Como era evidente, la mayor parte de los presidentes latinoamericanos aprovecharon este primer día en la Cumbre de Trinidad y Tobago para pedir a Barack Obama que levante el embargo de Estados Unidos. Ya lo venían pidiendo desde que nueve de ellos visitaron La Habana desde principios de año para festejar los 50 años de la revolución cubana.
Todos piden, tratando de anotarse un poroto con los Castro y sabiendo que la filosofía de Obama, anunciada desde su campaña, es justamente la flexibilización de las restricciones económicas lo que tarde o temprano ocurrirá. Previendo el pedido de los presidentes, Obama tuvo como estrategia anunciar el lunes de esta semana el levantamiento de las restricciones a los cubanoamericanos para que puedan regresar a su país y enviar remesas y mercancías a sus familias.
Pero por esas medidas, Obama ha pedido que los Castro deben dar algo en reciprocidad como liberar a las dos centenas de presos políticos, permitir que los cubanos puedan viajar dentro y fuera de la isla y que se les permita reunirse y manifestarse, todas cuestiones que en cualquier país son normales.
Raúl Castro dijo que Cuba está dispuesta a hablar. Obama también. Lo importante será que el presidente estadounidense mantenga su promesa de campaña sobre que podrá flexibilizar el embargo a cambio de que Cuba de una muestra de apertura.
El tan mentado embargo sigue siendo una excusa propagandística del régimen. Primero, porque Cuba puede comerciar con todo el mundo y de hecho lo está haciendo. Segundo, porque en los últimos años, durante la presidencia de George Bush, ha comprado desde el 2001 miles de millones de dólares en productos alimenticios y medicinas, convirtiéndose EE.UU en el quinto socio comercial de Cuba.
La suerte de Cuba es que cuando estuvo en su apogeo comunista fue salvada por la Unión Soviética, luego por los petrodólares de Hugo Chávez y ahora que Chávez no puede ya mantenerla, EE.UU. lo hará a través de las remesas familiares.
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