Un Nicolás Maduro cada vez
más bizarro y descocado se aferra al trono con los dientes y bravuconadas. Pide
alzar las armas para defender la revolución y montar una reforma constitucional
que iguale a Venezuela con la Cuba comunista decadente a la que admira.
No le importan los 100
muertos que la represión oficial causó para maniatar las protestas que se
iniciaron en abril. Tampoco los tres mil encarcelados, miles de heridos y los 300
torturados. Maduro considera que la violencia es el daño colateral que debe
pagar la oposición por incentivar lo que él llama un intento golpista
continuado.
La oposición convocó a una
consulta para este domingo, ante la desesperación de no saber qué hacer para
frenar a Maduro. La elección no es oficial, sino puro simbolismo, una
gigantesca desobediencia civil para mostrar los colmillos al presidente. Maduro
ignorará el resultado y antes bloqueará la quijotada.
Es irracional, vengativo y
desafía cualquier demostración de fuerza. Envió a la agencia nacional de
comunicaciones a amenazar a las radios y televisoras con que cancelará sus
licencias de operación si cubren el plebiscito. Antes, tras el inicio de las masivas
protestas, replicó con el llamado a la reforma constitucional con la idea de
borrar a la oposición de la faz de la Tierra.
Las apariencias tampoco le
importan. Ignoró a los obispos que calificaron a su régimen de “dictadura
militar” y mandó a la Corte Suprema que despida a la fiscal general, Luisa
Ortega. Antes, marca registrada del chavismo, ahora devenida en su mayor piedra
en el zapato, Ortega insiste en que Maduro practica “terrorismo de Estado”.
Todo
vale en este gran cambalache chavista que Maduro incentiva con circo y garrote.
La semana pasada mandó a su milicia pretoriana a invadir el Congreso y agarrar
a palazos a los legisladores de oposición. Días antes, puso en escena a un
helicóptero y un actor tirando granadas sobre los edificios de la Corte Suprema
y el Ministerio del Interior. Descubierto el ardid, el intento de golpe se
inscribió como otra de las tantas anécdotas bizarras del Presidente.
Todos sus pasos son ilegales
e ilegítimos, empezando por la convocatoria a una constituyente sin previa
consulta popular y de la que solo participarán reformistas oficialistas.
Canceló procesos electorales, desactivó al Congreso opositor mediante orden del
Supremo Tribunal que solo trabaja para él y a las Fuerzas Armadas las mantiene
leales, comprando generales o dándoles licencia para operar los anillos de
corrupción junto a la mafia internacional.
No hay que descuidarse, Maduro
todavía tiene cintura política para sobrevivir. Logró que el banco Goldman
Sachs invierta millones en bonos de deuda de la petrolera estatal, dándole
efectivo para unos cuantos meses más. Sacó de la cárcel al preso político más
ilustre, Leopoldo López, y se las ingenia para que se acerquen a Venezuela
decenas de intermediarios a los que permite soñar con lograr el diálogo o
salvar la democracia inexistente. Maduro los despide socarrón, sabiendo que
gana tiempo y fama de pacificador.
Nadie tiene la respuesta
adecuada. No es fácil hacerle frente a una dictadura con armas democráticas. Hubo
un intento frustrado en la reciente asamblea de la OEA en Cancún. Los países
más influyentes del continente se alinearon para aplicar la Carta Democrática.
No funcionó porque Venezuela aglomeró a un grupo de países caribeños que
siempre le dan el sí a cambio de petróleo subsidiado.
¿Cómo salir de este régimen?
¿Cómo desarmar un esquema corrupto antes de que explote la bomba de crisis
humanitaria, cuya mecha ya está prendida? ¿Cómo desbaratar a un gobierno que le
alquiló el territorio al narcotráfico? ¿Qué hacer para detener una reforma
constitucional que hará ilícitas las pocas libertades individuales que quedan?
Algunos creen que la
respuesta la tendrían EE.UU y la UE mediante sanciones económicas severas. Pero
aun así, Maduro, como los Castro, se las ingeniaría para sobrevivir a un
embargo con las migajas de otras dictaduras siempre dispuestas a subsidiar
autoritarismos, mientras prosigue con su idea de una Venezuela comunista.
Se requieren medidas más contundentes
para que Maduro acabe en la cárcel. Tal vez todos piensan y saben la fórmula, pero
nadie se atreve a decirla y ejecutarla. trottiart@gmail.com
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