Si hay algo que define a la democracia y por la que hay países con mejores niveles de democracia que otros, es el papel de independencia y equilibrio que juegan sus instituciones.
En EE.UU. la democracia tiene una solidez, fuerza y tradición de más de 230 años, justamente por ese equilibrio. En estos días, ello quedó demostrado con dos decisiones adoptadas por la Corte Suprema de Justicia, contrapeso natural del poder, a veces iluminando caminos, otras veces limitando lo que la Casa Blanca o el Congreso quieren hacer y muchas veces administrando justicia por arriba de las ideologías y los sentimientos políticos. Todo esto, siempre bajo la interpretación sobre lo que los principios constitucionales permiten hacer o limitar.
Dos decisiones importantes tomó la CSJ en estos días, que para muchos seguramente podrían ser calificadas de adornar una campaña proselitista a favor del presidente Barack Obama en busca de su relección para noviembre próximo. La semana pasada, la Corte Suprema se despachó contra la ley de inmigración de Arizona, estableciendo que la regulación de esta disciplina corresponde al fuero federal y no estatal. Y hoy, hace minutos, la Corte Suprema se pronunció a favor de la reforma de salud propuesta por el presidente Obama, la que había sido cuestionada por inconstitucional.
Pero más allá de las interpretaciones políticas, la Corte Suprema no dejó los caminos cerrados para estas dos leyes, todo lo contrario, sumó más munición para que los legisladores sigan discutiendo y buscando consensos entre medio de tanto disenso. Las discusiones seguirán y así como en inmigración y en salud, los demócratas y republicanos se adjudicarán victorias, tratando de interpretar lo que más les conviene de ambas decisiones.
No obstante que el Derecho y la aplicación de las leyes y la funcionalidad de los tribunales tienen vertientes filosóficas distintas en los países anglosajones y en los latinoamericanos, la enseñanza es que no hay mejor condimento para la democracia que la independencia de la que puede gozar el Poder Judicial. Solo basta repasar mentalmente todos los atropellos que sufre la justicia en América Latina, donde los poderes ejecutivos asignan jueces, imponen fallos y demandan lealtades.
Para medir la calidad de las democracias latinoamericanas, solo basta con observar el nivel de independencia del que goza la Justicia.
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