Antes del domingo pasado para las elecciones regionales de Venezuela, la diatriba del presidente Hugo Chávez contra sus opositores políticos demostró que utiliza la propaganda política desde que asumió el poder en 1999 al mejor estilo de los nacionalismos totalitarios europeos del siglo pasado.
Sus insultos y de que “sacaré los tanques a la calle” en caso de que perdería su Partido Socialista Unido de Venezuela no son nuevos, sino los mismos que durante 10 años ha despachado contra empresarios, obispos, sindicalistas, periodistas, universitarios o los “oligarcas”, “jinetes del apocalipsis”, “golpistas”, “pitiyanquis” o quienquiera que desafíe su revolución.
Ducho en las armas de la propaganda totalitaria, Chávez ha sabido cohesionar, agitar y entusiasmar a las masas y crear miedo en sus opositores a quienes, por el solo hecho de disentir, califica de enemigos. “Quien retroceda (de la revolución) es un traidor”.
La estrategia comunicacional chavista, a diferencia de la propaganda política que busca “convencer para vencer”, está diseñada para “manipular y vencer”. De esta forma, Chávez ha polarizado al país detrás de la idea “a favor o en contra”, no permitiendo la indiferencia. Para ello utiliza tácticas variadas. Marchas y concentraciones de masas; discursos interminables para machacar ideas simples; elocuencia para trasmutar la desesperanza del pueblo hacia ideas mesiánicas; slogans como el “año de la batalla mediática” del 2002; exageración de mitos con conspiraciones de asesinato, golpes de estado e “invasiones del Imperio”; y utilización dramatizada de medios de información, públicos y privados, para repiquetear sus ideas hasta el cansancio, al mejor estilo que en los fascismos de Franco, Hitler, Mussolini y Lenin.
Todo esto, sin dejar de lado la importancia de los símbolos, desde los más insignificantes como el cambio de escudo, bandera y nombre del país, hasta el uso del “rojo y rojito” y sus “Canciones para la batalla”, y el más relevante, el rescate de la figura de Simón Bolívar, emulando al fascista italiano que incentivaba el inconsciente con la otrora grandeza del Imperio Romano.
La propaganda es la savia de la estrategia chavista, la cual se basa en el control de los poderes públicos, Judicial, Electoral y Legislativo, para que toda acción tenga viso de legalidad. Con un Congreso unipartidista, jueces dóciles, hizo reformas para acorazar su revolución. Criminalizó la disidencia; recreó el desacato aumentando sus penas en el Código Penal; creó sistemas de vigilancia vecinales para que todos se observen y desconfíen; fundó universidades y escuelas para el adoctrinamiento y hasta en la Constitución incluyó como “atentado” que en un medio escriban columnistas de una sola tendencia.
El cierre de RCTV en el 2007, y los ataques continuos contra Globovisión, no son casualidad, sino acciones que se vienen fraguando con la sanción tres años antes de la “Ley de Contenidos” creada para amordazar a los medios. La expulsión de Human Rights Watch en octubre pasado, se desprende de la “sentencia 1942” de 2003, con la que se desconocen los tratados internacionales sobre derechos humanos.
Chávez tiene obsesión por la comunicación y los medios. Insulta y agrede a periodistas de la misma forma que sanciona o maniata radios y televisoras. Pero al mismo tiempo se desespera por comunicar y crear medios, siguiendo las enseñanzas de Goebbels: “Hacer propaganda es hablar de la idea en todas partes”.
Durante su Presidencia, según Nielsen Media Research, Chávez ha encadenado a los medios en 1.751 oportunidades, hablando hasta cuatro o cinco horas por vez, y en un 57% de veces, en horario primetime. Ha creado más de 229 radios y 36 televisoras comunitarias, además de la Agencia Bolivariana de Noticias, la internacional Telesur y TVes, que funciona en la frecuencia y con los equipos confiscados de RCTV en todo el territorio.
Como todo sistema, sin embargo, enfrenta debilidades: resistencia y adaptación al cambio. Por un lado, su aparato propagandístico tiene que probarse a diario, contra la tenacidad de la prensa que denuncia cada atropello, la persistencia de la oposición que equipara sus marchas y el surgimiento de una juventud que ha descifrado la incoherencia entre sus promesas y la realidad, y teme perder libertad.
Por otro, Chávez sigue enfocado en la propaganda totalitaria, manipuladora, usando métodos tradicionales sin avizorar los cambios. Hoy en día, la propaganda política, la vendedora de ideas, ve que las masas y las marchas más efectivas no están en las calles, sino en las nuevas tecnologías, en el internet y sus redes sociales.