Lo que en cualquier situación pudiera ser un signo magnífico, de que un gobierno autoritario y populista pierda popularidad y aceptación en su país, en el caso de Hugo Chávez me temo que la experiencia indica que eso es contraproducente.
Los narcisistas siempre encuentran la fórmula para hacerse notar cada vez que todos bajamos la guardia ante un período de tranquilidad súbita. Chávez a quien solo le falta que sus grandes cartelones con sus fotos estén adornados con gigantescos monumentos de bronce, siempre suele aparecer estruendosamente para que todo el mundo hable de él después de períodos en que su popularidad va en baja.
Así sea por expropiaciones de compañías domésticas o internacionales en su territorio, por la persecución “judicial” contra un opositor o porque de repente reorganiza otra cumbre de países del Alba a destiempo o se reúne con los presidentes de Irán o Libia, o alerta sobre un intento de invasión estadounidense, o salta contra una supuesta conspiración para asesinarlo, o lo que fuera. Pero siempre sus grandes anuncios coinciden con épocas en que parece retroceder un paso para adelantarse 20, como cuando construyó su Constitución o emitió leyes a granel después de que en un referendo el pueblo le dijo que no a sus intentos de usurpar el poder para siempre.
Una encuesta reciente de la firma Hinterlaces demuestra que perdió 10 por ciento de aceptación desde enero de este año, debido a los problemas económicos y a la percepción de que el gobierno es demasiado caótico, burocrático e ineficiente. Según un cable de la AFP indica que si las elecciones presidenciales se celebraran esta semana, un 49 por ciento de los venezolanos no sabría por quién votar, un 35 por ciento votaría por Chávez y un 16 por ciento por otros candidatos sin especificar.
Claro está, es que Chávez tiene un poder increíble de reacción y termina siempre aprovechándose de campañas políticas – el año que viene habrá elecciones legislativas – para fundamentar su reelección y ganar el poco terreno que va perdiendo, sobre el cual sabe muy bien como echarle culpas a fuerzas extranjeras e internacionales, un discurso que sin oposición o débil oposición, termina por ser creíble.
El problema de Venezuela tampoco es que no haya oposición. Ello es parte de la verdad. El mayor problema es que Chávez se ha encargado de derribarla y pisotearla con argumentos populista poco transparentes y mentirosos, porque no puede ser que opositores que le hubieran podido hacer sombres estén detrás de las rejas, como Baduel, o en el exilio, como Rosales.
En la Venezuela de Chávez no se permite el disenso, ya que es considerado desestabilizador de la democracia.
Quiero contarles sobre los procesos creativos de esta nueva historia sobre la verdad, la libertad y el miedo al futuro. Es mi nueva novela y espero publicarla cuando se sincronicen los planetas (las editoriales) o cuando se me acabe la paciencia y decida autopublicar -- Los contenidos de mi blog Prensa y Expresión están en el archivo. Blog por Ricardo Trotti
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