Finalmente el régimen de
Nicolás Maduro quedó expuesto. Es una dictadura dominada por una cúpula plagada
de narcotraficantes que impone leyes y justicia a su medida, traicionando y violando
los derechos individuales básicos de sus ciudadanos.
La denuncia más contundente
contra Maduro quedó reafirmada este martes. El secretario general de la
Organización de Estados Americanos, Luis Almagro, pidió la aplicación de la
Carta Interamericana Democrática o la expulsión de Venezuela de la institución
si el gobierno no convoca a elecciones, crea un órgano electoral independiente,
despolitiza la Justicia y libera a los más de 150 presos políticos en su haber.
Venezuela tiene 30 días para
maniobrar, pero sería extraño que no consiga controlar a dos tercios de los 34
miembros que se requieren para la expulsión. Todavía, pese a su paupérrima
economía interna desgastada por más de 400% de inflación y una carestía
inimaginable, le queda algún aliento petrolero para embardunar las voluntades
de pequeños países caribeños que mantienen una mayoría de votos uniformada.
Maduro siempre ha defendido
su autoritarismo sobre la base de una cháchara anti imperialista a la cubana y
se ha escudado bajo el subterfugio de la soberanía nacional que ya nadie compra.
Desgastada la excusa, insistirá sobre su vocación de diálogo, ya sea con los
expresidentes José Luis Zapatero y Leonel Fernández, o invocando al mandatario
Juan Manuel Santos y hasta el papa Francisco, con tal de comprar más tiempo,
inmunidad e impunidad.
Tampoco hay que descartar
que Almagro tenga éxito. Tiene que haber medido las voluntades para sentenciar
al régimen de esta forma. Su denuncia de 75 páginas fue contundente,
"ruptura total con el orden democrático”. El contexto y las evidencias le
dan la razón.
El chavismo es una dictadura.
Desconoce al Congreso, politizó los poderes Judicial y Electoral, desconoció el
proceso constitucional de referendo revocatorio, pisotea la libertad de prensa,
persigue, encarcela o expulsa a disidentes sin debido proceso y su cúpula goza
de los privilegios económicos que le niega a la población. Si la revolución
bolivariana no endereza pronto su política y economía, corre el riesgo del
desborde y estallido social.
Maduro ya no goza de las
simpatías que despertaban sus petrodólares. Su verborragia y victimización
están demodé. Su impopularidad es galopante en todos los frentes. Lo expulsaron
de clubes como el Mercosur, Mauricio Macri y Pedro Pablo Kuczynski lo desafían
y los acreedores lo acorralan.
Si el contexto político y
económico interno es desfavorable, las evidencias internacionales son aún más concluyentes.
El Departamento del Tesoro estadounidense situó al vicepresidente venezolano en
la lista de narcolavadores, congelándole fondos por más de tres mil millones de
dólares. En Nueva York, dos sobrinos de Maduro procesados por narcotraficantes,
siguen en busca de reducción de condenas con sorprendentes confesiones que
salpican a más de un encumbrado chavista.
Rodeado de aguas
turbulentas, Maduro tiene cada vez menos opciones. La que siempre le sirvió es
la de la agitación. Violencia, estallidos y una oposición desafiante pueden
darle excusas para fortalecer el autoritarismo y atizar un diálogo – al que nadie
se puede negar – para seguir legitimado su reinado. Otra opción es renunciar al
poder al estilo Alberto Fujimori, no desde Japón, sino en La Habana. Otra
posibilidad es un nuevo autogolpe, con un gobierno sin Maduro, lo que le
permitiría al chavismo una salida airosa y estirar las elecciones hasta el
2018.
Almagro tal vez no logre su
objetivo. Varios gobiernos – Brasil, Costa Rica, Perú – prefieren más cautela y
creen que la invocación de la Carta Democrática serviría para buscar otras
alternativas, no para expulsión.
Lo interesante del informe,
sin embargo, es que le pone el cascabel al gato. Ya nadie podrá decir que se
trata de una democracia imperfecta: Es una dictadura. Además, Almagro obliga a
todos los gobiernos a salir del silencio cómplice con una apelación directa al sentido
interamericano: “Aprobar la suspensión del desnaturalizado gobierno venezolano
es el más claro esfuerzo y gesto que podemos hacer en este momento por la gente
del país, por la democracia en el continente, por su futuro y por la justicia”.
trottiart@gmail.com
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