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julio 06, 2015

Donald Trump: entre México y Charleston

El discurso xenófobo de Donald Trump fue mucho más que un ataque directo a los inmigrantes mexicanos. Fue también un atentado indirecto contra todas las minorías étnicas que conviven e hicieron de EEUU un país plural y diverso.

Sus insultos al calificar de traficantes de drogas y violadores a los mexicanos mientras anunciaba su candidatura a la Presidencia, no cayeron en buen momento. Cortaron de cuajo un debate profundo sobre los símbolos racistas que reflotaron tras la reciente masacre de nueve afroamericanos en una iglesia en Charleston, Carolina del Sur.

Trump es rico, arrogante y boquiabierto, características mediáticas que lo entronaron en la cultura pop estadounidense como al expresivo Cassius Clay o la plástica Kim Kardashian. Hasta ahora, con una lengua sin tapujos y convertido en fiscal social, gozaba de cierta empatía popular para criticar a cualquier candidato que no apoyara el libre mercado o para desafiar a Barack Obama a que muestre su partida de nacimiento.

Pero en su papel de candidato las cosas cambiaron. Pasó de fiscal público a que el público lo fiscalizara. En esta órbita el peso de las palabras tiene mayor peso y le pasaron factura. De ahí que sus insultos, que los lanzó superficialmente como si estuviera en la ficción de reality show El Aprendiz, chocaron con la realidad, con una catarata de desagravios que mellarán su posibilidad electoral y su bolsillo.

Pese a que los sondeos pos insultos realizados por CNN todavía lo mantienen como segundo aspirante detrás de Jeb Bush entre los 13 candidatos republicanos, su error de cálculo le está restando popularidad a futuro. En especial, por una catarata sin fin de censuras y boicots a su imagen y negocios, a la que se suman empresas, celebridades y personas de todos los calibres y colores.

Las cadenas Univisión y NBC fueron las primeras en romper los contratos para la televisación de sus concursos Miss Mundo y Miss Universo. Televisa y el mexicano segundo más rico del mundo, Carlos Slim, también anunciaron la cancelación de negocios con Trump. Casi un millón de firmas obligaron a la cadena de tiendas Macy’s a ser políticamente correcta y dejar de vender sus corbatas y camisas. Y a la batahola de reprimendas del público en Facebook, Twitter e Intagram, se le sumaron desde Jay-Z a Ricky Martin y Shakira. Así como aquel balde de agua helada que todos se echaron por la campaña contra la esclerosis múltiple, nadie quiso perder la oportunidad de despegarse de Trump y sus agravios.

Trump fue poco inteligente. Cerró las puertas de su candidatura al voto hispano que componen 56 millones de personas, la primera minoría del país, y desdeñó la fuerza de una comunidad que junto a la afroamericana y la asiática, aportó 3.400 billones de dólares a la economía en 2014. Difícilmente alguien puede llegar a la Presidencia sin este botín que desvela a demócratas y republicanos por igual, y que sabiamente usó Obama para ganar sus dos presidencias.

Lo más lamentable, sin embargo, es que los insultos de Trump desviaron la atención sobre un rico debate que se había instalado en la sociedad. El racismo, sus símbolos y la tenencia de armas son temas recurrentes en la cultura estadounidense cada vez que un afroamericano es apaleado o peor, como en este caso, que nueve fueron asesinados por Dylan Roof, un blanco al que prefieren llamarlo supremacista y no lo que es: terrorista.

Los feligreses de la iglesia en Charleston ya habían sido testigo de otros desmanes, pero ninguno de esta envergadura, obligándolo a Obama a hablar del racismo que todavía “forma parte del ADN de este país”. Aunque el presidente está construyendo su legado, sabe que varias de sus asignaturas seguirán pendientes y que no logró sepultar los sentimientos racistas.

Tal vez lo único que logró Charleston, es que se haya desterrado de los mástiles oficiales la bandera confederada, esa insignia de emancipación de los estados del sur que se desdibujó en símbolo de esclavitud y superioridad racial adoptado por los supremacistas blancos.

El discurso nacionalista y racista de estos supremacistas como Trump no se compadece con la evolución que EEUU ha demostrado tras elegir al primer presidente negro de su historia. Por eso, así como él lo hace en El Aprendiz, hay que imponerle sus mismas palabras: ¡Está despedido! 

junio 28, 2010

El rico Carlos Slim y los pobres

Hoy tuve el privilegio, junto con una delegación de la SIP, de estar almorzando por tres horas con Carlos Slim, el hombre más rico del mundo y uno de los personajes más admirados de su país, en sus oficinas corporativas de Imbursa en la capital mexicana.
Los temas fueron tan variados y diversos como las empresas que componen su fortuna y la pluralidad de sus actividades filantrópicas. Cordial, sencillo, de risa fácil, seguro y líder en todos los temas de conversación, nos atendió con mole, carne asada y un consomé de pollo, en un almuerzo distendido donde mostró su pasión por sus nuevos proyectos arquitectónicos.
Algunos de esos proyectos, un centro cultural donde habitará su actual Museo de Arte Soumaya, en memoria de su esposa fallecida, ya pronto a ser inaugurado, que seguro se transformará en uno de los íconos de la Ciudad de México; junto a dos museos, uno de arte clásico y otro de arte contemporáneo. Todo este grupo cultural dará cabida a su colección privada de arte, compuesta por Renoirs, Pizarros, Riveras y esculturas de Dalí y Rodin, obras todas entre las que almorzamos y disfrutamos.
El contraste es difícil no sentirlo. Comimos con vajilla y cubiertos de Sanborns – su cadena de venta de libros, discos y comidas - él usaba un traje que no era de diseñador y un reloj pulsera Swiss Army con correa de cuero; y detrás un imponente Cristo crucificado de bronce de Salvador Dalí y un Van Gogh de sus primeras épocas.
Mucha pasión dedicó a comentarnos sobre las obras de reciclaje arquitectónico que está generando en varias partes de la República, como en Veracruz, así como regeneró el Centro Histórico de la capital mexicana y ahora está construyendo la plaza Guadalupana, al lado de las basílicas de la Virgen de Guadalupe, donde hay una gran explanada para recibir a las peregrinaciones de todo México y un centro médico para atender a los peregrinos; una arquitectura cuyo reto es soportar el hundimiento constante de la Ciudad de México debido a la sobre explotación de la napa acuífera.
Su otra pasión no fueron sus empresas, su dinero ni sus gustos; sino las obras de filantropía que desarrolla a través de su fundación, especialmente en torno a sus objetivos prioritarios: educación, salud y empleo. Está convencido que toda su obra no es sobre caridad sino sobre responsabilidad social. Ante algunas de las dudas que se plantean sobre si está bien o no la posición que Bill Gates y Warren Buffet adoptaron sobre regalar la mitad de su fortuna a obras de beneficencia, antes o después de morir, Slim cree que Gates va por buen camino porque ya está haciendo obras, pero considera que no es bueno regalar el dinero, ya que como empresario tiene una responsabilidad social que va mucho más allá. “Los empresarios sabemos resolver problemas, debemos administrar los talentos”, dijo, argumentando de el dinero se pierde o malgasta cuando se regala.
Recalcó que lo importante y su responsabilidad y misión como empresario es seguir construyendo más riqueza e invertir, de tal forma de generar más empleo y de esa forma reducir la pobreza en México, lo que consideró su mayor desafío y pasión.
Muchos de los otros temas estuvieron dedicados al trabajo de la SIP a favor de la defensa de la libertad de prensa. En la conversación estuvimos Alejandro Aguirre, presidente de la SIP; Juan Francisco Ealy Ortiz, presidente de El Universal de México; Roberto Rock, asesor de la presidencia de El Universal, Julio Muñoz, director Ejecutivo de la SIP, y yo. Fue una experiencia de aprendizaje.

Tensión entre la verdad y la libertad

Desde mis inicios en el periodismo hasta mi actual exploración en la ficción, la relación entre verdad y libertad siempre me ha fascinado. S...