Hay pocas cosas tan agraviantes como la vejación sexual a la que el depredador
en serie Harvey Weinstein sometió a sus colegas mujeres. Sin embargo, en nada
se compara a la aberración de los crímenes sexuales cometidos contra niños y
menores.
El abuso sexual de menores, la pederastia y la prostitución y la pornografía
infantiles muestran el lado más enfermizo de nuestras sociedades. Ya no se
trata de conductas individuales como la Weinstein, sino de la concertación de
mafias y carteles de tráfico de niños y de distribución de pornografía infantil,
aupada por una vasta red de pedófilos y consumidores que desconoce fronteras y clases
sociales.
Hasta el papa Francisco el mes pasado debió llamar al Vaticano a
monseñor Carlos Alberto Capella, diplomático de la Santa Sede en Washington
desde que la justicia estadounidense lo acusó de poseer pornografía infantil.
La ley criminal del Vaticano penaliza con dos años de cárcel la posesión, aunque
la distribución y la producción tienen severos agravantes. Aunque el castigo no
es en este caso lo que importa, sino que la Iglesia no haya podido salir con
facilidad de los curas abusadores y que Francisco no pueda aplicar todo el
rigor de su política de tolerancia cero a la pederastia.
Todos los días aparecen nuevos casos de abusos y de pornografía
infantil. Más de cien personas fueron detenidas tras la Operación Luz de la Infancia
en 26 estados de Brasil involucradas en producir y vender imágenes de sexo
explícito entre niños y entre niños con adultos. Entre los arrestados había un
director de una escuela de fútbol, funcionarios públicos, enfermeros y un tipo
que se hacía pasar por pediatra para tomar fotos de los chicos.
La repulsión de las autoridades fue mayor cuando encontraron imágenes
de una madre manteniendo sexo con su hijo de once años. También hallaron un manual
del pedófilo con indicaciones de cómo conseguir víctimas y un video de dibujos
animados que enseña a los niños a que es natural tener sexo con adultos.
La pornografía infantil es un negocio multibillonario expandido en
todos los países. El internet y el dark web en la que los consumidores tienen
alto grado de seguridad, ha potenciado todos los delitos, en especial aquellos
que por su repulsión social, como el abuso infantil, requiere de un alto nivel
de sigilo. En la dark web los consumidores pueden participar en chats, foros e
intercambiar información sobre sus intereses, promocionar y colaborar en la
construcción de nuevos contenidos, además de vender, comprar e intercambiar
imágenes.
En el internet, además de la expansión del delito, también los
delincuentes han alcanzado un alto grado de sofisticación. En una redada
policial en setiembre en EE.UU., Operación Avalancha, las autoridades
confiscaron manuales de seguridad para consumidores, en los que se enseñan
protocolos de seguridad y encriptación de mensajes para que los usuarios no
puedan ser rastreados con facilidad.
La Operación Avalancha, tras dos años de arduas investigaciones,
destapó la red más amplia de pornografía infantil hasta el momento. Más de cien
personas trabajando desde EE.UU. con webmasters y servidores manejados en Rusia
e Indonesia. Desde una casita en Texas, la pareja responsable, Thomas y Janice
Reeds, logró tejer una red de más de 250 mil suscriptores. Cada uno pagaba $29.95
dólares por sesiones de descarga, con imágenes con niños de hasta cuatro años
de edad. En un solo mes, la pareja embolsó más de un millón cuatrocientos mil
dólares en ganancias.
Pese a que los delitos contra menores están descritos en los códigos
penales de todos los países, no contemplan la gravedad del problema. A los daños
psicológicos causados por el abuso mismo, se suman los causados por el
internet, ya que el mundo virtual amplifica y mantiene el delito a perpetuidad.
Una vez que las imágenes del abuso se trafican virtualmente es imposible borrarlas,
lo que genera adicionales trastornos psíquicos a las víctimas.
Si bien las grandes compañías de internet siguen protocolos estrictos
para detectar pornografía infantil, como se puede apreciar en la advertencia
que hace Google apenas se inicia una búsqueda sobre el tema, se pone poco énfasis
en la educación de los consumidores quienes son, en definitiva, los que
alimentan el circuito criminal. trottiart@gmail.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario