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julio 18, 2017

Maduro, bizarro y descocado



Un Nicolás Maduro cada vez más bizarro y descocado se aferra al trono con los dientes y bravuconadas. Pide alzar las armas para defender la revolución y montar una reforma constitucional que iguale a Venezuela con la Cuba comunista decadente a la que admira.
No le importan los 100 muertos que la represión oficial causó para maniatar las protestas que se iniciaron en abril. Tampoco los tres mil encarcelados, miles de heridos y los 300 torturados. Maduro considera que la violencia es el daño colateral que debe pagar la oposición por incentivar lo que él llama un intento golpista continuado.
La oposición convocó a una consulta para este domingo, ante la desesperación de no saber qué hacer para frenar a Maduro. La elección no es oficial, sino puro simbolismo, una gigantesca desobediencia civil para mostrar los colmillos al presidente. Maduro ignorará el resultado y antes bloqueará la quijotada.
Es irracional, vengativo y desafía cualquier demostración de fuerza. Envió a la agencia nacional de comunicaciones a amenazar a las radios y televisoras con que cancelará sus licencias de operación si cubren el plebiscito. Antes, tras el inicio de las masivas protestas, replicó con el llamado a la reforma constitucional con la idea de borrar a la oposición de la faz de la Tierra.
Las apariencias tampoco le importan. Ignoró a los obispos que calificaron a su régimen de “dictadura militar” y mandó a la Corte Suprema que despida a la fiscal general, Luisa Ortega. Antes, marca registrada del chavismo, ahora devenida en su mayor piedra en el zapato, Ortega insiste en que Maduro practica “terrorismo de Estado”.
Todo vale en este gran cambalache chavista que Maduro incentiva con circo y garrote. La semana pasada mandó a su milicia pretoriana a invadir el Congreso y agarrar a palazos a los legisladores de oposición. Días antes, puso en escena a un helicóptero y un actor tirando granadas sobre los edificios de la Corte Suprema y el Ministerio del Interior. Descubierto el ardid, el intento de golpe se inscribió como otra de las tantas anécdotas bizarras del Presidente.
 
Todos sus pasos son ilegales e ilegítimos, empezando por la convocatoria a una constituyente sin previa consulta popular y de la que solo participarán reformistas oficialistas. Canceló procesos electorales, desactivó al Congreso opositor mediante orden del Supremo Tribunal que solo trabaja para él y a las Fuerzas Armadas las mantiene leales, comprando generales o dándoles licencia para operar los anillos de corrupción junto a la mafia internacional.
No hay que descuidarse, Maduro todavía tiene cintura política para sobrevivir. Logró que el banco Goldman Sachs invierta millones en bonos de deuda de la petrolera estatal, dándole efectivo para unos cuantos meses más. Sacó de la cárcel al preso político más ilustre, Leopoldo López, y se las ingenia para que se acerquen a Venezuela decenas de intermediarios a los que permite soñar con lograr el diálogo o salvar la democracia inexistente. Maduro los despide socarrón, sabiendo que gana tiempo y fama de pacificador.
Nadie tiene la respuesta adecuada. No es fácil hacerle frente a una dictadura con armas democráticas. Hubo un intento frustrado en la reciente asamblea de la OEA en Cancún. Los países más influyentes del continente se alinearon para aplicar la Carta Democrática. No funcionó porque Venezuela aglomeró a un grupo de países caribeños que siempre le dan el sí a cambio de petróleo subsidiado.
¿Cómo salir de este régimen? ¿Cómo desarmar un esquema corrupto antes de que explote la bomba de crisis humanitaria, cuya mecha ya está prendida? ¿Cómo desbaratar a un gobierno que le alquiló el territorio al narcotráfico? ¿Qué hacer para detener una reforma constitucional que hará ilícitas las pocas libertades individuales que quedan?
Algunos creen que la respuesta la tendrían EE.UU y la UE mediante sanciones económicas severas. Pero aun así, Maduro, como los Castro, se las ingeniaría para sobrevivir a un embargo con las migajas de otras dictaduras siempre dispuestas a subsidiar autoritarismos, mientras prosigue con su idea de una Venezuela comunista.
Se requieren medidas más contundentes para que Maduro acabe en la cárcel. Tal vez todos piensan y saben la fórmula, pero nadie se atreve a decirla y ejecutarla. trottiart@gmail.com

marzo 16, 2010

Chávez: obediencia debida

La intención de Hugo Chávez de interferir o censurar el internet fue casi una orden para sus acólitos. Enseguida un batallón de “soldados” le mostraron pleitesía y subordinación, como varias veces mostró su arrojo Diosdado Cabello y varios legisladores de su partido.

Pero bueno, dentro de todo, esa subordinación del funcionario y de los diputados partidarios es parte del deber de lealtad que le deben quienes están bajo su mando y comparten su proceder e ideología. Se trata de una obediencia debida y justificada.

Lo que no se entiende es como puede haber otros obedientes, como la fiscal general Luisa Ortega, quien por una cuestión de principios, debería, por lo menos aparentar, cierto grado de independencia que es necesaria para que la gente pueda confiar en un ministerio público que debe representar al Estado no al gobierno, es decir a todos los venezolanos y nos solo a los que están identificados con un bando.

Pero bueno, la fiscal es así, subordinada. El año pasado no tuvo suerte de que el Congreso la escuchara con su pedido de que se regulen los “delitos mediáticos” porque hasta los propios diputados chavistas le pareció una barrabasada. Ahora, para evitar que Chávez la rete públicamente como lo hizo el año pasado si no accionaba contra Globovisión, le está pidiendo a la Asamblea legislativa que regule sobre el internet como su “amo y señor” lo solicitó.

Obviamente desde que llegó el ministro de Informática y Comunicaciones cubano, que dicho sea de paso sobre energía no entendía ningún comino, ya CANTV está trabajando en pos de que en Venezuela haya un punto único de acceso a internet, lo que significa que el gobierno tendrá la posibilidad de censurar, bloquear y filtrar el internet a su antojo.

Chávez no tiene reposo en buscar que lo poco de democracia que le queda a su país se vaya tornando cada vez más en roja, rojita; para lo cual, claro, tiene a sus soldados bien pertrechados, como la fiscal Ortega.

Tensión entre la verdad y la libertad

Desde mis inicios en el periodismo hasta mi actual exploración en la ficción, la relación entre verdad y libertad siempre me ha fascinado. S...