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diciembre 13, 2012

Remover jueces, ejercicio arrogante del poder


La división de poderes es una máxima y una necesidad de la sociedad democrática. Se trata de un contrapeso que se impone como garantía para los ciudadanos; para que confíen que su sistema de vida en una democracia sobrevivirá pese a que alguno de los poderes públicos cometa algún abuso o acto arbitrario contra otro poder. El ataque directo de un poder a otro, el coartarle su independencia, por más excusas que se encuentren en las constituciones o las leyes para lograrlo, no es más que un golpe contra el máximo referente de la democracia: la ciudadanía.

Los ataques contra el Poder Judicial en América Latina no son nuevos, pero se intensificaron en los últimos días en Honduras y Argentina. Siempre con la excusa de “democratizar” estos poderes, en Honduras esta semana se destituyó a cuatro de cinco jueces del Tribunal Suprema de Justicia porque sus fallos disgustaron al Poder Legislativo y al Poder Ejecutivo. La excusa fue que el Tribunal Constitucional declaró inconstitucional la ley de depuración de la policía, pero muchos creen que hay motivos más políticos en la destitución.

Como siempre ocurre en cada golpe de poderes, y al menos este sí parece evidente, habrá que esperar unos días para que se ventilen todos los motivos reales, porque es difícil creer que el único camino legislativo en contra de la decisión de inconstitucionalidad haya sido la de destituir a quienes se deben haber apegado a derecho para llegar a esa conclusión.

Si a cada decisión judicial que disguste a un gobierno se hace norma la destitución de los magistrados supremos, es evidente que no se cumple con el equilibrio y la división de poderes.
En Argentina, aunque la decisión del gobierno no es tan extremista, si lo es su intención. La presidente Cristina de Kirchner, enojada porque la Corte Suprema y otros tribunales no han permitido todavía la implementación completa de la ley de medios, insiste en que la justicia debe ser depurada o, al menos controlada.

El gobierno argentino brega por tener una justicia condescendiente y amiga. Quisiera tener los fallos adecuados para fortalecer sus decisiones políticas y así cumplir con sus objetivos de gobierno, pese a que muchos de ellos vayan contra la Constitución, las leyes y la democracia.

Es evidente que ninguno de los tres poderes públicos es ajeno a uno de los peores males que carcome la institucionalidad: la corrupción. Pero si en vez de depurar, se glorifica como en Honduras y en Argentina que se pretende “democratizar” a la justicia, deberíamos ver que ese camino ya lo tomaron Rafael Correa y Hugo Chávez.

Obviamente, ni en Venezuela ni en Ecuador se logró tener una justicia mejor, más democrática, sino más obediente y menos independiente; un cheque en blanco para los abusos de poder. 

julio 15, 2009

División de poderes; fiesta democrática

Uno de los espectáculos más dignos de una democracia está sucediendo en estos días en el Senado de Estados Unidos, donde se siguen realizando las sesiones de confirmación de la candidata a la Corte Suprema de Justicia, la jueza hispana Sonia Sotomayor, nominada por el presidente Barack Obama.

Estas sesiones, normales en Estados Unidos como parte de la separación de poderes públicos, se destacan y sobresalen aún más hoy en día, dada la experiencia en numerosos países donde los poderes judiciales y los congresos están sometidos a la voluntad del Poder Ejecutivo.

Los debates en el Congreso estadounidense son públicos, duros, ríspidos, difíciles, pero respetuosos y llenos de argumentos entre congresistas que ven a la candidata como la ideal y otros que la ven como totalmente parcial debido a su condición de hispana y de acuerdo a los fallos que ha dictaminado en el pasado y sus discursos, entre los que sostuvo que una mujer hispana puede tener mejor criterio judicial que un hombre anglosajón.

Las diferencias en estas sesiones son zanjadas mediante argumentos y no con posiciones polarizantes en que los contendientes se descalifican entre sí o insultan o pelean o buscan crear divisiones. Es la forma en que la cultura y práctica democrática trabaja y que, a última hora, a favor o en contra de la nominada, todos terminaran por aceptarla o rechazarla.

En muchos países latinoamericanos estas sesiones parecen parte de ciencia ficción, simplemente porque no existe espacio para la independencia y separación de poderes. La concentración de poder en los poderes ejecutivos, en muchos casos refirmada por las reelecciones y reformas constitucionales, está haciendo estragos en nuestros sistemas democráticos.

Tensión entre la verdad y la libertad

Desde mis inicios en el periodismo hasta mi actual exploración en la ficción, la relación entre verdad y libertad siempre me ha fascinado. S...