En un país
donde la justicia se percibe y se pretende severa, era de esperar que la NBA, la
asociación de básquet de EE.UU., condenara a “pena de muerte” a Donald Sterling,
el propietario de los Clippers de los Ángeles, por comentarios altamente
racistas que se resisten a abandonar la cultura estadounidense.
A pesar de que
el comisionado de la NBA no es juez, debía mostrarse estricto con la aplicación
del reglamento ético/administrativo, para remarcar la política de tolerancia
cero al racismo. Así vedó a Sterling de por vida en cualquier actividad de básquet
profesional, lo multó con 2.5 millones de dólares y, seguramente, lo obligará a
vender su equipo.
La prueba del
delito fue concluyente. En la grabación telefónica, difundida por el sitio
digital deportivo TMZsports, Sterling le refriega a su novia haber publicado
una foto en Instagram con Magic Johnson, diciéndole que puede acostarse con
negros, pero no promocionarlos ni traerlos a su estadio.
La infracción
y la evidencia sobre un tema todavía a flor de piel, pese a siglos de lucha por
la igualdad, obligaron a la NBA a ser políticamente correcta. En especial ante una
persona pública, interna a la institución y reincidente, que ya había sido
condenado por la justicia por discriminar vivienda a negros y latinos.
La reacción
también tuvo que ver por la presión creciente que ejerció la Casa Blanca, artistas,
periodistas, estrellas actuales y pasadas, como Lebron James y Michael Jordan
que, con pulgar para abajo como en circo romano, pedían castigo severo. De lo
contrario, las amenazas implicaban boicots contra juegos y contagio de
conflicto a otros deportes profesionales.
A la NBA, con
76% de jugadores de raza negra y cuidadosa de la discriminación, con programas
propios de igualdad de género, étnicos y de origen, no le quedó otra que ser severa.
Tal vez actuó con mayor firmeza que un juez, que hubiera contemplado atenuantes
ante una evidencia de origen dudoso.
La alta
sensibilidad por el tema y la presión de los líderes de opinión, no permitieron
que se considere el mayor atenuante. Se trató de una grabación clandestina de
una conversación telefónica privada; una riña de celos, en el que la pareja
suele terminar en insultos y con intención de herir.
Sorpresivamente,
esa invasión de la privacidad quedó fuera de la discusión, siendo que meses antes,
la sociedad condenó al gobierno por usar esas mismas prácticas delictivas para
espiar a ciudadanos a través de la Agencia Nacional de Seguridad.
Más allá de los
atenuantes, lo importante del mensaje de la NBA no fue tan solo por su contundencia,
sino por su posible influencia. Quizás contagie a otras federaciones
deportivas, como la FIFA, que ha sido más tolerante ante el racismo y la
discriminación dejando a sus integrantes indefensos y a tener que apelar a
acciones individuales.
Prueba de
ello es lo que ocurrió al defensor del Barcelona, Dani Alves. Comió la banana
que le arrojaron en el estadio del Villareal, lo que despertó una oleada de
solidaridad anti racista en las redes sociales, cuyos usuarios, celebridades y
comunes, copiaron el gesto de Alves bajo la etiqueta #todossomosmacacos. La
actitud jocosa fue significativa, considerándose que se trató de una reacción
popular ante la inacción de las autoridades españolas y de la FIFA contra el
racismo.
Su caso no es
nuevo, denunció que él y otros futbolistas vienen absorbiendo insultos desde hace
10 años y en todos los estadios sin excepción. Por ello, ente la vergonzante
inacción, piden legislación más severa contra fanáticos y futbolistas racistas,
así como se implementaron en Inglaterra y Alemania.
Los casos en
contra de Sterling y el gesto de Alves, y la correspondiente cobertura en
medios y redes sociales, tienen la
virtud de haber elevado la conversación pública. Empujaron a empresas a actuar
para que boicoteen auspicios, motivaron a políticos a pensar legislaciones y,
sobretodo, incentivaron campañas de solidaridad y educación sobre los estragos
de delitos y mensajes de odio, que no son ajenos a país alguno.
El
Mundial de Fútbol será la próxima prueba anti racismo. La presidente Dilma
Rouseff dio el primer paso. Conmovida por el gesto de Alves, comprometió
recursos y medidas para que el “jogo” no sea solo bonito, sino también limpio.
2 comentarios:
No sólo debe ser el proximo Mundial de Futbol terreno Anti->Racista ! Sino tambien en todos los escenarios públicos, principalmente en los medios telivisivos, publicitarios y en la industria cinematografica, donde todavia persiste esta conducta inhumana !
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