Es irrelevante que Spotlight
gane o pierda el Oscar a la mejor película en la ceremonia del 28 de febrero
próximo en Hollywood. Su trascendencia no es para el cine, sino para demostrar
el poder transformador que tiene el Periodismo de calidad en una comunidad.
La película retrata cómo una
investigación periodística logró desenmascarar a la jerarquía de la Iglesia
Católica de Boston que, por años, ocultó el abuso sexual de menores por parte
de curas pederastas, confirmando mi convicción de que la máxima cualidad del
Periodismo no es cubrir los hechos, sino descubrirlos.
En momentos en que el Periodismo
está confundido, ya sea por los desafíos tecnológicos y los políticos, que lo
pueden impulsar a la superficialidad o a la militancia política, Spotlight recuerda
que la prensa tiene como función social iluminar los hechos, crear conversación
pública y, sobre todo, empoderar a la sociedad para que encuentre los antídotos
contra el mal.
El Periodismo no debe tener
todas las respuestas, pero sí la responsabilidad de alumbrar aquello que muchos
quieren mantener oculto. Su función es descubrir la verdad por más dolorosa que
esta sea, es decir, que los delitos criminales no se escondan como simples
pecados de Confesión.
La película emociona desde
el primero al último cuadro, en especial, cuando uno presta atención a las
estrategias investigativas de Martin Baron – interpretado por Liev Screiber -
el arquitecto de la investigación del Boston Globe y a quien conocí en su paso
anterior por The Miami Herald. Es que en dos horas, la película comprime una
investigación de meses y enseña todos los valores que a un estudiante de
Periodismo le llevan cuatro años de universidad para aprender.
Una de las cualidades de
Baron es que pidió al equipo investigativo del diario (que da nombre a la
película) a profundizar las investigaciones aun cuando creían haber llegado a
la meta. En una secuencia, los periodistas, interpretados por Mark Ruffalo y Michael
Keaton, estaban ansiosos por publicar los resultados sobre unos 60 curas
pedófilos. Baron, lejos de quedarse con el sensacionalismo y el golpe de efecto
que produciría entre sus lectores dar los nombres de los delincuentes, prefirió
que escarben más. Les pidió desenmascarar todo un sistema de encubrimiento y
ramificaciones de la jerarquía eclesiástica sobre la justicia y la educación.
En otra secuencia se sienten
las presiones a las que es sometida la verdad por sectores acomodados e
intereses sectoriales, pese a que las víctimas eran niños. Muestra la
conveniencia social de vivir entre mentiras, apariencias y con prejuicios. Pero
ahí aparece la grandeza del Periodismo bien hecho, libre, distante e
independiente, incluso asumiendo consecuencias de posibles boicots de lectores,
anunciantes y sectores que siempre prefieren dejar las cosas como están. No
enfrentarlas.
Como en muchas películas e
investigaciones, pese a las tramas y los traumas, Spotlight tuvo final feliz: Las
víctimas encontraron caminos de redención; la Iglesia de purificación habiendo
echado al cardenal Bernard Law y designando al cardenal Sean O’Malley para
“blanquear los sepulcros”; la justicia condenó a muchos delincuentes; el Boston
Globe renovó su posición de liderazgo y confianza con la sociedad; la comunidad
aprendió que ningún poder es absoluto y a cuestionar a sus líderes; mientras
que otros medios y comunidades del mundo se dieron cuenta que tenían el mismo
problema que descubrió Spotlight.
Al terminar la proyección,
Baron dedicó varias párrafos para hablar de su trabajo actual en The Washington
Post, un diario que su jefe, Jeff Bezos, dueño de Amazon, quiere convertir en
el diario nacional de mayor repercusión. La intención es combinar un periodismo
más digital, relatado en otras formas, pero manteniendo los valores
tradicionales mostrados en Spotlight y aquella otra gran investigación,
Watergate, que permitió a los anteriores dueños del Post, comandados por
Katherine Graham, a desafiar a todo el establishment político de la época.
No hay dudas que Baron, que sabe de aguas turbulentas, es un timonel sagaz para la travesía y que llegará pronto a destino. En el trayecto y a futuro, deja demostrado que pese a que el papel de diarios podrá morir algún día, lo que jamás morirá es el papel del buen Periodismo en una sociedad.