo repetiré hasta el cansancio – sigue demostrando que está administrando la pobreza y será algún día juzgado o al menos se los responsabilizará, por los talentos recibidos y la potencialidad desperdiciada. No hay historia más alarmante en nuestro continente que la de Venezuela y su gobierno.

Esta semana, el periodista Antonio María Delgado de El Nuevo Herald, escribió que “años de mal manejo económico bajo el presidente Hugo Chávez auguran un difícil inicio para un eventual gobierno de la oposición, que deberá lidiar con un aparato productivo en ruinas, agudos problemas de desabastecimiento, una producción petrolera en declive y una de las mayores tasas de inflación del mundo”.

Todos estos aspectos los argumentó con datos que obtuvo de una cobertura de un foro realizado por el Centro de Políticas Hemisféricas de la Universidad de Miami. Su nota está en el siguiente enlace: http://www.elnuevoherald.com/2011/10/28/1054125/nuevo-gobierno-en-venezuela-enfrentaria.html

octubre 27, 2011

Correa: interpretación equívoca sobre DDHH


Esta semana le llovieron palos al gobierno del presidente Rafael Correa en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, por las violaciones a la libertad de prensa en su país y, en especial, por sus actitudes personales en contra de periodistas y medios de comunicación.

No hay grupo nacional e internacional dedicado a los derechos humanos y a la libertad de expresión que no haya mostrado su repudio contra el gobierno ecuatoriano. Las evidencias están a la vista y fueron analizadas reiteradamente en informes de situación y visitas al país.

Su gobierno, como siempre ha hecho, tomó en la sesión del martes una actitud totalmente defensiva, culpando a los medios de comunicación de ser los agresores, corruptos y desestabilizadores del sistema. Incluso Correa, en estos días, declaró que su gobierno rechazará cualquier opinión desfavorable que sobre esa materia, vaya a emitir la CIDH, admitiendo en su prejuicio, de que la organización encontrará razones para criticar a su gobierno.

Correa también dijo que la CIDH, así como la relatora especial para la Libertad de Expresión, Catalina Botero, serán bienvenidas para que visiten Ecuador para constatar el nivel de libertad de prensa, pero que tampoco respetará que haya injerencias a la soberanía de su país.

Esto es - en otras palabras – que Correa dará la bienvenida a un informe y a una misión de la CIDH, solo si sale beneficiado por una opinión y un análisis favorable.

Con su actitud, no hace más que corroborar su irrespeto por los derechos humanos y los mecanismos que el Estado ecuatoriano – no su gobierno – está vinculado a respetar y garantizar.


Tensión entre la verdad y la libertad

Desde mis inicios en el periodismo hasta mi actual exploración en la ficción, la relación entre verdad y libertad siempre me ha fascinado. S...