viernes, 8 de enero de 2010

Resoluciones para el 2010

El 2010 asoma difícil, lleno de retos y con una pila de problemas acumulados, inercia del año que se fue. Por suerte, una pelota zigzagueante por Sudáfrica servirá de bisagra y respiro, mitigando conflictos y dificultades.
Las ceremonias de quema de monigotes, así como la limpia de espíritus y recuerdos durante el fin de año, no podrán despejar las preocupaciones del 2009, muchas en aumento y predecibles para este 2010: terrorismo y seguridad, economía miserable, inmovilismo electoral, verborragia ideológica y polémicas morales inconclusas.

El fallido atentado en un avión en el aeropuerto de Detroit que casi arranca la vida de 300 pasajeros, recuerda que el fantasma del terrorismo seguirá presente en occidente y que los mecanismos de seguridad pueden fallar. La incertidumbre es parte de la ecuación, más aún, desde que ni siquiera los controles estrictos de la Casa Blanca pudieron bloquear a una pareja de intrusos, ávida por fama y mojigatería.

El nuevo golpe de atención terrorista seguirá concentrando la mirada de EEUU hacia oriente, dejando a Latinoamérica más resentida y rezagada en temas acuciantes como el comercio libre, la pobreza y las migraciones. Barack Obama, con popularidad desgastada, será trofeo fácil de propagandistas como Hugo Chávez y Fidel Castro, que aprovecharán para apretar muy fuerte el torniquete de las libertades individuales, pero acusando al “imperio” por todos sus males y de propagar una invasión ideológica y militar continental desde bases colombianas, a las que dibujan fines malignos alejados del mero combate al narcotráfico.
La diplomacia de la verborragia crecerá, sobre todo si el péndulo ideológico se menea hacia la derecha en caso de que Alvaro Uribe o su partido prosigan en el poder y Sebastián Piñera gane en Chile, sumándose a Ricardo Martinelli en Panamá y a Porfirio Lobo en Honduras. Además, no solo habrá que esperar por Colombia, sino lo que sucederá en las presidenciales de este año en Brasil, Costa Rica y Haití.
Los perpetuos y desgastantes procesos electorales que eternizan gobiernos y partidos, seguirán inmovilizando a países enteros, como ya sucede en Argentina y México, en donde toda actividad y agenda pública está condicionada por precandidatos y sufragios que recién se celebrarán en 2011 y 2012, respectivamente.
La comunidad latinoamericana deberá asumir consensos en varios frentes. Tendrá que revisar una Carta Democrática que todos leen pero nadie aplica y examinar los estándares de una OEA, cuya eficacia todos cuestionan. En ese contexto, no se podrá deslegitimar por siempre al nuevo gobierno hondureño que asuma el 27 de enero, y sí observar las intenciones de Manuel Zelaya, que no querrá desaprovechar apoyos ni candelero internacional.
Más allá de los conflictos políticos y limítrofes, varias postergaciones sociales irresueltas necesitarán más atención. Por un lado, de Chile a Ecuador o de Perú a Guatemala, las poblaciones indígenas vienen reclamando con creciente firmeza e impaciencia mayores derechos, más tierras y menos desigualdad. Por el otro, aunque la crisis económica se mitigue, la miseria se agravará si Latinoamérica continúa dependiente solo del aumento de las materias primas, y siga renuente a la globalización y el desarrollo, postergando tecnologías, innovación y educación.
El cambio climático, tras el fracaso en Copenhague, será la oportunidad en México de pedir una justa indemnización de los países ricos, pero también de presentar propuestas de reducción de gases como ya lo hizo Brasil con una reciente ley y planes para detener la desforestación, el mal con el que la región contribuye al calentamiento global.
Polémicas incipientes que surgieron sobre conducta y moral en el 2009, seguramente se revitalizarán este año. Entre ellas, la legalización de las drogas para reducir el narcotráfico y de los matrimonios entre homosexuales hasta para atraer turismo internacional; la adopción de hijos por parte de matrimonios del mismo sexo y el abuso del botox como fuente irrelevante de juventud.
Los gobiernos insistirán en vigilar la información, pero no podrán con la comunicación. Continuarán intentando maniatar a los medios con leyes y decretos con tal de aplacar el disenso, pero al expandir el uso de internet y la banda ancha para facilitar el desarrollo, indirectamente incentivarán el tráfico en las redes sociales y mejores formas de comunicación interactiva y libertad de expresión. El control será incontrolable.

1 comentario:

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