Había claridad en que el camino sería difícil y que si Hugo Chávez aceptaba las condiciones de Honduras, habría impuesto otras muchas más elevadas que a la postre podrían retrotraer al país a épocas anteriores al golpe de Estado que terminó con la presidencia de Manuel Zelaya. Lo del diario miamense, que divulgó un supuesto pacto entre Lobo y Chávez para volver a fojas cero y a que se intente de nuevo una constituyente, no debería sorprender tanto. Es que – más allá de que la medida sea buena o mala – estando Chávez de por medio, todo es posible.
Y nadie podría ser tan ingenuo para pensar que la reinserción de Honduras en la comunidad internacional pudiera ser sin costo alguno, sin polarización y sin el ruido que Zelaya, con el manto de inmunidad que se le ha otorgado, está dispuesto a formar para ganar los terrenos perdidos.
Nada está resuelto. Y no parece que Honduras podrá unificarse, la injerencia de Chávez, que todo lo polariza, seguirá dividiendo al país, así como también seguirá dividiendo las aguas en el terreno internacional.
Lobo, por su mandato, es quien tiene la responsabilidad de maniobrar para que el país esté en calma. No el pacto en sí del que también participó el presidente colombiano Juan Manuel Santos, sino su forma y las concesiones ofrecidas por Lobo – de ser cierto lo revelado por El Nuevo Herald – no ayudan a la pacificación interna. El costo puede ser muy alto.