sábado, 22 de abril de 2017

Las contramarchas y milicias de Maduro

La brutal represión contra las marchas ciudadanas convocadas por la oposición venezolana no es el único signo de autoritarismo de Nicolás Maduro. Su actitud más antidemocrática es el llamado a sus partidarios y milicias para concentrarse en contramarchas con el fin de neutralizar y violentar las protestas en su contra.

Las contramarchas y milicias que Maduro lanza a las calles no son ilegales, pero desnaturalizan los principios constitucionales que demandan garantizar el derecho de protesta, ya sea el reclamo ciudadano para que haya elecciones, que se le reintegren las potestades a la Asamblea Legislativa y se liberen los presos políticos.

No hay leyes que prohíban a un gobierno organizar marchas de auto apoyo. Sin embargo, configuran abusos de privilegio y poder. Es que la virtud de una Constitución no es que obliga a un gobierno a garantizar las libertades individuales y sociales, sino que le impone límites para que no pueda pisotear esos derechos, como las libertades de reunión, asociación y de expresión.

Los gobiernos más autoritarios, aquellos que se creen Estado como el de Maduro, justifican la propaganda y la movilización de masas como extensión legítima de su defensa, a fin de reprimir a la oposición y la disidencia. Ese abuso de las contramarchas queda desnudado por tres particularidades: Dilapida recursos públicos; utiliza fuerzas de choque ilegales para generar caos y pánico; y criminaliza la protesta, justificando así su necesidad de reprimirlas para mantener la paz y el orden.
En el caso venezolano esas características saltan a la vista. Obligó a los empleados públicos a participar de las contramarchas y les advirtió que aquel que no participara perdería su empleo, algo que el chavismo siempre atizó con listas negras de “traidores”. Además, anunció que armaría a otros 500 mil milicianos, un grupo parapolicial que causó varias muertes esta semana y en protestas anteriores.

Las milicias, más que una fuerza auxiliar de las fuerzas de seguridad, son un grupo de choque pretoriano. Al igual que en otros regímenes autoritarios y populistas, estas fuerzas, armadas por los gobiernos para su interés partidario y no de la Nación, como los piqueteros del kirchnerismo o los consejos del poder ciudadano en Nicaragua y Cuba, tienen el mandato de controlar a la población, atemorizar, crear caos y validar una posterior represión estatal. La historia latinoamericana está repleta de estos grupos de civiles armados que terminaron como escuadrones de la muerte, traficantes de armas y mercenarios a disposición de grupos de delincuentes y narcotraficantes. Vale recordar, entre otros grupos, a las patrullas de autodefensa de Guatemala y los paramilitares de Colombia que terminaron como temibles violadores de derechos humanos.

Las contramarchas representan, además, un arma adicional de propaganda, un esquema donde se insertan otras maniobras propagandísticas como las cadenas nacionales obligatorias, utilizadas por Maduro y Rafael Correa, durante las que propalan discursos kilométricos anti disidentes, que nada tienen que ver con emergencias sociales, desastres naturales o problemas de salud pública, únicas prerrogativas que autorizan las constituciones. Con este tipo de abusos usados para arengar a las mayorías adictas, se olvida que la prioridad de un gobierno en democracia es atender y respetar a las minorías.

Maduro con sus contramarchas y milicias podrá estirar su gobierno reprimiendo, produciendo más autogolpes y haciendo llamados inocuos a nuevos diálogos y promesas de elecciones que nunca cumplió. Saldrá a denunciar todo tipo de conspiraciones e intentos de golpes de Estado planificados por el imperialismo y la ultra derecha, y tratará de encontrar un nuevo chivo expiatorio como años atrás, luego de protestas ensangrentadas, le endilgó la responsabilidad de los muertos a Leopoldo López, a quien todavía hoy mantiene prisionero.


Sin embargo, la sistemática represión, la criminalización de la protesta y las milicias armadas no son un buen augurio para Maduro. Resiente las fisuras en el poder militar, ese que él cree y jura que le otorga apoyo condicional y eterno. El apoyo mermará con más represión, más muertos y con la presión internacional cada vez más en ebullición. trottiart@gmail.com

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