miércoles, 16 de junio de 2010

Mundial; agujero negro

Así como los inconmensurables agujeros negros del universo, el Mundial tiene ese poder absorbente de consumir toda la energía del planeta cada cuatro años, tragando todas las impurezas propias y ajenas al fútbol.
Todo es nada y nada tiene sentido, desde la recuperación de Tiger Woods hasta el forzado retorno de barrabravas argentinos. O todo es relativo, así sea la inseguridad y el irresuelto apartheid en Sudáfrica, el subibaja del Euro, la marea negra en el Golfo o las sanciones de la ONU contra Irán.
Sólo el Mundial importa. Es que es más que 32 naciones y 30 días. Con el puntapié inicial de Sudáfrica el viernes, se inició la culminación de un Vía Crucis que por tres años tuvo en vilo a 208 países nucleados en la FIFA. Un proceso de todos contra todos, muy democrático pero doloroso, apasionante pero inhumano, generador de iluminados y eliminados.
Los fanáticos irlandeses viven el dolor como nadie. Una mano del francés Thierry Henry los dejó fuera del Mundial, ¡qué ironía! justo ellos que todavía celebran como propia “la mano de Dios” del 86 que victimizó a sus archirrivales ingleses. Mientras el autor de aquel pícaro gesto de potrero, recuperado de adicciones e infartos, busca dar la vuelta desnudo a un obelisco, imitando a Franz Beckenbauer y Mario Zagallo, los únicos con doble corona mundialista como técnicos y jugadores.
Aunque Diego Maradona, así como Dunga, tiene la posibilidad de la doble hazaña, no podrá ser imitado por siglos. Es el único con prontuario triple ante la FIFA. Fue sancionado y suspendido como jugador por consumir cocaína en Italia, como mundialista por doparse con efedrina en el Mundial del 94 y como técnico por insultar a periodistas tras conseguir la clasificación ante Uruguay. Hay dudas sobre si este Mundial será el cielo o su infierno; más seguro, su purgatorio.
En Europa de escándalos también saben. En Italia el Inter puso en peligro su último título así como hace cuatro años fueron sancionados Juventus, Fiorentina, Milán y la Lazio por dedicarse a arreglar árbitros y partidos. Acusación similar que el presidente de la Federación Inglesa de Fútbol hizo en mayo en contra de España y Rusia para este Mundial; mientras que meses antes, el tema generó razias policiales en Alemania, Suiza, Austria y Turquía, por arreglos de partidos entre mafias y sistemas de apuestas ilegales.
Las manchas también alcanzan a jugadores. Algunos están salpicados por escándalos sexuales, como los franceses Karim Benzema y Franck Ribéry, acusados de solicitar los servicios de una prostituta menor de edad; mientras que el técnico de los ingleses, Fabio Capello, casi el Benedicto XVI del fútbol, en un aquelarre de infidelidades conyugales, tuvo que despojar de la capitanía de su equipo a John Terry por involucrarse con la ex novia de su compañero de equipo, Wayne Bridge, quien prefirió renunciar al seleccionado antes que viajar a Sudáfrica con su amigo traidor.
Pero todo lo que sucedió hasta aquí no importa. Borrón y cuenta nueva. El Mundial convierte adversidades en oportunidades. De que el “fútbol da revancha”, saben mucho los brasileños. Bastó el fatídico “maracanazo” de los uruguayos en el 50 para que Brasil despegara como potencia a partir del 58 y desde ahí empezaría a hilvanar sus cinco coronas, convirtiéndose en el eterno favorito de fanáticos sin equipo y de novatos en mundiales.
Por suerte, la energía del agujero negro tiene vida efímera. Tras las primeras dos semanas y los primeros 16 seleccionados eliminados, se producirá el big-bang de efectos predecibles. Varios técnicos saldrán expulsados hacia otras galaxias y a años luz de volver a dirigir, los jugadores quedarán exhaustos o insultados y los fanáticos, los más importantes, quedaremos con una sensación de vacío insuperable, desorientados, con cábalas que no funcionaron e imaginando mejores suertes, así sea con no convocados, como Ronaldinho y Zanetti, o con lesionados, como Beckham y Ballack.
Mejor que todo sea rápido. Al final, como sólo un país se llevará la gloria, al resto nos quedará el consuelo de aferrarnos a cualquier cosa - al mejor gol, al goleador, al … - con tal de salir indemnes de este doloroso y destructivo agujero negro que, por ahora, todo lo consume.

1 comentario:

Edwin Francisco Herrera Paz dijo...

Por cierto doloroso. Es muy curioso, y no lo he podido dilucidar. El futbol parece ser una reminiscencia de nuestro pasado evolutivo; la fusión de nuestra inclinación a la guerra y nuestra naturaleza cazadora. Pero más que eso, el futbol parece estar incrustado en lo más profundo de nuestra genética, como si alguna ventaja biológica proporcionara al aficionado.
Karl Sagan menciona la inclinación del género humano por el futbol en "Un Punto Azul Pálido" (creo), y habla de la "guerra del futbol" entre Honduras y El Salvador después de un encuentro.
He aquí una hipótesis: Algunos pueblos durante milenios, decidieron solucionar sus conflictos con partidos de pelota. Los que así procedían se salvaban de una guerra y de una muerte casi segura. Así, se fue incorporando progresivamente el juego en nuestra genética.
Sea cual sea la causa, el futbol sigue siendo el deporte universal, y el mundial cada cuatro años paraliza países y agita corazones.