Si el periodismo se deja arrastrar por lo políticamente correcto y se
tienta por adular a una mayoría de ciudadanos e instituciones que han
convertido en pasatiempo nacional y mundial las críticas contra Donald Trump, corre
el riesgo de cometer el mismo error que durante las elecciones: No apreciar
toda la realidad.
Desde que el periodismo tradicional se volvió más interpretativo,
desdibujando la línea divisoria entre hechos y opiniones, muchos periodistas y
medios relegaron su tarea de fiscalizar con denuncias sustanciadas en los
hechos, por la de acusar y confrontar al poder con opiniones, una actitud a
veces rayana al activismo.
Las opiniones no son malas, sí su exageración. No suelen tener todo el
contexto ni todos los ángulos y fácilmente se alinean a la sabiduría
convencional, aquellas ideas o conceptos que se creen verdaderos hasta que la
realidad demuestra lo contrario. Sirve de ejemplo el vaticinio de que Trump
perdería las elecciones o el fin de la supremacía económica de EEUU tras la
crisis financiera de 2008.
Tampoco es fácil reportar hechos y no opinar sobre Trump. Hasta
quienes pretenden defender sus políticas se ven traicionados por la catarata de
tuits altisonantes, decretos y anuncios
rimbombantes. Si a su verborragia le bajara decibeles, muchas de sus medidas no
generarían tanta controversia. Pero le divierte su estilo de sensacionalismo
televisivo. Cuando la gente y la prensa se enfrascan en discusiones sobre el
aborto, el muro, la nominación de un juez o una pulseada con Irán, él pega un
viraje con algo más impactante y deja a todos con la palabra en la boca y
desorientados. De ahí que las conversaciones que generó en sus primeros días, parecieran
del siglo pasado.
Esa desorientación pone a los medios a la defensiva, a reaccionar por
todo, perdiendo neutralidad y balance. A muchos Trump se les vuelve una
cuestión de piel y le critican todo, ya sea que amoneste a Rusia por abusos en
Crimea o a Israel por asentamientos en Palestina. Con la restricción temporal a
inmigrantes de siete países pasa lo mismo, habiéndose despertado una crítica
sin todos los ángulos. Ahora se muestra a los ejecutivos de Facebook, Google y Netflix
sensibilizados por la crisis humana de los refugiados, cuando lo que venían
pidiendo eran más visas para contratar a inmigrantes con talentos especiales.
El problema es que cuando la confrontación es constante y las opiniones
prevalecen sobre los hechos o las críticas tienen la misma intensidad sin
diferenciar lo esencial de lo trivial, el público pierde confianza en los
medios, pese a que se muestre tan entretenido como un grupo de hombres mirando el
desfile de Victoria Secret. Las críticas como deporte las retrató bien una
sátira del programa Saturday Night Live el sábado pasado. Unos actores que
hicieron de analistas de CNN, opinaban sobre temas tan distintos como el muro,
las relaciones Trump/Putin o su falta de cariño a la ahora desaparecida
Melania, pero lo hacían usando las mismas palabras, solo cambiando el tono de
la voz.
El académico Tom Rosentiel lo dibujó muy bien al hablar del papel del periodismo
como perro guardián. No se necesita que ladren a cada auto dijo, sino que le
ladren a lo esencial. Rosentiel cree que en épocas turbulentas como la actual
se deben diferenciar las noticias de las opiniones. El Centro de Investigación
Pew sobre Medios respalda su posición. Un sondeo reveló que un 69% de la gente quiere
que la prensa se encargue de verificar la información, que se denuncien las
mentiras de los funcionarios, pero que también se le presenten los hechos sin
interpretación.
El desafío es mayúsculo en época de crisis y polarización como esta,
en la que se han acuñado nuevos términos como post verdad, hechos alternativos
y noticias falsas. Para combatir esta tendencia, también el público debe estar
abierto a escuchar otras tendencias, perspectivas y no quedarse en la comodidad
de escuchar y leer solo lo que sintoniza con su opinión.
El periodismo debe seguir siendo contrapeso o abogado del diablo de
las mayorías, exponiéndole los puntos de vista y las voces de las minorías. Tiene
que alejarse de la sabiduría convencional y regresar a sus fuentes: Investigar
con rigurosidad, denunciar con precisión e iluminar con altura. trottiart@gmail.com
2 comentarios:
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