Muchas veces la política
tiene poco de arte y mucho de artimaña, pese a que es definida como el arte del
poder público en busca de un fin social trascendente o el oficio de la
negociación en procura del bien común. Sobran ejemplos de servidores públicos que
aprovechan la plataforma para conseguir favores personales, en detrimento de beneficios
colectivos.
El fin noble de la política
no solo es desvirtuado por los engaños, la corrupción y las pujas de poder. También
por mentiras, revanchas y mezquindades, producto de la ineptitud de aquellos
que entran a la arena sin preparación alguna o mínima.
Varios casos ocurridos esta
semana ejemplifican ese tipo de actitudes. Solo después del asesinato de la ex
Miss Universo venezolana, Mónica Spear, y de su esposo frente a su hijita de 5
años, el presidente Nicolás Maduro, convocó por primera vez a todos los
gobernadores del país para consensuar un plan nacional de seguridad ante el
crimen creciente que, hasta ahora, ocultaba o no admitía.
La actitud de Maduro fue por
conveniencia. Esperó al asesinato de una celebridad para salir de su modo
defensivo. Más allá de los problemas estructurales, la violencia en el país es
incentivada por una verborragia oficial que ampara a ladrones y criminales, y por
el empoderamiento de milicias urbanas – grupos de autodefensa armados – que
crean mayor violencia y quitan la autoridad a fuerzas legales de seguridad,
como ocurrió con grupos paramilitares en Guatemala y Colombia, y con los
escuadrones de la muerte en Brasil.
Puede que el crimen de Spear
(siete delincuentes ya fueron detenidos) sea el punto de inflexión para promover
más seguridad, aunque la actitud de Maduro demuestra que los casos de
celebridades tienen más privilegios que los ciudadanos comunes, afectados por
un 92% de impunidad.
En EE.UU. el escándalo de la
semana perteneció al gobernador de Nueva Jersey, Chris Christie, quien hasta
hoy sonaba como la figura más fulgurante de los republicanos para recuperar la
Presidencia en las elecciones de 2016. Según correos electrónicos y mensajes de
texto, se descubrió que desde la oficina de Christie se ordenó tomar represalias
contra un alcalde demócrata del estado de Nueva York, porque no le dio su respaldo en la
anterior elección. La táctica fue un embotellamiento de tránsito provocado
intencionalmente en un puente que une a los dos estados. En este caso, la actitud
podría tener consecuencias graves más allá de lo político, ya que el caso se
investiga como delito por abuso de autoridad y negligencia criminal, por haber
puesto en riesgo a los ciudadanos.
En todos lados se cuecen
habas. No se puede esperar que todas las decisiones políticas sean correctas o
aceptadas socialmente, ya que a veces se requieren decisiones impopulares pero convenientes.
La diferencia estriba cuando estas se toman con fines electorales, desde la
inauguración oportuna de obras antes de una elección – atentado a la
inteligencia de los ciudadanos – hasta la que fue denunciada por el exministro
de Defensa estadounidense, Robert Gates, que puso a la Casa Blanca patas
arriba. En su libro de memorias, Gates acusó a Barack Obama de anteponer sus
intereses políticos y electorales sobre los nacionales, criticando el manejo
políticamente conveniente que hizo de la guerra en Afganistán.
La política es una de las pocas
profesiones u oficios que no requiere de preparación o instrucción para poder
ejercerla. Si bien no debería existir una carrera profesional de político
porque privaría el principio democrático de participación e inclusión sin
distinción de niveles sociales ni privilegios, tendrían que existir requisitos
mínimos, más allá de la exigencia de la declaración jurada de bienes.
Negociación como habilidad; ética
y conducta moral; capacitación en liderazgo, presupuesto, gerencia y
legislación e historia política comparadas, podrían ser disciplinas importantes
para los jóvenes que tengan vocación y capacidad de servir. Esto, sumado a
procesos de selección y filtros más rigurosos promovidos por los partidos,
podrían incentivar el ingreso a la política de personas más capaces y honradas.
Hacer de la política una artimaña menos personal y pasional, y una profesión más preparada, responsable y fiscalizada, ayudaría a que los ciudadanos comiencen a recuperar la confianza perdida.