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junio 09, 2018

La justicia tardía también es justicia


Justicia tardía no es justicia reclamaba Séneca. A veces, sin embargo, no importa la tardanza si llega para acabar con la impunidad, como sucedió en América Latina, al poner punto final al terrorismo de Estado en épocas no democráticas.

Ocurrió de nuevo esta semana. La justicia que por 20 años no proveyó el Estado de Colombia a los familiares del periodista asesinado Nelson Carvajal, la terminó de administrar la Corte Interamericana de Derechos Humanos.

La sentencia de la Corte Interamericana condena a Colombia por incumplir su deber en administrar justicia, a reparar a sus familiares y a reabrir el caso. Mejor aún, sienta un precedente importante para que los estados resuelvan cientos de crímenes impunes contra periodistas e incentiva luchas contra la impunidad como la ejerce la Sociedad Interamericana de Prensa.

Nelson fue asesinado por descubrir la verdad y acabar con la corrupción en Pitalito, un pueblo del interior colombiano, cuya población vivía arrinconada entre la connivencia de políticos, empresarios y narcotraficantes.

Nelson pagó un alto precio por esa valentía. Recibía amenazas, desprecio de los poderosos y le proponían jugosos sobornos para quedarse callado. Nada lo atemorizaba. Todo lo denunciaba. Cuando una hermana le advirtió que tuviera cuidado por informar sobre la construcción de viviendas de mala calidad, Nelson contestó: “Más vale morir con dignidad que vivir arrodillado ante los corruptos”.

Fue su última frase. Premonitoria. Al día siguiente, antes de poder denunciar los hechos ante su micrófono, le pegaron siete disparos.

Todo hubiera podido terminar ahí, en ese tiroteo; sepultadas para siempre su vida y reputación de periodista, maestro y concejal. Le hubieran homenajeado en cada aniversario. Sin embargo, a la pesadilla por la muerte le siguió un largo calvario que debieron transitar su esposa, hijos, padres, hermanas y sobrinos.

Los Carvajal eran un clan familiar muy unido y con un orgullo ciudadano altísimo en Pitalito, reputación moral que Nelson había construido con cada denuncia sobre corrupción. Pero desde el mismo momento que sus hermanos se arremolinaron ante el cadáver, se escucharon las primeras amenazas entre medio del tumulto.

Desde entonces, las agresiones e intimidación contra los familiares se multiplicaron, en especial cuando varios de ellos comenzaron a colaborar con la justicia, aportando datos y acercando testigos a la Fiscalía. Las amenazas, las llamadas de teléfono anónimas, las burlas y las coronas de muerto en la puerta, les invitaban al silencio o a irse de Pitalito.

Entre 1999 y 2010, diez familiares tuvieron éxodo obligado. Salieron al exilio en tres camadas, en coincidencia con las amenazas que se hacían intolerables cada vez que sucedía algún movimiento en el caso judicial, motivado, muchas veces, por las investigaciones y denuncias de la SIP. Un fiscal fue asesinado y muchos abandonaron el caso ante amenazas.

Los Carvajal siguieron a los empujones tratando de rehacer sus vidas. Perdieron su reputación y se acabaron sus almuerzos domingueros y celebraciones cumpleañeras. Dejaron de ser familia. Abandonaron a sus amigos, sus trabajos, sus colegas, su patrimonio y, peor aún, su identidad y sentido de patria. Se sintieron a la deriva y abandonados por su propio país. No entendían su infortunio.

La sentencia de la Corte no les devuelve a Nelson a los Carvajal, pero sí mucho de todo lo que perdieron: dignidad y sentido de justicia. A Pitalito difícil que regresen. Ya tienen raíces en otros lugares.

Horas posteriores al fallo, con Angelita Baeyens la abogada del Robert Kennedy Group con quien litigamos el caso en agosto pasado ante la Corte Interamericana en Costa Rica, hablamos por Skype con 19 familiares de Nelson, con los del exilio y los de Colombia. En una hora expresamos, ellos y nosotros, toda la emoción, la alegría y las frustraciones que acumulamos por tantos años, dolorosos y lentos, desde que en la SIP abrazamos el caso de Nelson en 2002.  

Cuando escuché a las hermanas de Nelson coincidir y al resto asentir, supe que aunque la justicia tardó, trajo consuelo y esperanza de más justicia. “El fallo reconoce el trabajo de Nelson, y honra su memoria y la voz de la prensa para que no sea silenciada. El esfuerzo y el amor de Nelson por el Periodismo ha quedado plasmado para siempre en esta sentencia”, dijeron Judith y Miriam Carvajal. trottiart@gmail.com


agosto 26, 2017

Carvajal reivindicado y reclama justicia

A 19 años del asesinato del periodista colombiano Nelson Carvajal nada ha cambiado. Colombia sigue siendo un país peligroso para los reporteros, aunque la violencia haya disminuido debido al proceso de paz. 

Igualmente se mantiene un alto índice de impunidad como producto de una sociedad que ha vivido inmersa en un conflicto armado fratricida, potenciado por la peligrosa connivencia entre la guerrilla, el narcotráfico, otras variantes de crimen organizado y parte de una administración pública corrupta.

Nelson Carvajal, a sus 37 años, fue víctima de esa combinación delincuencial. Era un periodista de denuncia y en un territorio de pocas pulgas como Pitalito, en el interior colombiano, su valentía por revelar en la radio los estragos de la corrupción le cosechó muchos enemigos. 

El 16 de abril de 1998 le descerrajaron siete tiros cuando se estaba subiendo a su moto para ir a la radio a denunciar lo que había anunciado. Daría la primicia sobre la matufia entre un funcionario municipal y un poderoso empresario, ambos de Pitalito, por la construcción de viviendas de mala calidad a precios de primera en un predio que el municipio cedió en ganga. 

A la pesadilla por el asesinato de Carvajal, le siguió un largo calvario que debió sufrir su familia hasta hoy, 19 años después, cuando al caso le faltan ocho meses para prescribir. Diez de sus familiares, hijas, hermanas, hermanos y sobrinos, tuvieron que salir del país porque cada vez que aportaban datos a la investigación eran amenazados de muerte y perseguidos. 

Las primeras investigaciones oficiales lograron que el funcionario y el empresario terminaron en la cárcel como autores intelectuales junto a un par de maleantes que apretaron el gatillo. Sin embargo, tres años después todos fueron declarados inocentes. La fiscalía siguió la investigación y atribuyó el crimen a la guerrilla, un recurso abstracto para cerrar un caso que se utilizaba en Colombia cada vez que el crimen no se podía atribuir a persona concreta.  

Ante tanta desidia, investigamos el caso en la Sociedad Interamericana de Prensa a partir de 2001 y tras encontrar anomalías en el proceso presentamos el caso ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Años después la Comisión nos dio la razón y nos motivó a negociar con el Estado. Luego de ocho reuniones entre 2005 y 2009 abandonamos el diálogo, el Estado no admitió su responsabilidad y el caso terminó en la Corte Interamericana. 

Esta semana tuvimos la audiencia en la Corte en su sede de San José. El Estado presentó como testigo a una de las tantas fiscales del caso y nosotros, junto al Robert Kennedy Human Rights, que nos acompañó en este litigio, presentamos a Judith Carvajal, una de las hermanas de Nelson. 

El Estado indicó que tras la confesión de un par de guerrilleros, ahora desmovilizados, volvió a la hipótesis original del funcionario y el empresario como autores intelectuales. Los jueces se mostraron sorprendidos teniendo en cuenta el principio universal de que nadie puede ser juzgado dos veces por el mismo delito y de saber que un testigo clave fue asesinado.

En los alegatos finales, pese a la reticencia de los representantes del Estado, pedimos a la Corte que declare al Estado de Colombia responsable por la violación de sus obligaciones bajo la Convención Americana de Derechos Humanos y que ante la inminencia de la prescripción penal por el homicidio – abril de 2018 - ordene al Estado tomar las medidas necesarias para que el término de prescripción no sea un obstáculo para que la investigación penal conduzca a la individualización, juzgamiento y sanción de los autores materiales e intelectuales del asesinato.

La Corte dará su veredicto final dentro de los próximos seis meses. El Estado indicó que existen posibilidades de revisar el caso. Más allá del resultado, lo importante es que Nelson Carvajal ha cobrado nueva vida, reivindicado por una justicia internacional que en su país le fue esquiva por dos décadas.

Sin dudas que Pitalito era una mejor comunidad con Carvajal y Colombia sería mucho mejor con más de una centena de periodistas a los que asesinaron en los últimos 30 años. Por ello es importante persistir en la reivindicación de sus vidas en seguir reclamando hasta que se haga justicia. trottiart@gmail.com

Tensión entre la verdad y la libertad

Desde mis inicios en el periodismo hasta mi actual exploración en la ficción, la relación entre verdad y libertad siempre me ha fascinado. S...