sábado, 12 de abril de 2014

Beckham, Miami, f'útbol y cambio climático

A tiempo con la fiebre por el Mundial de Brasil, el icónico emprendedor David Beckham trazó una irresistible propuesta para Miami: Dotar a la “ciudad del sol” con un club de fútbol profesional.

El sur de la Florida no tuvo buenas experiencias con la “pasión de multitudes”, que siempre prefirió al béisbol sobre el fútbol. Pero la más reciente ola migratoria suramericana, europea y global, definida por los 107 idiomas que se hablan en las escuelas públicas de Miami, es suelo propicio para el proyecto del ex capitán del Manchester United.

Además, Beckham y Miami están hechos uno para el otro. Tienen buena imagen y fama mundial. Es verdad que aparentan superficialidad, él casado con una ex “spice Girl” y vendiendo Gillete; y Miami por sus playas y gente tirada al sol todo el tiempo, con tatuajes, implantes y mucho botox. Sin embargo, ambos tienen más profundidad. La destreza para el marketing lleva a Beckham a buscar un lugar junto a los cruceros del puerto de Miami para su estadio y un centro comercial revolucionario, para que el fútbol sea inversión, negocio y espectáculo.

Miami, por su lado, en los últimos 20 años se consolidó como centro de atracción e inversión internacional, referencia para el arte, la moda, la música, la tecnología, los negocios inmobiliarios, las grandes convenciones como el Art Basel y los Mega conciertos, como el festival de música Ultra, que en su última versión esta semana atrajo a 160 mil jóvenes de todo el mundo.

Miami es imán y termómetro. Atrae lo que otras sociedades rechazan o expulsan. Los inmigrantes cubanos son la muestra perfecta, aunque últimamente debido a las crisis suramericanas, políticas y económicas, la ciudad dio refugio a argentinos, brasileños, colombianos y venezolanos, que llegaron con sus miedos pero también con inversiones millonarias. Sumados a rusos, canadienses y asiáticos, todos con efectivo en la mano, demandaron mayor construcción de apartamentos que se agotan antes de inaugurarse. Es también una burbuja, pero real, muy distinta a la del 2008, cuando la construcción se disparó por los créditos hipotecarios que los bancos no pudieron cobrar, despertándose una crisis financiera de proporción mundial.

Obviamente en toda esa maroma de crecimiento - a la que también contribuyen los viejos que vienen a pasar sus últimos inviernos - aparecen los corruptos. Miami es la capital del fraude del servicio federal de salud para ancianos y también del hipotecario. A ello se le suma la corrupción de una clase política que dilapida recursos o soborna, aunque a diferencia de otros lares, son delitos que se pagan caros. Solo en los últimos meses fueron encarcelados cinco alcaldes de municipios de la zona metropolitana.

Como en cualquier ciudad en constante y rápido cambio, Miami también muestra signos de desigualdad. Solo basta recorrer barrios, desde el pobrísimo Pequeño Haití, hasta el opulento Key Biscayne u observar pordioseros esquivando Ferraris y Maserattis. Y tiene desafíos. Es que la construcción de grandes edificios en el downtown, centros comerciales y estadios como el que propone Beckham, seguirán siendo dolor de cabeza para los urbanistas y para quienes todavía no adivinan proyectos de transporte público y cómo alivianar el infernal tráfico.

Pero los políticos locales serían muy inconscientes si sólo se quedan en cuestiones de corto plazo, en administrar la riqueza, regocijarse por los 14 mil empleos que creó la industria del turismo en estos primeros meses o en el debate sobre si le darán a Beckham fondos públicos y un lugar en el puerto para su proyecto, lo que es ahora factor de fuerte disputa.

Los mayores desafíos para Miami y el sur de la Florida están en su futuro y no tiene que ver ni con su crecimiento ni con el fútbol, sino con su mayor cualidad y privilegio: La geografía. Se trata del cambio climático, con su amenazante aumento del nivel del mar y el calentamiento de las aguas que provocarán más cantidad de huracanes con mayor fuerza destructiva; y seguros elevadísimos.

Más allá de su imagen como la “capital del sol”, de sus íconos y propuestas deportivas, el después de Miami está ahora atado a los proyectos que puedan idear sus dirigentes para minimizar el impacto económico y social del calentamiento global.