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diciembre 16, 2010

Sillas vacías


En una semana de diferencia, dos sillas vacías se ocuparon de denunciar a dos de los regímenes más despóticos y violadores de los derechos humanos que existen en la Tierra, el chino y el cubano.

Así, el cubano Guillermo Fariñas y el chino Liu Xiaobo, fueron representados en las ceremonias donde se les entregaron los galardones más distinguidos y merecidos que se entregan en el mundo, como el Premio Sajarov y el Premio Nobel de la Paz.

Tal vez los chinos liberen en el 2011 a Xiaobo y a Fariñas lo dejen salir en el futuro. Mientras tanto, lo importante es que la Unión Europea mantenga la prensión económica contra Cuba hasta que se dejen de violar los derechos humanos o el gobierno permita a veedores internacionales visitar la isla.

Ese será el mejor honor que le podrán hacer a este periodista independiente y psicólogo que casi dejó su vida tras una huelga de hambre para continuar la protesta de Orlando Zapata, otro prisionero político que murió en otra huelga de hambre pidiendo por la liberación de todos los disidentes encarcelados.

mayo 23, 2010

Cuba ¿liberará presos políticos?

Ojala sea verdad y el régimen comunista y autoritario de los hermanos Castro terminé liberando a los presos políticos y periodistas que todavía se pudren en las cárceles de la isla.
La versión la dio Guillermo Fariñas quien mantiene una huelga de hambre por 88 días en demanda para que por lo menos liberen a quienes están delicados de salud. Es la Iglesia Católica la que está intercediendo ante el gobierno cubano, y la única que podría darle la excusa al régimen para dejar libres a los presos, ya que no quiere hacer ver que se deja influir por las presiones de Fariñas ni de las Damas de Blanco ni por EEUU o la Comunidad Europea y otras instituciones internacionales como la SIP.
Es que el gobierno no quiere dar siquiera apariencia de debilidad, pero la presión es demasiado fuerte y con ella las sanciones económicas. Así que no tiene mejor salida que haber encontrado en la Iglesia a un intermediario lógico y neutral.
La intermediación del cardenal Ortega es una salida elegante y así, además, el gobierno permite el posicionamiento de una Iglesia que siempre fue perseguida, aunque últimamente y después de la visita de Juan Pablo II fue más tolerada.
Claro que esto no es suficiente, porque la liberación será a cuentagotas; pero por algo se empieza. Existe esperanza para las familias sufridas.

abril 01, 2010

Huelga de hambre

Los cubanos disidentes como Guillermo Fariñas han encontrado en la huelga de hambre un método eficaz para llamar la atención internacional y para obligar al gobierno cubano a no ignorar sus problemas internos, como siempre lo ha hecho.

El gobierno de los hermanos Castro sigue arremetiendo contra la memoria de Orlando Zapata, a quien dejaron morir después de 85 días, y ahora busca hacer lo mismo como Guillermo Fariñas que ya lleva unas tres semanas resistiéndose a ingerir alimentos, los que se le administran por vía intravenosa.

Más allá de que podamos discutir la moralidad del método, la diferencia entre huelga de hambre, ayuno o protestar poniendo en riesgo la propia vida, lo cierto es que el tesón de Fariñas, a quien ahora se le han sumado varios presos más, ha logrado la atención internacional y la crítica contra los Castro mediante este método pacífico.

Para muchos, el gobierno no hará nada para evitar la muerte de Fariñas, quien pide la liberación especialmente de 27 presos de conciencia que están en delicado estado de salud, pero seguramente su vocación humanitaria y de protesta ya ha desenmascarado a este régimen quien siempre gozó de la protección del romanticismo internacional, escondiendo un burdo comunismo que se ha valido para sobrevivir de la caridad de otras naciones.

marzo 18, 2010

Deberes humanos

El deber prioritario del Estado es proteger y garantizar que todo ciudadano, sin distinción, viva en pleno disfrute de sus derechos humanos; por lo que en una sociedad sana, los derechos de unos terminan convirtiéndose en los deberes para otros.

Por eso los tratados internacionales, más allá de las ideologías, establecen que los pueblos tienen derecho a la democracia y sus gobiernos la misión de proveer un blindaje institucional a los derechos humanos como eje de promoción y consolidación de ese inmejorable sistema político.
Las faltas a los derechos humanos no solo son cometidas por quienes hacen de la persecución política o los abusos de poder una práctica cotidiana, sino también por aquellos que las toleran, no las previenen ni sancionan adecuadamente.
Estas políticas de agresión u omisión por parte del Estado, son palpables en nuestro continente, donde observamos que varios presidentes tienen la aguda visión para condenar los abusos que se cometieron en otras épocas, pero dificultades en identificar y reconocer las violaciones que sus propios gobiernos protagonizan.

Así vemos como Cristina Kirchner enarbola banderas contra las dictaduras, pero atropella a los medios de comunicación y a la oposición con leyes mordazas peores que las de aquellas épocas. Hugo Chávez resiente el golpe de Estado de 2002, pero ha politizado a la justicia, perseguido a los opositores y acumulado poder excesivo. Alvaro Uribe batalla contra el crimen de las narco guerrillas, pero sus militares se involucran en el escándalo de “falsos positivos” haciendo pasar a civiles por bajas guerrilleras. Felipe Calderón combate al crimen organizado, pero su gobierno no da la talla para proteger ni para evitar que esos crímenes se repitan. Evo Morales denuncia abusos castrenses del pasado, pero ahora motiva a su Ejército con el lema “Patria o muerte, venceremos''. Los hermanos Castro reclaman nostálgicos las injusticias del régimen de Fulgencio Batista, pero no vacilan en atacar a cualquier otro gobierno que no les rinda pleitesía, mientras hace 51 años que oprimen a mansalva a sus ciudadanos.

La falla más grotesca contra los deberes humanos, al margen de la agresión directa o la omisión por parte del Estado, es la falta de actitudes piadosas y solidarias de parte de algunos mandatarios latinoamericanos que se muestran indiferentes o demasiado diplomáticos ante el dolor ajeno, creyendo que la Carta Democrática Interamericana solo les obliga a proteger la democracia pero no los derechos de sus ciudadanos.

Entre ellos, esta semana se destacó el presidente Luiz Ignacio Lula da Silva, quien lejos de no haber reconocido a la disidencia política cubana cuando visitó La Habana recientemente, criticó el método de huelga de hambre del periodista independiente Guillermo Fariñas, comparando a los presos de conciencia en Cuba con los delincuentes comunes en las cárceles de Brasil.

Lula pidió que se respete la determinación de la justicia cubana como quisiera que se respete la brasileña, pero soslayó el hecho que nadie pide por los delincuentes comunes en Cuba, sino por aquellos que están presos por opinar y por sus ideas, habiendo sido sometidos en juicios sumarísimos y por jueces adictos a la voluntad del Ejecutivo.

La impiedad de Lula contrastó con la decencia del presidente Oscar Arias, quien obligado por su Premio Nobel de la Paz, y arriesgándose a las críticas que le lloverán por inmiscuirse en soberanías ajenas, condenó al régimen castrista. Argumentó que todo gobierno que respete los derechos humanos debe al menos mostrar compasión por una persona débil, en lugar de calificarlo de chantajista.

Ojalá que la actitud compasiva de Arias sea el ariete que impulse a otros líderes latinoamericanos (quizás al flamante presidente chileno Sebastián Piñera) para reclamar por la liberación de los 200 presos políticos cubanos que ya pide a gritos la Comunidad Europea o abochorne al salvadoreño Mauricio Funes, para que no abra en este momento una embajada en Cuba, donde lo que tal vez se necesite son salas de velorio donde honrar a disidentes inmolados.

Si los líderes latinoamericanos han tenido la visión para pedir la reinserción de Cuba o la separación de Honduras al contexto de naciones en el hemisferio, correspondería que tuvieran ahora la hidalguía de pedirle al gobierno castrista que asuma sus deberes humanos.

marzo 09, 2010

Lula: arrogancia impiadosa

Tal vez sea la arrogancia de ser uno de los presidentes más populares de América Latina lo que le hace hablar estupideces. No se puede creer que uno de los mandatarios más importantes de América Latina le falte tanta piedad como para criticar a los presos políticos cubanos y cuestionar a aquellos gobiernos o ciudadanos que reclaman al gobierno de los hermanos Castro la liberación de los encarcelados de conciencia.

El presidente brasileño, Luiz Ignacio Lula da Silva, quien al momento de la muerte del preso político Orlando Zapata se encontraba en La Habana reunido con Fidel Castro y renegando la existencia de disidentes políticos en Cuba, acaba hoy de darle otra bofetada a los presos políticos y a todos aquellos ciudadanos que anhelan que algún día la democracia se instale en Cuba.

Lula pidió hoy respeto a la determinación de la justicia y del gobierno cubanos por el encarcelamiento de presos políticos, argumentando que no le gustaría que las autoridades de Cuba se entrometan con la justicia o criticaran las políticas penales de su país.

Lo que Lula parece haber soslayado es que nadie se entromete con los presos cubanos, aquellos que han delinquido, sino que la petición – una responsabilidad que exige la democracia y los tratados internacionales y universales sobre derechos humanos firmados por su país – está fundamentada en que nadie puede ser encarcelado por opinar, por sus ideas o por sus inclinaciones políticas, lo que siempre se ha considerado como una flagrante violación a los derechos humanos.

Lula, por más amistades y afinidad ideológica que tenga con las autoridades cubanas, no puede tapar el solo con la mano. En Cuba existen presos políticos, existen personas – la mayoría de su población – a la que el régimen comunista le ha conculcado la libertad.

No puede ocultar que el periodista independiente y en huelga de hambre, Guillermo Fariñas, está en grave peligro de perder su vida y si bien es lícito que disienta del método de protesta utilizado, no lo puede descalificar pidiendo respeto para una justicia que está totalmente amarrada a los designios del Poder Ejecutivo cuando se trata de resolver conflictos de conciencia.

La complicidad de Lula con el régimen castrista es vergonzosa. No solo se muestra arrogante, sino con una falta grave de solidaridad y de piedad por el dolor de personas que son víctimas de la opresión, una actitud muy alejada de la que uno esperaría de un líder.

La ironía de la libertad

Existen dos tipos de libertad, la propia y la ajena. Una es la que gerenciamos y depende estrictamente de nuestra conciencia y de las decisi...