Los habitantes de las Islas
Malvinas, sin ninguna sorpresa, se manifestaron 1.513 a 3 por el YES en el
referéndum que les preguntaba si querían seguir siendo británicos. Con este
referéndum de resultado muy previsible, el Reino Unido actuó no solo como
potencia colonialista que desoye los reclamos de la ONU de sentarse a una mesa
de negociaciones desde 1965, sino como una republiqueta bananera y populista en
el que el régimen autoritario siempre incluye un plebiscito con el fin de justificar
un resultado favorable.
El ex presidente Hugo Chávez
y el mandatario Rafael Correa siempre han utilizado este tipo de referéndums
para buscar consensos, desestabilizar a la oposición y neutralizar a los
congresos para lograr las reformas que les quedaban trabadas por las vías
democráticas. Los referéndums cuando se utilizan de esta forma, como ahora por
el Reino Unido, son simplemente mecanismos de propaganda.
El referéndum en Malvinas no
fue serio ni legitima la usurpación de parte del imperio británico en 1833. El
mismo resultado pero a la inversa se conseguiría si a los argentinos se les
preguntara que decidan si las Malvinas son o no argentinas. De nada sirve un
plebiscito cuando se realiza sobre una población homogénea. ¿Es decir, qué
resultado obtendría Sebastián Piñera y Evo Morales si proponen un referéndum en
sus respectivos países sobre la salida al mar de Bolivia? Es obvio que en cada
país los resultados serán previsibles, según la cultura y educación que sus
poblaciones recibieron por décadas.
A los malvinenses no se les
puede culpar, porque han sufrido el desaire de Gran Bretaña por décadas y luego
la invasión de las tropas argentinas, siendo disputados mediante guerra. Es
bueno que hayan manifestado su predilección sobre lo que desean para su
destino, pero es ilegítimo que quieran comparar su voluntad o patriotismo – o como
lo ha pedido el primer ministro inglés – a un derecho de pertenencia.
Las Islas Malvinas son una
colonia británica, un territorio usurpado dentro de la plataforma continental
argentina, que distintos gobiernos argentinos vienen reclamando desde siempre. La
guerra de Malvinas de 1982 no puede ser la excusa permanente para que Gran
Bretaña no se siente a la mesa de negociaciones.
La única dispensa británica cabría
en caso de que el gobierno argentino fuera militar. Hoy por hoy, la Corona Británica
no tiene ninguna excusa para sentarse en la mesa de negociaciones.