En forma cíclica las policías del continente se ven involucradas en actos criminales que no solo desacreditan a sus mismas fuerzas, sino que también hacen añicos nuestra confianza y derrumban la esperanza de que los índices de inseguridad serán alguna vez reducidos.
En muchos países o regiones, hace rato que las policías generan tanta desconfianza como los grupos criminales, con el agravante de que uno espera que estos últimos grupos se comporten de esa forma, pero no quienes deben velar por el orden.
El asesinato de dos universitarios hondureños, Rafael Alejandro Vargas Castellanos y Carlos David Pineda Rodríguez, a manos de varios policías, algunos de los cuales están prófugos tras ser liberados por la propia Policía, habla a las claras de la desprotección en la que vivimos y de la poca confianza que puede existir en un país donde los abusos policiales son parte de la cultura del Estado. Si a esto le sumamos, las declaraciones del ex ministro de Seguridad, Oscar Alvarez, sobre la infiltración del narcotráfico en las filas altas de la policía, no se puede esperar nada más de que el presidente Profirio Lobo, como prometió desde el inicio de su gobierno, inicie una depuración profunda y rápida de las fuerzas del orden.
Como bien dijo ayer el presidente mexicano Felipe Calderón, más vale una policía chica y eficiente que una grande y criminal. Sus palabras tampoco son nuevas, casi ya llegando al final de su Presidencia, Calderón siempre habló de la necesidad de depurar los cuerpos policiales que están, en muchos estados, íntimamente ligados al narcotráfico, permitiendo la expansión grosera del crimen organizado. Calderón ahora pidió mayor rapidez en la depuración de las policías, sabiendo que los militares no pueden ganar por sí solos la guerra contra los narcos, ya que la policía es el único cuerpo que puede devolverle la confianza perdida a los mexicanos.
Tampoco en Estados Unidos la corrupción es ajena a la policía. Todas las semanas se conocen arrestos y castigos contra policías. En Nueva York, 12 agentes fueron detenidos y separados de sus fuerzas, involucrados en tráfico de influencias y en todos los distritos son separados e investigados por abuso de poder. La única diferencia es que en Estados Unidos los departamentos de Investigaciones Internas y auditorías de las policías son estrictos, y el público tiene confianza que la depuración de los cuadros policiales es constante y que rinde frutos en materia de confianza.
La batalla en contra de la criminalidad y la inseguridad ciudadana es una prioridad que exigen los ciudadanos latinoamericanos. Nada es tan importante como la tranquilidad y la confianza en el sistema.