viernes, 9 de enero de 2009

Procesión circense a La Habana

Rafael Correa, presidente del Ecuador, se sumó a la procesión circense que en estas semanas se está produciendo hacia La Habana para celebrar 50 años de dictadura y de opresión.

Este domingo le seguirá Cristina de Kirchner, más tarde Michelle Bachelet, Evo Morales, además de que ya fueron a rendir pleitesía el presidente de Panamá, Martín Torrijos, esta semana, y con anterioridad Hugo Chávez, Luiz Inacio da Silva. Lo más lamentable, es que no se han reunido – el gobierno no se los permite - ni osado hacerlo, con los miles de disidentes a los que las autoridades siguen acosando día tras día.

Correa dio un discurso muy bonito – y si bien comparto sus ideas de que EE.UU. debería tener otros métodos para incentivar la democracia más allá del embargo – en el que dijo que “demandamos y exigimos el fin del criminal bloqueo, genocidio premeditado por los poderes de siempre''. Lo que llama la atención es el doble discurso de Correa, así como de Morales y Chávez que siempre se llenan la boca para hablar contra el “imperio” y plegarse al lema de Fidel “socialismo, patria o muerte”, mientras que insultan a quienes critican sus acciones objetándoles de que no permitirán “injerencias sobre la soberanía nacional”.

Más allá de las simpatías o críticas ideológicas que se puedan tener sobre el régimen de La Habana, es lamentable que todavía se siga alabando a un sistema que le ha quitado y le sigue quitando la libertad a su pueblo. ¿Los logros de la dictadura? Salud y educación justifican muchos, aunque no dicen que el mayor componente de la educación se basa en el adoctrinamiento y que el sistema de salud rara vez da a los cubanos las medicinas que consiguen los extranjeros. El atraso del sistema comunista de la isla en materia de derechos humanos no se puede ocultar ni justificar.

Si Correa y los otros presidentes latinoamericanos cometerían el 5% de las atrocidades del gobierno cubano, sus pueblos le reclamarían el sillón y los lincharían. No se entiende, entonces, que lleguen en procesión a La Habana a vanagloriar lo que no podrían o se les permitiría hacer.