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junio 02, 2018

Starbucks, Roseanne y los prejuicios implícitos


Todos tenemos algún tipo de prejuicio en razón de raza, género, nacionalidad o estatus. Es difícil no etiquetar a los demás. Vivimos y aprendemos en sociedades prejuiciosas. Completemos estas frases: Todos los musulmanes son… Las mujeres con minifaldas no pueden quejarse que… Todos los argentinos son… Todos los inmigrantes ilegales cometen… Los empresarios son…

Muchos estereotipos están incorporados al subconsciente, son implícitos como los define la psicología social. Afloran o los disparan ciertas experiencias. El intríngulis no radica tanto en tenerlos, sino en cómo dominarlos. Al exteriorizarlos se suele ofender y caer en actitudes racistas, discriminación y odio, generándose graves consecuencias.
A mediados de mayo se viralizó el video de un abogado que explotó en contra de dos empleados de un restaurante en Nueva York que hablaban en español. Amenazó con denunciarlos y hacerlos expulsar del país. Ni siquiera sabía si eran indocumentados o ciudadanos nacionalizados.

Estereotipos así no son nuevos. Eran más frecuentes en otras épocas con menos apreciación de la diversidad y respeto por los derechos humanos. La ventaja ahora es que tienen más difusión gracias al internet y las redes sociales, fiscales públicos de nuestro tiempo.

Pese al acoso y la ofensa que generan los prejuicios explícitos, vale reconocer que también sirven para crear espacios de debate y aprendizaje social, generándose, a veces, cambios positivos en las políticas públicas. Lo demuestran los movimientos por los derechos civiles, la igualdad de la mujer y de personas con distinta orientación sexual, que se afirmaron tras severas crisis de racismo y desigualdad. Es decir, una mayor inclusión social surge después de una crisis de exclusión.

Esa evolución positiva, aunque no siempre concluyente, se vivió esta semana en EEUU con dos episodios distintos. Starbucks decidió cerrar sus ocho mil locales para impartir un curso sobre tolerancia racial a sus empleados, mientras que la cadena ABC/Disney despidió a la comediante Roseanne Barr por un tuit en el que defenestraba a una ex asesora de origen iraní del ex presidente Barack Obama.

La cadena televisiva canceló la exitosa serie revival de Roseanne, tras calificar la actitud de su protagonista de “abominable, repugnante e incompatible”.  El tuit de Roseanne, además de denigrar el origen musulmán de la ex asesora, era un tiro de elevación a la ex pareja presidencial y, en su defecto, a todos los afroamericanos “Si los hermanos musulmanes y el planeta de los simios tuvieran un hijo: vj”.

Obama ha soportado descalificativos similares cuando fue Presidente, pero el de Roseanne cobra relevancia porque proviene de una figura pública que en la realidad y la ficción se profesa fanática de Donald Trump. Algunos analistas también observan que este episodio esconde otro prejuicio implícito, el que la cadena se haya desprendido de una figura que no comulga con lo políticamente correcto. Y en ese tema irresuelto del racismo, incrustado en el consciente y subconsciente colectivo, surgen críticas de que se mide con distinta vara a las personas según su aspecto más allá de delitos similares. Ejemplo: violador en serie, el comediante afroamericano Bill Cosby, con el acosador en serie, el productor caucásico Harvey Weinstein.

Los problemas se retuercen aún más, cuando las etiquetas son exteriorizadas por personas que por su función social y el mimetismo que pueden generar deberían tener mayor cuidado y responsabilidad. El presidente Trump es uno de los primeros que salta a la mente en este rubro. Sus tuits diarios son una fuente inagotable de expresiones prejuiciosas que generan reacciones. Puede llamar “animales” a los pandilleros juveniles, “violadores y asesinos” a los inmigrantes mexicanos, como “pozos de mierda” a países en vías de desarrollo.

Aunque en cuestiones de estereotipos el Presidente no aparenta que abrazará cambios manteniendo su impunidad de expresión irresponsable, son reconfortantes las experiencias como la de Starbucks. La media jornada de formación anti racial, aunque también haya tenido la intención de minimizar el daño económico, suma al aprendizaje colectivo sobre el racismo y la tolerancia. Transforma un prejuicio implícito o explícito en conductas y actitudes positivas. trottiart@gmail.com

septiembre 30, 2017

Referéndum personal de Trump: Racismo o patriotismo

Donald Trump tiene la manía de convertir toda discusión, incluso ajena, en un referéndum personal. Le atrae la controversia y la azuza. Quiere amor u odio. No le interesan los moderados.

Esta vez prendió fuego a la polémica que inició Colin Kaepernick, un jugador de fútbol americano de raza negra, que hizo costumbre de arrodillarse mientras sonaba el himno nacional o a la canción a la bandera en señal de protesta por el racismo y la brutalidad policial contra los negros.

Desde que se arrodilló en la temporada pasada, las aguas venían divididas a favor o en contra de su actitud. Cada tanto las agitaba otro deportista que lo imitaba o políticos y celebridades que opinaban para uno u otro lado. Pero las aguas se desbordaron cuando Trump irrumpió esta semana en la discusión.

Acusó a Kapernick de “hijo de p…”, pidió a los propietarios de equipos que prohíban esas actitudes o que echen a los jugadores que irrespeten los símbolos patrios. En respuesta, en el fin de semana todos los deportistas tomaron posición. La mayoría se arrodilló, varios equipos se quedaron en el vestuario durante el himno, el campeón de básquet de San Francisco anunció que no iría a recibir sus honores a la Casa Blanca y llovieron proclamas en los medios y redes sociales.

El Presidente logró así cambiar el eje de la discusión. Lo que era una protesta ante una injusticia, el racismo, terminó convertida en un asunto de patriotismo y a favor o en contra de su posición: ¿Cómo alguien que disfruta de las libertades y el estilo de vida estadounidense puede denigrar a la bandera, el símbolo que por antonomasia representa la memoria de los millones de soldados compatriotas que sacrificaron sus vidas por esos derechos y privilegios?

Se perdió así la rica disputa de fondo que permitía a los más jóvenes experimentar aquellas discusiones de otras épocas cargadas de protestas más virulentas en las que se quemaban o escupían banderas por guerras indeseadas y conflictos por los derechos civiles de los negros. Entonces, la Corte Suprema había sido tajante. El derecho a la libertad de expresión y de protesta, tal se conciben en la Primera Enmienda constitucional, se anteponen a los símbolos patrios y lo que se quiera hacer con ellos.

Lo que enervó no es tanto el cambio de enfoque de la discusión, sino el estilo prepotente con la que Trump la indujo, sin reparos de ninguna índole para erigirse en protagonista principal de la escena.

Tampoco hay que menospreciar sus cálculos, no todo es espontaneidad temperamental. Trump actúa metiendo púa para llevar agua para su molino. Desvía la atención del racismo y otros temas importantes como el “rusiagate”, apuntando a los deportistas, como antes a los mexicanos, musulmanes y periodistas, con la intención de mantener enfervorizados a sus votantes y fanáticos.

Es menos popular que antes, pero no está solo y tiene razones. A las protestas de los jugadores también le llueven abucheos desde las tribunas. Esta semana, Nielsen, la compañía que mide rating televisivo, mostró que la liga de fútbol americano perdió 11 puntos respecto a la temporada pasada. El Washington Post midió que del 19% que perdió interés en los partidos 17% fue por las protestas. Otro síntoma fue que se quintuplicaron las ventas de la camiseta del jugador Alejandro Villanueva, un veterano de guerra en Afganistán, el único de su equipo que no se quedó en el vestuario y escuchó el himno de pie con la mano sobre su pecho.

La Presidencia debería tener un código de ética que limite a su inquilino a tomar partido por cualquier asunto, así como los militares, policías y jueces que están obligados a ser imparciales de opinión política. Un presidente debería guardar más coherencia que el resto, actuar con imparcialidad y abstenerse de participar en discusiones, permitiendo a la sociedad hacer sus propias catarsis.

Como presidente, Trump siente la obligación de hacer respetar los símbolos patrios, aunque también debería equilibrar su posición garantizando los derechos a la libre expresión y la protesta pacífica como le exige la Constitución.

En un escenario ideal, Trump debería someter sus opiniones personales a la conducta que debe asumir como presidente. Lamentablemente el pedido es imposible. A Trump le fascina ser el centro de todo y hacer de todo un referéndum personal. trottiart@gmail.com


septiembre 01, 2014

Racismo, policías y armas

Con una persona negra en la Casa Blanca, muchos pensaron en el fin de la segregación. Creyeron que con la presencia de Barack Obama habría cambios a favor de la igualdad y en contra del racismo. Hace 150 años se creyó lo mismo tras la abolición de la esclavitud.

Nunca ocurrió. Cada tanto un nuevo episodio recuerda cuan profundo está el racismo enquistado en la sociedad y cultura estadounidense. Pese a las grandes luchas por los derechos civiles en los 70, todavía existen evidencias sobre la segregación. Algunas no resueltas a nivel oficial, como el bajo nivel educativo y acceso a la salud que padecen los afroamericanos; y otras a nivel social que perduran como secretos a gritos, como la devaluación que sufren las propiedades de un barrio cuando un negro decide mudarse a ese sector.

Sin embargo, son los crímenes de odio, la violencia y el uso indebido de fuerza en contra de los afroamericanos y otras minorías, los hechos que periódicamente hacen que el país se confronte y polarice, reabriéndose viejas heridas. Esta vez el vaso lo rebalsó el asesinato de un joven negro de 19 años, Michael Brown, a menos del policía Darren Wilson, en el pueblo de Ferguson, suburbio de St. Louis en Missouri.

La desproporcionalidad de seis disparos (dos en la cabeza) para detener a un chico desarmado que solo atinó a levantar los brazos en rendición, y el posterior exceso policial para detener a la población furiosa, parecieron echarle más leña al fuego a un caso de racismo que otra vez terminó cuestionando al sistema de seguridad pública del país.

Tuvo que intervenir Barack Obama y el fiscal general Eric Holder para poner un poco de mesura, reconocer que la fuerza policial está excesivamente militarizada,  compuesta por francotiradores apertrechados y carros blindados de última generación; demasiada contrafuerza para detener a una población lastimada y frustrada, aún con la inclusión de delincuentes infiltrados que desde otros estados llegaron para generar caos y anarquía.

Las circunstancias en Ferguson trajeron a la memoria el asesinato de Trayvon Martin, un joven negro y desarmado de un pueblo del centro de Florida que en 2012 fue abatido por un agente de seguridad vecinal, George Zimmerman. Al igual que ahora, con el racismo a flor de piel y tras comprobarse el exceso de fuerza y que las policías están desproporcionadamente compuestas por policías blancos en ciudades de predominancia negra, las reacciones civiles violentas con piedras, bombas molotov y algunos tiros se multiplicaron por doquier.

Los crímenes raciales, las armas y la fuerza policial, alguna vez coctel motivacional para los enérgicos discursos de Martin Luther King, siempre terminan por poner a Obama frente a una encrucijada. Como Presidente no puede disparar dardos por los derechos civiles como quisiera, sino buscar puntos de equilibrio y bien común.

En el caso de Florida y después que Zimmerman fuera declarado inocente en 2013 por la ley que permite el uso de armas de fuego en defensa personal, Obama lideró una cruzada en contra de las armas de fuego para uso civil que no llegó a buen fin. Pese a las movilizaciones en su apoyo en más de 100 ciudades, grupos de poder lograron sostener que la portación de armas para defensa personal es un derecho constitucional garantizado.

En el caso de Ferguson no se trata de un derecho individual a la protección personal sino de exceso por parte de fuerzas del orden. La desmesura está provocada por el “programa 1033” del Departamento de Defensa que permite al Pentágono traspasar a las policías pertrechos de guerra en desuso que quedaron tras las guerras de Irak y Afganistán. Esa reutilización del armamento cobra una dimensión desproporcionada entre los vecinos de una ciudad, que solo acostumbraban a verlo por televisión o en videojuegos.

La discusión ya empezó a calar hondo. Algunos legisladores quieren desmilitarizar a la policía y otros creen que el armamento militar es la única forma de disuadir a posibles terroristas, mafias y narcotraficantes con alta capacidad de fuego.

Lamentablemente, la polémica parece que derivará hacia ese terreno, así como antes derivó hacia el uso de armas para defensa personal, por lo que la discusión profunda sobre el racismo quedará de nuevo postergada. O hasta que ocurra un nuevo crimen de odio.

mayo 05, 2014

NBA y FIFA: Reacciones distintas al racismo

En un país donde la justicia se percibe y se pretende severa, era de esperar que la NBA, la asociación de básquet de EE.UU., condenara a “pena de muerte” a Donald Sterling, el propietario de los Clippers de los Ángeles, por comentarios altamente racistas que se resisten a abandonar la cultura estadounidense.
A pesar de que el comisionado de la NBA no es juez, debía mostrarse estricto con la aplicación del reglamento ético/administrativo, para remarcar la política de tolerancia cero al racismo. Así vedó a Sterling de por vida en cualquier actividad de básquet profesional, lo multó con 2.5 millones de dólares y, seguramente, lo obligará a vender su equipo.
La prueba del delito fue concluyente. En la grabación telefónica, difundida por el sitio digital deportivo TMZsports, Sterling le refriega a su novia haber publicado una foto en Instagram con Magic Johnson, diciéndole que puede acostarse con negros, pero no promocionarlos ni traerlos a su estadio.
La infracción y la evidencia sobre un tema todavía a flor de piel, pese a siglos de lucha por la igualdad, obligaron a la NBA a ser políticamente correcta. En especial ante una persona pública, interna a la institución y reincidente, que ya había sido condenado por la justicia por discriminar vivienda a negros y latinos.
La reacción también tuvo que ver por la presión creciente que ejerció la Casa Blanca, artistas, periodistas, estrellas actuales y pasadas, como Lebron James y Michael Jordan que, con pulgar para abajo como en circo romano, pedían castigo severo. De lo contrario, las amenazas implicaban boicots contra juegos y contagio de conflicto a otros deportes profesionales.
A la NBA, con 76% de jugadores de raza negra y cuidadosa de la discriminación, con programas propios de igualdad de género, étnicos y de origen, no le quedó otra que ser severa. Tal vez actuó con mayor firmeza que un juez, que hubiera contemplado atenuantes ante una evidencia de origen dudoso.
La alta sensibilidad por el tema y la presión de los líderes de opinión, no permitieron que se considere el mayor atenuante. Se trató de una grabación clandestina de una conversación telefónica privada; una riña de celos, en el que la pareja suele terminar en insultos y con intención de herir.
Sorpresivamente, esa invasión de la privacidad quedó fuera de la discusión, siendo que meses antes, la sociedad condenó al gobierno por usar esas mismas prácticas delictivas para espiar a ciudadanos a través de la Agencia Nacional de Seguridad.
Más allá de los atenuantes, lo importante del mensaje de la NBA no fue tan solo por su contundencia, sino por su posible influencia. Quizás contagie a otras federaciones deportivas, como la FIFA, que ha sido más tolerante ante el racismo y la discriminación dejando a sus integrantes indefensos y a tener que apelar a acciones individuales.
Prueba de ello es lo que ocurrió al defensor del Barcelona, Dani Alves. Comió la banana que le arrojaron en el estadio del Villareal, lo que despertó una oleada de solidaridad anti racista en las redes sociales, cuyos usuarios, celebridades y comunes, copiaron el gesto de Alves bajo la etiqueta #todossomosmacacos. La actitud jocosa fue significativa, considerándose que se trató de una reacción popular ante la inacción de las autoridades españolas y de la FIFA contra el racismo.
Su caso no es nuevo, denunció que él y otros futbolistas vienen absorbiendo insultos desde hace 10 años y en todos los estadios sin excepción. Por ello, ente la vergonzante inacción, piden legislación más severa contra fanáticos y futbolistas racistas, así como se implementaron en Inglaterra y Alemania.
Los casos en contra de Sterling y el gesto de Alves, y la correspondiente cobertura en medios y  redes sociales, tienen la virtud de haber elevado la conversación pública. Empujaron a empresas a actuar para que boicoteen auspicios, motivaron a políticos a pensar legislaciones y, sobretodo, incentivaron campañas de solidaridad y educación sobre los estragos de delitos y mensajes de odio, que no son ajenos a país alguno.
El Mundial de Fútbol será la próxima prueba anti racismo. La presidente Dilma Rouseff dio el primer paso. Conmovida por el gesto de Alves, comprometió recursos y medidas para que el “jogo” no sea solo bonito, sino también limpio. 

enero 15, 2010

Vaticano: tres aciertos

Esta semana el Vaticano acertó entre esferas diametralmente opuestas, dos de las cuales son ajenas a su destino, pero una lo roza en forma alarmante y perseguirá bochornosamente a Iglesia hasta sus últimos días.
El Vaticano pidió que la justicia ordinaria sea la que debe castigar a los curas pedófilos, en relación al caso de los sacerdotes irlandeses involucrados en casos de abusos de menores que ya produjo que cuatro obispos pidieran su renuncia a Roma por el delito de encubrimiento. Más allá de los casos en Irlanda, que también sacudieron a otros países como Australia, Canadá y varios latinoamericanos, Estados Unidos es la nación donde este fenómeno alcanzó niveles de catástrofe, especialmente porque también muchos obispos y arzobispos encubrieron las evidencias asignando a los curas delincuentes de parroquia en parroquia. Según denuncias que comenzaron en el 2002, entre 4 y 5 mil curas abusaron sexualmente de unos 14 mil niños y adolescentes durante varias décadas. En todo caso, fue la Iglesia católica la que terminó siendo más transparente, porque también en otras denominaciones religiosas ocurrieron este tipo de abusos, pero poco se ha sabido sobre los mismos.
En otro tema y tras los conflictos racistas que sucedieron contra trabajadores africanos en la zona sureña de Calabria, el Papa Benedictino lamentó que la esperanza que el mundo había experimentado con Barack Obama como estandarte de los derechos civiles y en contra del racismo, se haya disipado totalmente, acusando a los italianos de ser racistas y discriminar a los negros africanos.
En otro orden, fui hace poco al cine a ver Avatar y la película por lo único que me impresionó fue por el colorido y la tridimensionalidad, pero más de ello me pareció que solo cuenta con el efecto Hollywood de buscar a cualquier precio batir el récord de taquilla. Es una historia de amor simple y pareciera estar inspirada en la noción ecológica apoyando a los activistas en contra del calentamiento global, ya que la historia se basa en el amor a las plantas, fuente de toda vida.
La radio y el diario del Vaticano L’Obsservatore Romano justamente observaron que se trata de eso, una película simplista con una mensaje “inundado de un espiritualismo vinculado al culto a la naturaleza”, guiñándole un ojo a todas “esas pseudo doctrinas que convierten a la ecología en la religión del milenio”.
Cameron se olvida, claro está, de que la naturaleza es fruto del Creador.

abril 20, 2009

Cumbres bochornosas

Cumbres borrascosas pudieran llamarse también, pero la Cumbre actual sobre el Racismo y la que acaba de termina de las Américas, pueden denominarse Cumbres bochornosas.

Los bochornos están contagiando a todas las cumbres. En esta de Trinidad y Tobago que acaba de terminar de la OEA, casi todos los presidentes latinoamericanos se alinearon a favor de Cuba, como si se tratara de un país democrático sin siquiera reconocer que es en realidad una dictadura tan sanguinaria como las demás que asolaron a Latinoamérica; aunque peor, porque se trata de una que tiene el récord de perdurar por 50 años.

El atropello más grande es que los presidentes latinoamericanos alineados al régimen no han siquiera denunciado o pedido la liberación de los disidentes presos, ni reclamado la restitución de las libertades.

Es decir, en una Cumbre que busca profesar y alentar los valores expresados en la Carta Democrática, la hipocresía es que se haya pedido por los valores que encarna una dictadura, donde existe un partido único, donde se ha vetado por décadas a la religión, a la expresión y a la libre asociación.

El otro bochorno se produjo hoy en Ginebra durante la Cumbre sobre el Racismo de la ONU, donde el presidente iraní, como lo hiciera repetidamente antes, volvió a la carga contra Israel tildándolo de ser un país racista y relativizando el Holocausto, como si el genocidio de seis millones de judíos se tratara solo de una fábula de Occidente.

Varios países, como EE.UU. y Alemania se habían negado a participar sabiendo que el presidente Mahmud Ahmadineyad atacaría a Israel, y mientras en su discurso sí lo hizo, más de veinte representantes europeos se fueron de la sala de reuniones. Es decir, lo que debía ser una reunión para trabajar con objetivos comunes para luchar contra el racismo, terminó generando todo lo contrario. Exactamente igual que la Cumbre de Trinidad y Tobago.

La gran diferencia, es que de la de Racismo no hubo tanta hipocresía, simplemente cuando las declaraciones llegaron a tono de escándalo y ridiculez, los países comenzaron a retirarse en señal de protesta.

octubre 27, 2008

El racismo en las elecciones

El racismo es un componente subliminal, pero dinámico de la cultura estadounidense. Es un tema latente, en especial por la posibilidad de que el país tendrá su primer presidente afroamericano, y afloró en la campaña republicana aunque fue rápidamente morigerado por el propio John McCain.

En un evento de caridad el día después del último debate, McCain insistió con su mensaje de sepultar el racismo, al menos durante la campaña. Felicitó a Barack Obama por estar haciendo historia: "Hubo un tiempo en que la mera invitación de un afroamericano a cenar a la Casa Blanca se tomaba con indignación y como un insulto”.

El éxito de Obama en la política es insoslayable. Es el único afroamericano entre 100senadores, de un Senado que tuvo que sancionar varias leyes para desterrar, menos de 50 años atrás, la segregación en el transporte público y en los barrios; y descolgar los carteles de “Only Whites” de escuelas y universidades, baños y restaurantes.

Según las encuestas, Obama ya tendría un pie en el umbral de la Casa Blanca. Pero pidió prudencia. Sabe que en política, como en el fútbol, hasta el último minuto cuenta. Difícilmente habrá un rebote económico que pudiera estabilizar el subibaja de las bolsas o la catástrofe financiera, pero la cordura se puede deber al temido efecto Tom Bradley, un alcalde de Los Angeles que en 1982 comandaba ampliamente las encuestas, pero que al final perdió. La gente opinaba sin discriminar por cuestión de piel, pero hizo lo opuesto en la privacidad del cuarto oscuro.

Tal vez la prudencia de Obama es obsesiva. Después de todo, el electorado está más maduro o los jóvenes votantes primerizos no tienen los prejuicios del ayer, lo que quedó demostrado al derrotar a Hillary Clinton. Sabe, sin embargo, que perderá votos por su color. Un sondeo de AP-Yahoo News estableció que el 17% de los blancos demócratas apoyará a McCain y sugiere que si Obama fuera blanco, tendría siete puntos adicionales.

Obama no ganará por el voto negro, en realidad insuficiente, sino por los jóvenes blancos que se inscribieron en las huestes demócratas y por el sufragio femenino. Si bien se estima que el 94% de los afroamericanos votará por Obama, éstos solo conforman el 12.8% de la población total, por debajo de los hispanos con el 14.4%, de los cuales un 57% lo apoyará. El 56% de los blancos irá por McCain.

A diferencia de otros países más xenófobos, Estados Unidos ha hecho numerosos esfuerzos para desterrar la discriminación racial. Abolió la esclavitud hace 143 años, la segregación en las escuelas públicas en 1954 y sancionó en 1964 la ley de los derechos civiles, prohibiendo la discriminación sobre la base de la raza, el origen étnico y el género. En 1965 sancionó la ley de igualdad del voto, en 1968 la de equidad de oportunidades para la vivienda y en 1994 dictó la ley federal que persigue los crímenes de odio.

A pesar de esos adelantos en los derechos civiles, el racismo no desapareció de los estándares culturales. Freedom House definió que el racismo es todavía hoy el “talón de Aquiles” del país en un reciente estudio sobre desigualdad racial. Atribuye este fenómeno a factores que todavía no han sido superados del todo, como el mayor nivel de pobreza de la raza negra por sobre otras, la segregación demográfica, los desacuerdos sobre los alcances de la acción afirmativa, una política pública que devino del movimiento de derechos civiles de los 60, y los crímenes de odio que todavía persisten.

No hay garantías de que el tema del racismo no pueda aflorar y con fuerza como parte de la estrategia electoral antes del 4 de noviembre. Mucho dependerá de la sensatez de los equipos de campaña. Tampoco si tendrá influencia alguna dentro del cuarto oscuro como para cambiar el enojo que despertó la crisis financiera.

De lo que sí hay seguridad es que Obama está por hacer historia. Si llega a la Casa Blanca será el paso más decisivo que el país dará en contra de la desigualdad, pudiendo abrirse un proceso de reparación para cerrar las heridas que dejó la esclavitud, y su consecuencia actual, la discriminación.

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