Finalmente la actitud
persuasiva de Barack Obama se puso de manifiesto para que EE.UU. no cayera a
principios de este año en el abismo fiscal, un lío económico difícil de
entender para el ciudadano medio que auguraba desastre para el país y para la
economía mundial.
Primero con un Senado
favorable y anoche con una Cámara de Diputados liderada por la oposición, se
logró el acuerdo fiscal que permitió por ahora reducir las fricciones entre
Demócratas y Republicanos y lograr un acuerdo que, aunque no sea de total
agrado de Obama, compra tiempo para la economía para los próximos precipicios
que se avecinan.
Con este acuerdo, lo
principal es que continuará el recorte de impuesto que ya había establecido George
Bush y que será la clase más rica, las familias que ganen 450 mil dólares y más,
los que tendrán que pagar más al fisco. Obama quería que la cifra tope fuera
250 mil. También el Estado prorrogó el pago a los desempleados cuyo término
estaba por expirar y no hubo recortes de gasto público.
Las bolsas del mundo
reaccionaron muy bien, aliviadas por la noticia y con cierto optimismo en un
año nuevo que todos esperan, y hasta auguran como el Papa Benedicto XVI, que
sea de paz y prosperidad y que Europa también salga de su propio cataclismo.
EE.UU. sabe que el acuerdo
fue importante y compra tiempo. Es que en los próximos meses deberá enfrentar
acuerdos para otros abismos, el presupuestario y el de la deuda. Seguramente
los republicanos tendrán más fuerza para exigir a Obama que haga más recortes
en gastos sociales, que achique al gobierno y al Estado.