La forma más ingeniosa de haber despedido desde el periodismo a George W. Bush y recibido a Barack Obama fueron los titulares del diario La Jornada de México. El 19 de enero su titular de portada exclamó ¡Por fin!, mientras que el 20 de enero preguntó ¿Podrá? Ambas portadas sostuvieron sus titulares con respectivos collages de los dos políticos. Ediciones de colección.
En México, donde estamos impartiendo un seminario sobre seguridad para periodistas y free lancers entre la SIP y la fundación londinense Rory Peck, las expectativas sobre Barack Obama son muy altas. El hecho de que Felipe Calderón haya sido el único mandatario que se reunió con Obama antes de que asumiera, fue tomado como un gesto de orgullo y de deferencia para un país que comparte quizá una de las fronteras más calientes, peligrosas y complejas del mundo.
El narcotráfico que se está expandiendo como mafia a otros negocios normales como a la comercialización de productos piratas, de carne de pollo, de camarones, de venta de autos y que de igual manera sigue infiltrándose en los estamentos de poder, es el mayor desafío que enfrenta el gobierno nacional. La zona de 3.200 millas de frontera entre ambos países es sumamente violenta y donde prolifera la corrupción. Y ambas cosas suceden a ambos lados y si bien del estadounidense está más morigerado los titulares de los diarios muestran que el narcotráfico no deja de expandirse, ayudado por policías, agentes aduaneros y de inmigración que se tientan y permiten que las drogas, el contrabando humano y el crimen de todo tipo fluyan con naturalidad.
Los periodistas a ambos lados de la frontera no la pasan bien. Los medios de comunicación son la caja de resonancia de una violencia que el Estado no puede resolver y que en estos últimos años viene creciendo sin parar. Se le atribuye al crimen organizado asesinatos por más de 5.300 en el 2008 y secuestros que se suman más del doble que en el año anterior. El número de periodistas asesinados también se duplicó siendo el país con el mayor número de todo el continente.
Los periodistas han optado por la autocensura como medida inmediata para auto protegerse, y como los negocios del narco se expanden los periodistas se sienten cada vez más inseguros y los temas de la autocensura se van cobrando el color de una onda expansiva. Solo se registran los hechos que registran los partes policiales y algunas acciones de evidente muestra pública que son parte de la crónica roja, lo que es suficiente para inundar las páginas de periódicos y noticieros de radio y tv. Pero las investigaciones sobre asuntos del narco y del crimen organizado, destapar la olla, ya no es una tarea saludable.
La autocensura es una medida justificada, y una estrategia de corto plazo. A largo plazo si este tema se hace perenne se corre el riesgo de que el periodismo pierda su esencia y la gente empiece a desconfiar cada vez más, y esa falta de credibilidad creerá un círculo vicioso que podrá implotar al periodismo. Un desafío que el periodismo deberá resolver en lo inmediato para poder acompañar a un Estado que estará cada vez más decidido a combatir el delito con el apoyo ahora de un gobierno estadounidense que está dando señales que el problema también le pertenece.
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