A un mes de cumplido el
arresto de Leopoldo López, diputados oficialistas se reunieron en una Asamblea
Legislativa inoperante – ya que el oficialismo delegó su poder al Ejecutivo
tras una nueva Ley Habilitante, esa que el chavismo ya concedió en cinco
oportunidades a favor de su líder – y enseguida se dirigieron a la Fiscalía
General – también coludida con el Ejecutivo – con una sarta de delitos en
contra de la diputada María Corina Machado, con la intención de que se le quite
la inmunidad parlamentaria y así se le haga juicio político y termine en la
cárcel por instigación y traición a la patria.
La desfachatez ofensiva del régimen
autoritario aprovecha esa cualidad para superar cualquier otra noticia y poner
a todo el mundo a la defensiva, creando conversación y agenda pública en todos
los flancos, con un efecto sorpresa típico de la propaganda totalitaria. Ante
ese arraso ofensivo, agresivo y verborrágico nadie atina a defenderse bien,
ante tantos frentes de ataque.
Esa propaganda es la que
impulsa a Nicolás Maduro a sancionar a los acreedores, como las aerolíneas
internacionales que se alejan de Venezuela por falta de pago, condena a los
comerciantes que venden a precios para surtir anaqueles, restringe divisas a
los medios para que puedan comprar insumos para poder operar, persigue a
opositores y a estudiantes, festeja el respaldo de la UNASUR, o convoca a la
inoperante Asamblea Legislativa, para que cree la “Comisión de la Verdad” para
encontrar a los responsables de las 29 muertes, consecuencia de las protestas
que se iniciaron el 12 de febrero.
En todo ese conjunto de
temas, acciones y restricciones sin vergüenza, la cantaleta de gobiernos amigos
inducidos por los petrodólares y los menos amigos a los que se acusa de
instigar un golpe de Estado, el gobierno de Maduro y la falange chavista
encuentran tierra fértil para seguir gobernando en forma autoritaria. Como
nunca antes, el chavismo se desenmascara como un movimiento totalitario,
fascista y desfachatado.