Lo que se esperaba para fines de diciembre llegó en
forma anticipada. Después del susto ante el partido con el Benfica, la Pulga la
volvió a romper y demostrar que está para su cuarto premio consecutivo como el
mejor del mundo. No quedan dudas, juega bien y hace goles. Con dos al mismo
palo superó al arquero del Betis y se metió en la historia grande del fútbol
para superar los 85 goles del alemán Gerard Müller.
Ahora con 86 y sin la presión de alcanzar el récord,
seguramente llegará a los 90 y pondrá la vara muy alta para la próxima
generación de futbolistas. Pero más allá de los récords lo importante de la
Pulga y del Barcelona, para no quitarle méritos al fútbol de equipo, es que se
trata de uno de los pocos jugadores y equipos que dejaron el pelotazo y la improvisación.
Es un privilegio ver un partido del Barcelona, pero, sobretodo, la consistencia
para jugar bien al fútbol; aun cuando pierden no pierden su filosofía del
fútbol.
Messi es de otro planeta. Así como Lebron James al
básquet, la Pulga es un jugador universal. No importa si uno ni es del Barcelona
ni del Miami Heat, ya que por la grandeza de sus logros, uno disfruta como si
fueran de su propio equipo. Su universalidad radica en que hacen más grande al
deporte.