Si alguien esperaba
noticias buenas, Dilma Rousseff, la presidente de Brasil, dio la mejor del año
para su país, al decretar que la totalidad de las regalías petroleras se destinarán
a la educación, en consideración que este es el único motor capaz de impulsar
la economía y el desarrollo.
Lo importante de la
decisión es que Brasil en pocos años, gracias al nuevo yacimiento de “presal” a
fuera de las costas de los estados de Sao Paulo, Río de Janeiro y Espíritu
Santo, se convertirá en uno de los mayores productores y exportadores de
petróleo del mundo.
Brasil sabe que en
este momento todavía es disfuncional. Es la sexta mayor economía del mundo,
pero está muy rezagado en materia de equidad educativa. Un 40% de los estudiantes
de escuela secundaria abandonan el colegio antes de terminar el ciclo básico.
Lo interesante de
Rousseff, habiendo combatido la corrupción, la pobreza y ahora atacado uno de
los flancos más débiles, la educación, es que se evidencia como verdadera
estadista. Un líder que piensa en el futuro, alejándose de las tentaciones de
otros dirigentes de la región que utilizan los dineros públicos para subsidios y
motivar su caudal de votantes para lograr su relección.
Queda ahora en
Brasil la polémica de una ley del Congreso que Rousseff vetó parcialmente para
no perjudicar los contratos existentes y que se negaba a los estados productores
el usufructo del petróleo. Pero ¿quién podrá oponerse a un objetivo tan loable,
nacional y futurístico como la inversión en la educación?
1 comentario:
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