Me descolgué del mundo – descansando – en estos primeros días del 2010 y esta tarde cuando llegué a casa quedé sorprendido por la variedad de temas que sacudieron estos primeros 10 días, de todos los colores y para todos los gustos.
La sorpresa mayor fue que el beisbolista Mark McGwire confirmó que consumió esteroides durante largos años, especialmente durante la campaña de 1998 cuando batió todos los récords con 70 jonrones, cuatro más que su escolta el dominicano Sammy Sosa.
Por aquella época y gracias a que los Marlins de la Florida, pero con sede aquí en Miami, habían ganado la Serie Mundial en 1997 tan solo cinco años después de erigirse como franquicia, me había vuelto un fanático de este deporte. Aquel 1998 fue contrarreloj con un McGuire imparable y con un Sosa que le pisaba los talones y quien todavía no usaba bates con corcho.
Pero aquellos eran días felices para el béisbol, nadie sospechaba – o al menos hablaba francamente – sobre esteroides, a batazos limpios las Grandes Ligas estaban dejando atrás temporadas malas tras la huelga de 1994 y los abucheos de Pete Rose por haber estado apostando en sus propios juegos, escándalo que saltó a la luz pública en la temporada de 1989.
Ahora que uno mira con perspectiva y que McGwire se sacó los demonios de arriba admitiendo lo que no admitió frente a una comisión del Congreso estadounidense, uno siente como lo han engañado y como aquellas alegrías del pasado fueron solo una mentira. Aunque muchos celebren la sinceridad del pelotero, uno nunca sabe que intenciones puede tener cuando ve que otros peloteros eligen el mes de enero para sus confesiones, como Alex Rodríguez que admitió para esta misma fecha el año pasado lo que todos sospechaban: consumió esteroides.
La mentira de McGwire, por más simpatía que despierte su confesión, es una de las peores en el deporte actual. Y además pone en perspectiva que lo de Tiger Woods fue solo una mentira familiar o una confesión que afectó solamente a su familia pero no hizo nada malo para el golf, ni empañó sus récords y quienes nos alegramos por sus torneos podemos seguir disfrutando de aquellos momentos. La publicidad, el mal precedente para la juventud es realmente un mal menor, pero el deporte no perdió sus habilidades, perdieron su esposa e hijos, pero es el sufrimiento de unos pocos.
Lo de McGuire es como las confesiones de André Agassi que por sacar un libro biográfico, seguramente con el ánimo de ponerle esteroides a las ventas, dijo que consumió drogas que le sirvieron de anabólicos. McGuire acaba de conseguir un trabajo como entrenador de bateadores y seguramente algún libro está por llegar con el detalle impresionante de cómo se clavaba a escondidas las agujas.
Lamentable es que se condene más a Woods a Phelps por haber fumado marihuana o a Arenas por haber empuñado un arma, que es solo la punta del iceberg de la cantidad de dinero que estos profesionales gastan apostando, que a este McGwire que nos ha engañado a todos.
1 comentario:
No veo por que rasgarse las vestiduras ante un hecho tan común entre los deportistas. Todos ellos se drogan. El asunto está en que no los descubran. Yo no puedo decir que me siento enganado, a la larga todos ellos lo confiesan cuando consideran que les va a producir un dinerito adicional
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