Las teorías conspirativas basadas en la distorsión o exageración de los hechos, suelen acompañar a los acontecimientos históricos, adjudicándoseles la intervención de poderes ocultos, fuerzas malignas y misteriosas.
La catástrofe de Haití, con profundas implicaciones sociales y políticas, no escapa a las confabulaciones que se tejen al margen de la verdad, como las intrigas que acompañan a otros hechos que han conmovido al mundo como la llegada a la Luna, el atentado a Juan Pablo II, los ataques terroristas de Setiembre 11 o el asesinato de la Princesa Diana.
Quienes maquinan estas tramas que luego se van alimentando de cuentos y ritos populares, están relevados de presentar evidencias, solo plantean hipótesis rotundas, como si fueran los únicos que conocen el contenido de la “caja negra”, pero a la que nunca abren ni encuentran.
Así sorprendió el polémico predicador estadounidense Pat Robertson, adjudicando la causa del terremoto a una añeja conspiración entre el diablo y los haitianos para erradicar su esclavitud, que dado el arraigo de la religiosidad popular del país antillano, pudiera luego convertirse en leyenda, así como se inventó la atracción del Triángulo de las Bermudas o la ficción recurrente y universal del “chupacabras”.
Si bien las intrigas no se desarrollan en los medios de comunicación tradicionales por sus filtros para detener la información no contrastada, la radio y televisión oficial de Venezuela fueron la excepción. Divulgaron esta semana supuestos informes sobre complots planteados por académicos estadounidenses y confirmados por la marina rusa, sobre que EEUU provocó el sismo en Haití. En esta alucinatoria conjura científica, se habría utilizado el proyecto Haarp, una serie de antenas de emisión de ondas del Departamento de Defensa emplazadas en Alaska, que secretamente se usan para la guerra o, en este caso, para producir vibraciones submarinas contra Haití, antes usadas para provocar el Tsunami en Asia.
Pero como Haití es irrelevante botín, habría sido solo una práctica para medir su letalidad y así ajustar la tecnología para aplicarla contra Irán, cuyo presidente, Mahmoud Ahmadinejad, debe ser castigado por negar el holocausto y por desenmascarar la conspiración judeo-estadounidense que domina al mundo.
Más allá de las fábulas que se afianzan o no independientes a la realidad, esta semana los presidentes Hugo Chávez, Evo Morales y Daniel Ortega, aprovecharon para seguir denunciando conspiraciones, apuntando sus cañones contra el “imperio” por justificarse en el sufrimiento del pueblo haitiano para intervenirlo militarmente, con la intención posterior de usar esa plataforma, quizás, para tomar Cuba y derrocar a otros gobiernos izquierdistas.
Al convocar una reunión de emergencia de la ONU, Morales dio toda veracidad al complot estadounidense atrayendo imágenes reales de la historia reciente, como las invasiones militares estadounidenses en Grenada (1983), Panamá (1989) y la intervención de Haití (2004), aunque escondiendo los verdaderos fines actuales, invocados por las autoridades haitianas para que EEUU apoye tareas humanitarias y de seguridad, como tuvo que aclarar públicamente Barack Obama.
Las conspiraciones militares hace rato que resurgen en el tapete latinoamericano, ya sea como parte del conflicto ideológico con Alvaro Uribe por el acceso que tendrán los militares estadounidenses a siete bases colombianas, o por la nueva versión chavista sobre el complot entre EEUU y Holanda cuyo fin es invadir Venezuela, pero por la retaguardia, desde las Antillas Holandesas de Curazao, Aruba y Bon Aire.
Esta paranoia es el arma que se utiliza para desprestigiar a la autoridad constituida. Como el supuesto plan macabro del gobierno de EEUU para auto infligirse el atentado terrorista de Setiembre 11, que luego devino en la búsqueda infructuosa de armas de destrucción masiva y la invasión de Irak. O la elucubración de un plan secreto de rusos y turcos que justificó Ali Agca para atentar contra Juan Pablo II, desmentido por él mismo esta semana al salir de la cárcel, al confesar su locura de “nuevo mesías”, como los conspiradores que combatió Tom Hanks en la saga del Código da Vinci.
Los complots, que suelen propagarse con eficacia de boca en boca, encuentran ahora en el internet el lugar apropiado donde retroalimentarse. Por eso vemos a gobiernos como el chino y el cubano que, temerosos de esas libertades, censuran y controlan. Es que el conspirador cree que todos conspiran.
Quiero contarles sobre los procesos creativos de esta nueva historia sobre la verdad, la libertad y el miedo al futuro. Es mi nueva novela y espero publicarla cuando se sincronicen los planetas (las editoriales) o cuando se me acabe la paciencia y decida autopublicar -- Los contenidos de mi blog Prensa y Expresión están en el archivo. Blog por Ricardo Trotti
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