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diciembre 07, 2012

El lamentable 7-D argentino


Siempre sostuve que la diferencia entre Argentina y Venezuela radica que en el país gaucho todavía existe independencia de la justicia, pese a que el gobierno de Cristina de Kirchner siempre ha querido emular al de Hugo Chávez también en esa disciplina.

El 7-D desnudó, de todos modos, un proceso lamentable en el país. Un gobierno totalmente arrogante, con pocas ganas de ajustarse a derecho, quería aplicar la ley más allá de lo que establecieran las cortes. Cristina de Kirchner bien sabe que tarde o temprano le ganará la pulseada al Grupo Clarín ya que la desinversión que deben hacer los grupos está establecida por la ley de medios, solo que ahora debe esperar ante una medida cautelar admitida por un tribunal y hasta que la Corte Suprema se expida sobre el fondo de la cuestión: la Constitucionalidad de dos artículos relativos a la venta de medios que esos grupos deben hacer.

La ley no es mala, si en cambio, su espíritu e intención. Apunta a que haya más pluralidad y diversidad de medios. Pero con el vicio del gobierno de tener medios propios, de amigos y de acólitos, y de someter a los independientes, no es difícil adivinar que seguirá buscando la hegemonía comunicacional para controlar la verdad. 

Si el gobierno fuera claro, transparente y realmente le importaría la libertad de prensa y de expresión – y lo demostrara en los hechos - difícilmente algún ciudadano o juez pudiera rechazar esta ley y su proceso.

El gobierno es tan arrogante que termina hiriéndose a sí mismo. No solo esperaba aplicar la ley este viernes, al que le puso nombre de guerra, sino que usó todo un armamento propagandístico para “vender” al público y a la justicia, que un fallo contra Clarín – una empresa privada – serviría para reverdecer la democracia y acabar con muchos problemas heredados de la historia. En realidad, como bien lo han usado otros presidentes, tal el caso de Rafael Correa y Hugo Chávez, Cristina de Kirchner endilga a la prensa los grandes males del país, una forma de exculparse de responsabilidad.
Los mismos parámetros de lucha lo usaron Chávez con RCTV - a la que cerró - y Correa con El Universo de Guayaquil, al que todavía no pudo doblegar.

Cristina seguramente terminará ganando la batalla a largo plazo, ya que los legisladores, aún sin que la justicia permita aplicar la actual, irán recreando otras leyes tratando de limitar el poder de Clarín. Pero bien hubiera podido esperar los fallos de la justicia, darse su tiempo, seguir con los procesos y no crear actos y propaganda para cantar victoria; de lo contrario, cuando le llegan los fracasos, lo único que aumenta es la intención y vocación por tomar revancha.

Seguramente mucho de eso se verá en los próximos días – lo que se observó antes de la resolución judicial a favor de Clarín – cuando los funcionarios atacarán a jueces o seguirán pidiendo su remoción.

El Poder Ejecutivo tiene todo el derecho de pelear sus batallas y por sus convicciones, pero está obligado a respetar los plazos judiciales y aquellos que también le pueden ser adversos. Pero sobre todo, como eje de un país, debe estar dispuesto a hacerlo con mesura, prudencia y en forma civilizada y con sentido común.

Lamentablemente, es tanta la arrogancia del gobierno, que le resulta cada vez más difícil tener sentido común. 

diciembre 03, 2012

La semana clave del 7D


El gobierno argentino acaba de expresar este fin de semana que no esperará ningún fallo de la Justicia sobre la aplicación e implementación de la ley de medios, para instrumentarla este próximo viernes, denominado 7-D por el oficialismo, y así comenzar con el desguace de los medios, con el objetivo principal de descabezar al Grupo Clarín.

La norma, aunque como muchas sobre comunicación que se crearon en otros países latinoamericanos, dice buscar técnicamente una mayor pluralidad de voces, en realidad está políticamente destinada – y justificada – para coartar el poder de crítica de los medios más independientes. Clarín es el botín más preciado luego de un quiebre entre gobierno y el grupo, que data de la época de la ex presidencia de Néstor Kirchner y que se profundizó con Cristina de Kirchner

La Presidenta estará este próximo viernes en Brasilia cuando venza el plazo que dio a un juez la Corte Suprema de Justicia para expresarse respecto a la medida cautelar impuesta por Clarín sobre el artículo que establece la desinversión de la ley de medios. Habrá que esperar si habrá fallo, de lo contrario Martin Sabbatella, titular  de la Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual (Afsca) ya anunció que a partir de las 5 de la tarde ya podrá “actuar de oficio”, contra todos aquellos grupos de medios que no haya expresado como se desvinculará de sus licencias.

La pelea no es fácil. Nadie puede oponerse a un gobierno que justifica una medida loable para que haya en el país mayor pluralidad y diversidad de voces, de ahí que Clarín tenga que remar contra la corriente popular para defender sus derechos, incluso comerciales, especialmente en un clima tan polarizado donde desde el Estado se lo ha atacado de todas formas propagandísticas posible para hacerlo ver como el opresor de todas las épocas del pueblo.    

Difícil es defender la libertad de prensa, no a Clarín, sino los principios más elementales de la libertad de prensa cuando el gobierno los disfraza de la libertad de los grupos mediáticos para tejer sus intereses comerciales, como si éstos fueran pecado en sociedades de libre mercado y democracias, pecados que bien pudieran o hubieran podido dirimirse ante la justicia.

La ley de medios no es mala en sí misma para el periodismo y la sociedad argentina, pero sí resulta incongruente cuando es utilizada como arma y sentido revanchista, y a favor de un gobierno que ya ha dado pruebas fehacientes de que no respeta la pluralidad de opinión ni de información, sino que busca desarticular las críticas e imponer una única voz y verdad oficial.

Entre esas evidencias no solo se destaca la propaganda que el gobierno hace a través de los medios oficiales, los medios que domina mediante extorsión a través de publicidad oficial y clientelismo, sino también las que utiliza más allá, en forma directa como propaganda en contra de toda la población. Se destacan las cadenas oficiales de la Presidente para hablar de hechos sin importancia o urgencia, las mentiras oficiales sobre estadísticas respecto a inflación,  pobreza y empleo, la falta de transparencia sobre las funciones públicas, el encubrimiento de actos de corrupción, la ideologización de la educación y el sentido de perversidad manifiesta para imponer un discurso agresivo y polarizante que logra dividir a los argentinos.

Tensión entre la verdad y la libertad

Desde mis inicios en el periodismo hasta mi actual exploración en la ficción, la relación entre verdad y libertad siempre me ha fascinado. S...