viernes, 29 de junio de 2012

Google y las ironías democráticas


Aunque al internet se le reconoce como el medio por excelencia que incentiva la innovación y la participación ciudadana, también es visto como un inmenso espacio proclive a las paradojas e ironías.

Esta semana el más irónico en la red fue el gobierno de Cuba, a través de su sitio Cubadebate.com, en el que reclamó a Google haberle cancelado la herramienta Google Analytics, utilizada para medir y analizar las visitas que recibe un sitio, y otros servicios sobre mapas, búsquedas y compra-venta de publicidad.

Lo paradójico es que el gobierno cubano calificó la acción de Google de “escandalosa censura”, exigiendo mayor libertad para el internet, pese a ser uno de los mayores censores del planeta. Un reclamo inaudito después que tildó de “subversivos” a blogueros independientes que se reunieron esta semana en el “Festival Clic” de La Habana, bloquea contenidos en línea y su unión con Venezuela a través de un cable submarino de fibra óptica para acelerar el internet, solo beneficia a internautas burócratas y no a los ciudadanos como había prometido.

Pero en todos lados se cuecen habas. El de EE.UU. es el gobierno con mayor presupuesto del mundo para incentivar procesos democráticos y gobiernos más abiertos mediante la penetración del internet, las redes sociales y banda ancha. Sin embargo, esos jugosos fondos que a menudo cita la canciller Hillary Clinton, no pueden ser usados en países a los que impone embargos económicos, como Cuba, Corea del Norte o Siria.

Así que aunque Google comparte la visión del gobierno estadounidense de que “más información significa mayor libertad y más poder para el individuo”, la Ley del Embargo, que data de 1962, no le permite ofrecer sus plataforma y herramientas en línea que incitaron la Primavera Árabe y otros movimientos emancipadores.

Google  debería hacer más por sortear este tipo de leyes que impiden impulsar democracia, de la misma forma que cabildea para influir en regulaciones sobre publicidad en línea, impuestos y propiedad intelectual, como hizo en Washington este año, actividad en la que invirtió cinco millones de dólares, muy superior a lo gastado por Apple, Facebook y Microsoft combinados.

En otro giro de ironías, el Informe de Trasparencia Global que Google presentó esta semana, con el que mide cada seis meses las peticiones que recibe de gobiernos para censurar contenidos, mostró que el internet no es solo presa de gobiernos opresores.
En el segundo semestre de 2011, mediante órdenes policiales y resoluciones judiciales, 45 países pidieron a Google que descuelgue  videos de YouTube, desactive blogs y cuentas en redes sociales, la mayoría por contenidos que los gobiernos calificaron de injuriosos.

¿Lo irónico? EE.UU y Brasil fueron los países que más solicitaron órdenes de censura, lo que Google calificó de “aberrante” y “alarmante”, por tratarse de países democráticos que paradójicamente son los que más hacen a favor del internet libre y abierto. EE.UU. presentó 187 solicitudes para eliminar 6.192 elementos de contenido, un 103% más que en el primer semestre del 2011, mientras Brasil hizo 194 solicitudes para que se remuevan 554 contenidos. Argentina presentó 39.

Google, que no censura en forma previa, tampoco cumple con todas las órdenes. Obedeció solo algunos pedidos de EE.UU. y Brasil, no eliminó, por ejemplo, un video de un canadiense orinando sobre su pasaporte y arrojándolo al inodoro como pidieron las autoridades de ese país y desestimó eliminar videos satíricos sobre el ex primer ministro italiano Silvio Berlusconi.

Google sí cumplió con eliminar decenas de videos en contra de la monarquía en Tailandia, otros que patrocinaban el terrorismo en Inglaterra, contenidos sobre pornografía infantil y más de tres millones de solicitudes para eliminar contenido que infringía leyes sobre derechos de autor, cumpliendo un 97% de esas peticiones.
Aunque el informe se queda corto al no revelar la censura que practican los gobiernos en forma directa, como los de Cuba, China o Siria, su importancia radica en que hace trasparente los procesos restrictivos, siendo, quizás, la única forma para disuadir a países opresores.
 
Estas ironías demuestran que el internet, así como la democracia, no es un medio perfecto; y que su perfección depende del grado de libertad que se le insufle.

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