Lejos del fuego y el azufre que consumieron a Sodoma y
Gomorra, la sociedad actual aparenta parálisis frente a la epidemia
incontrolable del abuso sexual.
Violaciones en la India, El Salvador y EE.UU.; incesto en
comunidades de México; turismo sexual
infantil en Cuba; bullying sexista en escuelas de Argentina; estupro permitido
en entidades religiosas; redes de pornografía en el ciberespacio y esclavitud
de mujeres y niñas, forman parte de los turbadores titulares cotidianos.
En el mundo entero, en general, el abuso sexual está
alimentado por la impunidad de los agresores; la falta de visión política para
reconocer las consecuencias sociales; la escasez de recursos destinados a
prevención, sanidad pública y sistemas judiciales; y, en especial, a una
cultura machista primitiva que deriva en casos aún peores: feminicidios en
Centroamérica, mutilación genital en
África o tráfico de niñas en Asia.
En EE.UU. la cantidad de crímenes sexuales causa
escalofrío. Sin embargo, a diferencia de otros países, la transparencia y
reconocimiento sobre el fenómeno, ayuda a que se busquen remedios; aunque, no
siempre eficientes o suficientes.
Las Fuerzas Armadas sirven de ejemplo. Se sabe sobre la
cantidad pasmosa de denuncias por abusos sexuales, más de 20 mil en el último
año según el Pentágono, pero que poco se hace para controlar el problema. La
debilidad se debe a castigos insignificantes o mal aplicados, represalias contra
quienes denuncian y a una justicia impartida por los propios militares. Así, la
política de “tolerancia cero”, tan declamada, solo es fachada.
Pero la mayor vergüenza para el país la denunció Barack
Obama esta semana, justo cuando desde el Congreso se advertía sobre el tráfico
de mujeres y niñas en torno a grandes eventos deportivos, como el Super Bowl
del fútbol americano que se jugará este domingo. Según datos oficiales, en la
final del 2010, celebrada en Miami, 10 mil mujeres y niñas fueron explotadas en
la ciudad por las redes de prostitución nacionales y extranjeras.
Para la denuncia contra el abuso sexual y lo poco que
todavía se hace, Obama se valió de un estudio preparado por el Consejo de
Mujeres y Niñas de la Casa Blanca, que reveló que 22 millones de personas han
sido violadas en el país, una de cada cinco mujeres y uno de cada 71 hombres.
El informe titulado “Violación y Asalto Sexual”,
establece que la mitad de las mujeres fueron violadas antes de los 18 años y un
cuarto de los varones antes de los 10. Agrega que la mayoría de las víctimas
conoce a sus abusadores y que un tercio de las niñas violadas, también fueron
vejadas cuando adultas.
El dato más sombrío se dio en respuesta a denuncias de
asociaciones estudiantiles universitarias. Se comprobó que la población más
vulnerable y cuantiosa está en las universidades, donde el alcohol y las drogas
incentivan crímenes en serie, mientras las autoridades poco hacen para procesar
a los abusadores.
La Casa Blanca aborda el problema con preocupación.
Confirma con estudios que muchas víctimas de abuso sufren depresión y
desórdenes físicos de por vida y que tienen mayor predisposición al suicidio.
Calcula entre 87 mil y 240 mil dólares el costo por cada víctima en concepto de
servicios legales, médicos y psicológicos, y disminución de la productividad
laboral.
Profundiza mucho más en la necesidad de mejorar el
sistema judicial - tipificación de los delitos, investigaciones y colección de
evidencia - y pone énfasis en erradicar prejuicios contra las mujeres y sus
denuncias entre auxiliares de la justicia.
La Casa Blanca dice haber liderado avances en esta lucha
pero hace un mea culpa y reconoce que debe hacer mucho más. Especialmente para
cambiar la cultura y mejorar la educación sobre los prejuicios contra la mujer,
como sentencio Obama: “Quiero que todos los jóvenes estadounidenses sepan que
un verdadero hombre jamás hiere a una mujer”.
Seria erróneo creer que la perversión sexual solo existe en
EE.UU. o que lo deben resolver los gobiernos nacionales. Estudios de este tipo
en otros paises seguramente arrojarian resultados similares.