Mostrando entradas con la etiqueta Nilda Garré. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Nilda Garré. Mostrar todas las entradas

noviembre 12, 2013

Disciplinando a los críticos

La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) siempre fue caja de resonancia de los abusos de poder y la falta de justicia en América Latina. Sin embargo, paradójicamente, quienes acuden a ella suelen transformarse en víctimas de sus propias denuncias.
Esta vez les tocó el turno a periodistas argentinos y ecuatorianos. Desde sus gobiernos les llovieron todo tipo de insultos después que denunciaron ante la CIDH que son perseguidos por sus críticas, opiniones y denuncias, como fue el caso de Magdalena Ruiz Guiñazú y Joaquín Morales Solá, quienes actuaron en representación de un grupo de colegas.
La embajadora argentina ante la OEA, Nilda Garré, en vez de neutralizar las denuncias con la posición del gobierno, prefirió descalificarlos, acusándolos de “victimizarse”, de ser “voceros de grupos monopólicos que resisten los avances democráticos” y de orquestar campañas contra las políticas nacionalistas en Latinoamérica. Todo esto, después de que por años, la CIDH le negara una audiencia a los periodistas ante las presiones del gobierno.
Este arrebato en contra de quienes fueron a denunciar violaciones a los derechos humanos, se dio, paradójicamente, al mismo tiempo que el gobierno de Cristina Kirchner anunciaba con bombos y platillos, el descubrimiento de “listas negras” de la última dictadura. Y mientras se daban los nombres de los más de 300 artistas, intelectuales y periodistas que los militares consideraban blancos debido a sus denuncias y posición política, el gobierno tomaba represalias contra los denunciantes actuales, como el caso de Ruiz Guiñazú, a quien le cayeron inspectores de la AFIP, buscando pruebas por ingresos pasados.
El mensaje fue muy claro. Aunque no existe la burda censura directa, los insultos y los inspectores buscan intimidar para generar autocensura. Una forma de disciplinar a periodistas, críticos y díscolos; de la misma forma que se persigue económica, legal y judicialmente a muchos medios y empresas privadas por no plegarse a los designios del gobierno.
La misma actitud la asumió el presidente ecuatoriano, Rafael Correa. Arremetió contra un grupo de periodistas que lo denunció ante la CIDH por violaciones directas a los derechos humanos e intimidar con acciones judiciales e insultos públicos que suelen terminar en agresiones. Correa, más allá de que sus funcionarios no acudieron a la audiencia, la calificó de “payasada” y de “una más de los perdedores de las elecciones y la burocracia internacional”.
En ambos casos, se trata de un doble estándar de estos gobiernos. Sus democracias se construyeron, en parte, gracias a las denuncias que las víctimas de las dictaduras pudieron hacer ante organismos internacionales. Fue justamente una misión de la CIDH a Argentina en 1979, la que despertó la reacción internacional contra la dictadura militar, que por aquel entonces, estaba empecinada a mejorar su imagen externa con el eslogan de “Los argentinos somos derechos y humanos”, pretendiendo enmascarar las graves violaciones a los derechos humanos.
En el caso argentino es obvio que no se puede comparar la persecución en dictadura a las de este gobierno. Entre 1976 y 1983 desaparecieron 93 periodistas y cientos debieron exiliarse. Pero por menos grave que sean las violaciones ahora, no tiene por qué coartarse el derecho de quienes quieran denunciarlas o se consideren víctimas de opresión.
El caso ecuatoriano es aún más grave. Correa, enojado por informes sobre derechos humanos desfavorables a su gobierno, no solo protesta, sino que lideró una campaña internacional contra la CIDH, acusándola de “brazo del imperialismo” y amenazando con la renuncia de su país a esa jurisdicción. Algo que concretó Nicolás Maduro, quien prefirió sacar a Venezuela del sistema interamericano, antes que responder por graves atentados a los derechos humanos cometidos en su período y en el de su antecesor.
Estos gobiernos, como el argentino y el ecuatoriano, que se autocalifican de campeones de los derechos humanos, en lugar de admitir errores o investigar las denuncias, prefieren perseguir y disciplinar a sus críticos con tal de que haya una sola verdad, la oficial. Siempre, con una actitud marcadamente defensiva, prefieren atacar a quienes hacen preguntas o denuncias, a tener que rendir cuentas como les exige su mandato.

noviembre 02, 2013

Periodistas se defienden en la CIDH, por ataques de Kirchner y Correa

Los gobiernos de Cristina Kirchner y Rafael Correa han hecho de los medios de comunicación y de sus propietarios la razón de su existencia. Los acusan de ser los poderes económicos y políticos, los verdaderos opositores, a los que califican de vendepatrias, conspiradores, golpistas y desestabilizadores. Además,  los hacen  responsables de la desigualdad, de la opresión, de incentivar la inseguridad y de desconocer a las autoridades.

En su estrategia de achacar todos los males a los medios - el único “enemigo” en pie, después de que degradaron y se apoderaron de las estructuras institucionales - se han cuidado de atacar a los periodistas, a quienes consideran víctimas de los medios privados, desalmados y monopólicos. Su táctica de pegar a los de arriba y minimizar el impacto entre los de abajo, así sean periodistas, indígenas, maestros u obreros, tiene el claro propósito de desinflar su colchón electoral.

Pero son tantas las agresiones y campañas de desprestigio que estos gobiernos y sus estructuras oficialistas le han pegado a los periodistas, a los de a pie, así como también lo hicieron gobiernos de ideologías diametralmente opuestas como los de Hugo Chávez, Carlos Menem, Alberto Fujimori o Augusto Pinochet, que los periodistas empezaron buscar refugio y a ejercer sus derechos fuera del país.

Esta semana, grupos de periodistas argentinos y ecuatorianos participaron de las audiencias de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, para denunciar los atropellos a la libertad de expresión y de prensa en ambos países. La crítica contra los gobiernos no es tan solo por las campañas de desprestigio que sufren, sino por las trabas para hacer periodismo y las que se imponen a los ciudadanos, a quienes se niega su derecho de acceder a información pública.

Los periodistas denunciaron la censura que implica la Ley de Comunicación en Ecuador, las demandas judiciales con millonarias indemnizaciones que les llueven desde el poder político, las campañas de desprestigio con afiches, denuncias y juicios públicos, todo ello con el ánimo de censurar y generar autocensura.

También denunciaron el cepo publicitario en Argentina impuesto por la Secretaría de Comercio a los supermercados y la forma en que el gobierno utiliza fondos públicos para beneficiar a los medios que le son afín y la falta de una ley de acceso a la información pública que obligue al gobierno a ser transparente.

Obviamente, las respuestas de los gobiernos no se hicieron esperar y fueron previsibles. Rafael Correa, desde Moscú, dijo que las denuncias de los periodistas y de miembros de la sociedad civil ecuatoriana ante la CIDH era solo una “payasada”. Mientras tanto, la embajadora argentina ante la OEA, Nilda Garré, calificó a los periodistas – Joaquín Morales Solá y Magdalena Ruiz Guiñazú entre otros prestigiosos e independientes - de "voceros de grupos monopólicos que resisten los avances democráticos".


Las presentaciones de ambos grupos tuvieron en sus países una cobertura desigual. Muchos periodistas se sintieron representados pero otros los criticaron por victimizarse, desde una óptica muy parecida al oficialismo. En realidad, esto muestra que si algo “bueno” han logrado con su estrategia de desprestigio estos gobiernos, es que también han dividido y polarizado al gremio periodístico.

La ironía de la libertad

Existen dos tipos de libertad, la propia y la ajena. Una es la que gerenciamos y depende estrictamente de nuestra conciencia y de las decisi...