domingo, 17 de enero de 2010

Sensacionalismo, pasión y compromiso

Haití, su devastación y la cobertura periodística me traen algunas reflexiones. Una de las mayores críticas al periodismo es su propensión a ser amarillo, más tirado a rojo sangre, sensacionalista, a explotar los bajos instintos de la sociedad a través de la publicación de titulares tipo catástrofe o fotografías macabras de alto impacto; diseños que por lo general buscan vender ejemplares en el caso de los periódicos o videos con imágenes sobre violencia o personas llorando a sus muertos y reporteros jadeantes relatando las escenas por demás gráficas, como en el caso de los noticieros de televisión o esos programas tipo “primer impacto” o al “rojo vivo”.

Si hay algo que detesto es la primera parte de los noticieros televisivos donde lo único que se muestra es la violencia e incluso hasta hechos tan insignificantes – que parecen burlescos – de esos presentadores de la televisión que ante coberturas extensas de hechos importantes, como por ejemplo el terremoto en Haití, se sacan la corbata y el saco para dar la impresión de que trabajan mucho o están agotados. Pero es aquello que dicen que trabajan mucho.

Con la catástrofe en Haití resulta difícil nos traspasar esa línea delgada entre la cobertura apasionada y comprometida con los hechos - mantener la responsabilidad de informar en forma objetiva - y las imágenes que no pueden ser otras que de destrucción, dolor y alto impacto emocional. Peor aún, es informar donde el medio tiene un alto compromiso con su comunidad, como en el caso de los medios de la zona metropolitana de Miami, donde viven medio millón de haitianos; o cuando la audiencia es tan dispersa como la tiene CNN.

Creo que a pesar de algunos atisbos lagrimosos, los medios en general están haciendo coberturas extraordinarias, hasta para enviar a sus periodistas a la zona de catástrofe, un lugar al que no es fácil acceder en épocas normales.

De entre todo lo bueno, rescato en especial la cobertura desapasionada, objetiva; pero, al mismo tiempo, comprometida de The Miami Herald y El Nuevo Herald que mantienen una estrategia de cobertura amplia con decenas de periodistas y fotógrafos enviados a Haití. Lo más importante es que además de la cobertura, utiliza varias herramientas interactivas de conexión entre la gente y pedidos de ayuda y donaciones, mostrando su responsabilidad como medios ante los hechos. Haití Connect es un espacio donde los usuarios pueden colgar, ver, buscar fotos y mensajes de familiares – mucho llega a través de Twitter desde Haití – mientras que Helping Hand es el sitio donde se pueden canalizar las donaciones a través de United Way.

No es fácil hacer buen periodismo, especialmente cuando se puede caer en la tentación del amarillismo, por ello vale la pena rescatar los esfuerzos que con seriedad y sin sensacionalismo hace la mayoría de los medios. Recuerdo siempre que cuando vine a vivir a Miami hace 17 años atrás, me preguntaba a menudo si estaba loco o qué por traer a mi esposa y tres hijos pequeños en aquel entonces, después de que miraba horrorizado lo que era Miami a través de los noticieros televisivos. Dejé de mirarlos para poder sobrevivir, no porque quería esconder la realidad, sino porque me di cuenta que la realidad de los noticieros es diferente, no muestran al verdadero Miami… son más proclives a mostrar escenas de impacto y se desviven por su rating y la competencia por él. Los diarios son más serenos, muestran la crudeza, pero de otra forma, menos traumática, sin tanto alboroto ni impacto.