Me preguntaron -como
si supiera- qué se necesita para escribir una novela. Me siento demasiado
arrogante e incómodo para enseñar sobre un oficio en el que apenas estoy
despuntando y aprendiendo. Hubiera preferido que me pregunten sobre cómo
escribir una nota periodística que enganche al lector, en una época en la que la
competencia por la atención es el gran desafío.
No tengo mucha
experiencia en novelas, pero esto es lo que aprendí en un par de años
intentándolo. Talento, poco. Coraje, mucho. Crear (y creer en) una historia,
esencial. Aprender, siempre. Leer, toneladas. Escribir, más toneladas y
perseverancia. Editar, corregir, reescribir y revisar, sin miedo y con audacia.
Tiempo atrás,
después de escribir verdades sobre sobre periodistas y libertades en varios
libros de no-ficción, quise contar historias ficticias. Como cualquier mortal,
sin talento innato para la disciplina y con mi mentalidad siempre orientada a
los hechos debido a mi oficio de periodista, me puse a buscar y aprender sobre la
nueva disciplina. Me harté consumiendo cursos por YouTube, podcasts, webinarios,
manuales sobre cómo escribir novelas, cómo crear el concepto, la estructura, la
trama, los personajes, los diálogos, los dilemas morales, las ironías y decenas
de técnicas sobre el fascinante mundo de la ficción. Todo fue muy útil, pero un
libro, más que otros, me desafió y me sigue desafiando: “The Secrets of Story”,
de Matt Bird. Me hubiera gustado que Bird hubiera sido más indulgente con mis
sueños de cómo escribir novelas o contar historias. Pero Bird se metió de lleno
a pelear en contra de mis ideas y prejuicios. Lo sentí tosco, amoral,
sinsentido. Sin embargo, poco a poco, tras releerlo, y escucharlo en Spotify, fui
descubriendo sus enseñanzas.
En esencia,
"The Secrets of Story" enseña que una historia solo funciona si presenta
un personaje (héroe o antihéroe) con el que la audiencia pueda identificarse o
por el que sienta algún tipo de conexión emocional, hasta el punto de tomar
partido en su viaje.
Suena simple, pero es muy difícil mantener la cabeza en
la audiencia cuando uno se concentra en la historia. Más allá de su definición,
me envalentó al descubrir que un novelista, así como un periodista, debe narrar
una historia con significado, que sea útil y relevante para enganchar a la
audiencia. García Márquez, periodista y novelista, supo hacerlo mágicamente con
perfección.